viernes, marzo 29, 2024
 

Cannabis: una política pública acertada

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Desde hace cuatro años, los argentinos venimos hablando de cannabis. Al comienzo, con los prejuicios propios de una cultura occidental que vio al cannabis como un estupefaciente únicamente recreativo. Pero poco a poco, esa idea está cambiando.

Cuando comencé a hablar de la ‘industria del cannabis’, la gente no quería apegarse a la idea por miedo a destruir su reputación hablando de una “droga” desde el concepto de uso adulto, aunque comenzaban a tomar conocimiento del sinnúmero de estudios científicos que se iniciaban en otras partes del mundo en referencia a sus bondades medicinales.

Luego vino la etapa de aceptación. La mayoría de los profesionales y funcionarios públicos me pedían aceites para un familiar o un amigo que estaba atravesando inconvenientes de salud. Pero siempre en la intimidad de conversaciones privadas. Nunca vendí aceite, porque siempre tuve claro que mi rol era otro, aunque acepté todas las realidades, incluyendo la de la desesperación de “curar a los que amamos” cuando no existían herramientas legales.

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Hoy estoy transitando mi séptimo año de aprendizaje ligada a la industria del cannabis, acompañando emprendedores, empresas, explicando cuestiones regulatorias maravillosas que cambian con una velocidad incomparable.

Las mismas personas que tenían miedo de hablar de cannabis en sus ámbitos profesionales hoy se integran a la construcción de una nueva etapa en Argentina, demostrando que, cambiar de opinión, o sumarse a ultimo momento no es una actitud para criticar sino un acto de reflexión que como sociedad debemos aprender a valorar.

El año pasado, sabíamos que se estaban generando las condiciones para un abordaje integrador de la temática, y especulábamos en cuanto influiría la emergencia sanitaria para que el cannabis encuentre un lugar de preponderancia en la agenda nacional argentina. Ahora está hecho. Gracias a esas personas que sin importar cuándo, tuvieron la empatía de reflexionar y entender el impacto socioeconómico y de salud que interviene en el concepto de industria del cannabis: Adquirir un producto de fabricación nacional apto para el bolsillo de los argentinos, tener la posibilidad de abrir la puerta a la capacitación de profesionales médicos, implementar proyectos productivos industriales de triple impacto, sin uso de agroquímicos, con industrialización para una gran variedad de mercados donde pequeños, medianos y grandes emprendedores y empresarios podrán generar fuentes de trabajo, planificar exportaciones para un mercado internacional sediento de nuevos productos.

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El 1 de marzo de 2021, en la apertura de las sesiones legislativas argentinas, un presidente habló de cannabis y el recinto lo aplaudió. Tres días atrás el gobernador de la provincia de Buenos Aires, la más influyente del territorio, movilizó a sus funcionarios para iniciar la creación de una Agencia Provincial de Cannabis, a los fines de fiscalizar y crear reglas de juego para inversores, emprendedores, empresas.

Ninguna industria salva a una nación, ni siquiera esta. Pero sí ayudará a mejorar la calidad de vida de miles de familias argentinas, sea por la posibilidad de emprender cultivos, procesos de industrialización; mejorar la capacidad de acceso a un medicamento controlado y fiscalizado; permitir el desarrollo de cultivos con impactos positivos en el medio ambiente, mejorar la calidad de suelos, trabajar agronegocios sin agroquímicos. Es por este motivo, que la palabra cannabis en el recinto legislativo debe tomarse con la empatía del impacto que subyace en ello y no como condición de ideología política. Debe aceptarse como una política pública acertada y enmarcada como estrategia para el desarrollo de nuestras comunidades.

Por Maria Laura Sandoval, asesora en negocios de cáñamo y cannabis y embajadora de LAIHA en Argentina.

 
 
 

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