El aprovechamiento de la biomasa está demostrando ser una herramienta esencial en la lucha contra el cambio climático. Esta fuente de energía renovable no solo reduce el uso de combustibles fósiles, sino que también contribuye a la diversificación de la matriz energética y a la mitigación de los gases de efecto invernadero.
Ecuador, con su diversidad de suelos y condiciones climáticas, se posiciona como un país agrícola de gran potencial, generando una abundante oferta de biomasa residual. La biomasa, que se define como la materia orgánica utilizada para la generación de energía, puede originarse a través de procesos biológicos, sean estos espontáneos o inducidos.
Según el Instituto de Investigación Geológico y Energético (IIGE), varias provincias ecuatorianas, entre ellas Guayas, Esmeraldas, El Oro y Los Ríos, poseen un alto potencial de biomasa gracias a los residuos de sus cultivos agrícolas. Un estudio del IIGE identificó cerca de 35 residuos revalorizables solo en los diez cultivos mayoritarios del país, lo que subraya la necesidad de evaluar las propiedades físicas y químicas de cada desecho para optimizar su aprovechamiento tecnológico.
Rafael Soria, profesor e investigador del Instituto de Energía y Materiales de la Universidad San Francisco de Quito, enfatiza la importancia de este recurso: “Si se considera únicamente el potencial técnico-económico-ambiental de los residuos de caña de azúcar, arroz y palma africana, la capacidad termoeléctrica instalable supera fácilmente los 200 megavatios (MW) eléctricos”.
Además del potencial agrícola, la fracción orgánica de los residuos sólidos municipales que cada cantón genera diariamente también juega un papel crucial. El IIGE señala que el bagazo de caña de azúcar es el residuo con mayor aprovechamiento energético, alimentando 144 MW de turbinas a vapor en ingenios azucareros y contribuyendo al Sistema Nacional Interconectado (SNI).
Un ejemplo destacado de aprovechamiento de biomasa es el Ingenio San Carlos, en el cantón Marcelino Maridueña. Desde la década del 60, esta empresa ha invertido en tecnología para generar energía a partir del bagazo de caña. En 2004, San Carlos se convirtió en autogeneradora, exportando hasta 15 megavatios hora (MWh) de energía. Augusto Ayala, vicepresidente administrativo, indica que el ingenio genera aproximadamente 52 MWh, de los cuales el 30% es para autoconsumo y el 70% se exporta al Sistema Interconectado de Energía Eléctrica (SIN).
Las plantas extractoras de aceite de palma también están aprovechando sus residuos. Energy & Palma, del Grupo La Fabril, implementó un caldero en su planta de San Lorenzo, Esmeraldas, con una inversión superior a los tres millones de dólares. Este equipo permitirá a la empresa autoabastecerse con 800 kilovatios, ahorrando en promedio 13.000 dólares mensuales en la factura eléctrica.
La investigación continua sobre el aprovechamiento de biomasa es clave. Soria destaca que el biogás de los rellenos sanitarios de Quito (El Inga) y Cuenca (Pichacay), generado por la descomposición anaeróbica de residuos sólidos municipales, aporta 8,3 MW al Sistema Nacional Interconectado. Además, desde 2012, el aceite de piñón (Jatropha curcas) ha contribuido al sistema eléctrico de la Isla Floreana en Galápagos, sustituyendo una fracción del diésel en la generación termoeléctrica.
Valeria Ramírez, analista técnica del IIGE, resalta otros ejemplos de biomasas residuales como los desechos de banano y la industria maderera. El departamento de Innovación del IIGE ha desarrollado proyectos para transformar residuos agrícolas en biocombustibles sólidos (pélets), líquidos (bio oil y bioetanol) y gaseosos (hidrógeno, biogás y gas de síntesis).
El aprovechamiento de biomasa en Ecuador no solo contribuye a la sostenibilidad energética del país, sino que también representa una oportunidad significativa para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, fortaleciendo el compromiso del país con el desarrollo sostenible y la lucha contra el cambio climático.