En el noroeste argentino, la caña de azúcar es mucho más que un cultivo histórico: es una fuente de empleo, divisas y energía para Tucumán, Salta y Jujuy. Sin embargo, para que esa cadena funcione y evite los vaivenes que durante años provocaron crisis por excedentes o precios deprimidos, hace falta algo más que caña y trapiches. Ese rol de equilibrio y proyección lo cumple el Instituto de Promoción del Azúcar y Alcohol de Tucumán (IPAAT), una entidad que articula datos, políticas y acciones estratégicas para que la caña siga siendo el eje productivo del NOA y un actor relevante en la transición energética.
“El IPAAT está para ordenar y proyectar al sector, con información precisa y gestión articulada, para que la caña de azúcar siga siendo motor económico, social y energético para Tucumán, Salta y Jujuy, y para todo el país”, resume Jorge Etchandy, gerente del instituto, en diálogo con BioEconomía.info. Sus palabras reflejan la misión de un organismo que, aunque muchas veces opera lejos de los reflectores, se ha convertido en una pieza esencial para estabilizar precios internos y abrir nuevos mercados para el bioetanol.
“Energía Cultivada”: una muestra del potencial y del rumbo
Entre las acciones que impulsa el IPAAT para fortalecer el rol de la caña como fuente de energía limpia, se destacó la jornada “Energía Cultivada. El Bioetanol en el Desarrollo del NOA” (ver El NOA unido en defensa del bioetanol), organizada junto al Centro Azucarero Argentino (CAA). Allí se reunieron más de 300 representantes del sector, duplicando las expectativas iniciales de convocatoria, que apuntaban a 150 asistentes.
“Estamos muy contentos, ha superado nuestras expectativas”, comenta Etchandy. “Todas las personas presentes están profundamente vinculadas a la industria sucroalcoholera y a las energías renovables: referentes de Tucumán, Salta, Jujuy, representantes nacionales y disertantes internacionales. El nivel de la jornada fue altísimo”.
El encuentro funcionó como plataforma para exhibir las oportunidades que ofrece el bioetanol y reafirmar el compromiso de las provincias del norte con la actividad. “Venimos trabajando desde hace tiempo con el IPAAT, a través de la Liga Bioenergética, en una posible modificación de la Ley 24.640, que es la norma vigente sobre biocombustibles. Hay un proyecto consensuado entre provincias y sector privado que quedó trabado a fines del año pasado por cuestiones políticas. Con esta jornada buscamos mostrar el potencial de la actividad sucroalcoholera, del bioetanol y de las economías regionales, algo que los gobernadores dejaron en claro que no están dispuestos a resignar”, explica.
Entre el dogma del libre mercado y la fuerza del norte del argentino
Un corte de bioetanol al 17%: costo cero y capacidad disponible
Uno de los objetivos más firmes que promueve el IPAAT es aumentar el corte obligatorio de bioetanol en las naftas, llevándolo del 12% actual (6% proveniente de caña y 6% de maíz) al 17%. Según Etchandy, es una meta viable sin grandes inversiones y con un fuerte impacto positivo: “Lo explicó muy bien el doctor Plinio Nastari: es a costo cero. Hoy la electromovilidad implica un gasto altísimo en infraestructura. En cambio, incrementar el bioetanol no requiere ese esfuerzo: ya tenemos la infraestructura y capacidad ociosa para cubrirlo. Además, es una energía limpia, mucho más que los combustibles fósiles”.
El bioetanol cumple, además, un rol crucial para la estabilidad del sector. “El alcohol ya no puede considerarse un excedente. Es parte estructural de nuestra matriz productiva. Ese 6% fijo de caña lo vamos a defender con mucha firmeza, y estamos preparados para disputar todo lo que venga por encima si el gobierno decide llevar el corte al 17%. Lo importante es que el alcohol no sea tratado como algo circunstancial”, enfatiza.
