viernes, marzo 29, 2024
 

Pachamama y bioeconomía

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Emiliano Huergo
Emiliano Huergo
Manager BioEcomomia

Cuando los españoles se toparon con los Incas, además del oro, se encontraron con una civilización cuya base económica se sustentaba en la agricultura.

Sus técnicas fueron descriptas por los historiadores como muy avanzadas. La construcción de terrazas les permitía cultivar en las laderas de las montañas andinas y sus dotes para el manejo del riego, a través de precisos sistemas de captación y conducción, permitían el aprovechamiento eficiente del agua, un recurso escaso en la región.

Los Incas adoraban al Inti -el sol en lengua quechua- como su deidad más significativa. Y rendían culto a la Pachamama, la Diosa que representaba a la Madre Tierra en todo su conjunto. Una celebración de la fotosíntesis, la lluvia y la fertilidad de los suelos en agradecimiento por los frutos de las cosechas.

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Medio siglo más tarde, la Pachamama sigue siendo el motivo de celebración de muchas comunidades andinas. Cada pueblo tiene su festejo, pero la fiesta de La Chaya en La Rioja es especial. La leyenda cuenta que Chaya, hija de un Cacique diaguita, huyó a la montaña, triste por el amor a su tierra. Allí se convirtió en nube y la vieron desaparecer detrás de los montes. Pero cada febrero, Chaya regresa para regar con sus lágrimas los cultivos que crecen en los valles riojanos.

La fiesta de La Chaya es una muy buena ocasión para disfrutar de grandes artistas y vivir en primera persona una tradición cultural única. Pero también es una gran oportunidad para visitar la Ruta del Torrontés. La única cepa originaria de Argentina. Surgió de manera autóctona en la provincia de La Rioja como consecuencia del cruzamiento genético natural de la uva Moscatel de Alejandría y la criolla chica, introducidas durante la época colonial.

La propuesta comprende un recorrido fascinante por las diferentes bodegas de la provincia que alberga una belleza paisajística impactante. El itinerario permite explorar la cadena de valor del vino, desde la producción primaria hasta la mesa. Integra a viticultores, bodegas, restaurantes, hoteles, agricultores, artesanos y agroindustrias.

La parada obligada está en Chilecito. Allí la Cooperativa Frutihortícola La Riojana nos muestra la bioeconomía de una manera diferente. La entidad que agrupa a 400 asociados, donde el 80% son pequeños productores, produce la mitad del vino de la provincia. Sus 5 bodegas poseen la mayor producción de vinos orgánicos del país. Y este año, en otro intento por diferenciar aún más sus productos en nichos particulares, han logrado la certificación de vinos biodinámicos.

Para La Riojana, que destina el 35% de las 2 millones de caja que produce anualmente al mercado exportador, cada uno de sus miembros es tan importante como el otro. No importa su tamaño o antigüedad. Por eso, desde hace 14 años, se ha convertido en la tercera empresa productora de vino del mundo y la primera de Argentina en haber logrado la certificación de FairTrade, o Comercio Justo. La iniciativa implica un compromiso incondicional con la comunidad, aportando servicios e infraestructura para sus empleados y la sociedad en todo su conjunto.

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La cooperativa presta también otros servicios para las actividades complementarias de los productores locales. Cuenta con una fábrica de aceite de oliva -el cual también se destina al mercado interno y externo- y servicios de comercialización y exportación de nueces, otro de los rubros de importante producción en la provincia.

La Cooperativa Frutihorticola muestra las oportunidades que presenta el enfoque bioeconómico como un modelo de industrialización de los territorios rurales. Apoyado en la agricultura familiar, el asociativismo y en una actividad atractiva para los jóvenes. Recursos humanos fundamentales para la incorporación de tecnología en la producción, e iniciativas creativas para alcanzar nuevos mercados. La inclusión de los jóvenes resulta fundamental para el futuro de la actividad, y de esta forma, les han garantizado la posibilidad de contar con empleos de calidad y bien remunerados. La Riojana viene traccionando otras actividades en la agroindustria, el turismo y demás servicios que posibilitan el desarrollo de las localidades del interior provincial.

Otro de las paradas obligadas es la La Estación 2 “El Durazno” del Cable Carril de la Mina La Mejicana, a 7 km de Chilecito. A principios del siglo XX, la extracción de minerales de oro y plata trajo una ola inmigratoria a la región. Los trabajadores, con el correr de los años, fueron descubriendo oportunidades en la agricultura de la zona. Para fines de los años´20, las duras condiciones laborales a las que estaban sometidos los mineros motivó a que el presidente Irigoyen declare el fin de las operaciones de La Mejicana. Pero los poderes de Inti y Pachamama, las lágrimas de Chaya, y sobre todo el esfuerzo de los colonos, hizo que la actividad agrícola pueda sobrevivir en esos tiempos difíciles. Pocos años más tarde surgía La Riojana. El modelo que vale la pena imitar para industrializar los territorios rurales.

 
 
 
 

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