La Fundación Instituto Leloir (FIL) anunció el relanzamiento de su Centro de Desarrollo Biotecnológico (CeDeBio), un espacio de 740 metros cuadrados dedicado a la transformación de ideas en proyectos con el objetivo final de convertirlas en bioempresas competitivas. En el CeDeBio, trabajan 90 becarios, 23 jefes de laboratorio y 60 investigadores asociados del CONICET.
Ubicado en las instalaciones de la FIL, el CeDeBio cuenta con laboratorios, áreas de ambiente controlado, sala de conferencias y oficinas, proporcionando acceso a infraestructura, equipamiento y redes de conocimiento. Esta iniciativa es parte del convenio entre la FIL y el CONICET, que dio origen a la Unidad Ejecutora de Doble Dependencia denominada Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA, CONICET-FIL) en 1983.
La administración de CeDeBio está a cargo de Inis Biotech, la oficina de vinculación y transferencia tecnológica de la FIL. Este relanzamiento coincide con la presentación de los resultados del Primer Censo Argentino de Empresas de Nano y Biotecnología, que reveló la existencia de 340 compañías biotecnológicas en el país, generando más de 1.300 millones de dólares de facturación y cerca de 20 mil puestos de trabajo en 2022.
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En un evento realizado en las nuevas instalaciones, destacadas personalidades del ámbito científico, académico y empresarial pudieron explorar CeDeBio, diseñado para impulsar la creación de nuevas empresas de base biotecnológica a partir de descubrimientos y know-how desarrollados tanto en la FIL como en instituciones externas.
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Fernanda Ceriani, presidenta de INIS e investigadora del CONICET, subrayó la importancia de fomentar tecnologías innovadoras y destacó la visión pionera de la FIL en la creación de INIS en 2006. Ignacio Sartori, gerente de INIS, señaló la relevancia de competir en la economía del conocimiento y expresó la aspiración de ver florecer un vibrante ecosistema de emprendimientos biotecnológicos en colaboración con la FIL.
El CeDeBio, dirigido a nutrir startups en estadio temprano, busca establecer redes con instituciones de investigación, empresas del sector farmacéutico y biotecnológico, locales e internacionales, así como con el sector público de ciencia y tecnología. Sus mentores estiman un período óptimo de incubación de dos años, con un máximo de tres.