Datos en tiempo real: la herramienta que ordena al sector
Para respaldar estas estrategias, el IPAAT se apoya en un sistema único en el país: una plataforma de carga diaria de datos de zafra, que centraliza la información de ingenios de Tucumán, Salta y Jujuy. “Llevamos datos en tiempo real de toda la matriz productiva. Puede parecer una herramienta solo para los que están en la actividad, pero no lo es. Esos datos, actualizados cada día, permiten tomar decisiones inmediatas. Si la Nación nos pide un informe sobre producción, exportaciones o stock de azúcar cruda y refinada, estamos a un clic de enviarlo. Eso le da previsibilidad al sector y permite planificar con información precisa”, detalla Etchandy.
Esta base de datos, disponible para cañeros, industriales y autoridades, ayuda a anticipar excedentes, coordinar exportaciones y ordenar la producción, evitando los desequilibrios que históricamente desestabilizaban al mercado.
Productividad antes que expansión: el camino de Tucumán
En un contexto donde Tucumán tiene casi agotada su superficie cañera, el crecimiento del sector no depende de nuevas tierras, sino de avances tecnológicos. “Hace tiempo trabajamos con distintas variedades de caña y con inversiones en tecnología para lograr mayor rendimiento. Y más rendimiento significa, de manera directa, más azúcar y más alcohol o bioetanol. En los últimos tres años, los rendimientos crecieron de manera muy interesante, siempre con la misma superficie”, explica Etchandy.
Estos avances han permitido sostener una producción creciente sin expandir la frontera agrícola, fortaleciendo la competitividad del NOA y reduciendo la vulnerabilidad frente a los cambios del mercado internacional.
De vender solo azúcar a participar en todo: el cambio de los cañeros
Uno de los cambios más profundos que se han dado en los últimos años es el modo en que los actores participan en la cadena. “Durante mucho tiempo, el alcohol era visto como un excedente, algo secundario. Eso cambió. Hoy vemos que el cañero tiene un interés real en participar tanto en exportaciones como en el plan de bioetanol. Antes preferían recibir solo azúcar y venderla cuando les convenía, pero eso generaba desorden. Ahora entendieron que la única forma de sostener buenos precios internos es cumpliendo siempre con las exportaciones y con la producción de alcohol, como hace Brasil”, señala Etchandy.
El resultado de esta nueva dinámica se refleja en las cifras. En 2024, el sector exportó más de 600.000 toneladas de azúcar, frente a las 80.000 del año anterior, y produjo más de 550.000 metros cúbicos de alcohol. Para 2025, con una zafra mayor, Etchandy estima que se volverán a superar las 600.000 toneladas exportadas y se alcanzarán entre 600.000 y 610.000 m³ de alcohol, asegurando que toda la caña procesada tenga destino sin generar excedentes que presionen a la baja los precios internos.
Innovación y diversificación: del bagazo al biocombustible para aviones
Conscientes de que el consumo mundial de azúcar es prácticamente inelástico, el IPAAT impulsa investigaciones para diversificar la producción de energía y abrir nuevos mercados. “Contamos con personal muy preparado en estudios sobre bioetanol de segunda y tercera generación, aprovechando subproductos como el bagazo. También trabajamos en líneas de investigación para biocombustibles de aviación. Entendemos que esa es la salida: el futuro está en el alcohol y en los biocombustibles avanzados”, explica Etchandy.
Estos proyectos se desarrollan en colaboración con la Estación Experimental de Tucumán, facultades de Ingeniería de la Universidad Nacional y de la Tecnológica, y otras entidades académicas con las que el instituto mantiene convenios activos.
Previsibilidad normativa: condición para el crecimiento
Para que todas estas iniciativas tengan continuidad, Etchandy subraya la necesidad de un marco legal estable para los biocombustibles. “La ley vigente vence en 2030 y ya tuvo varios cambios que generaron incertidumbre. Desde el IPAAT participamos en la elaboración de una nueva norma que dé garantías jurídicas al sector privado para seguir invirtiendo en tecnología, bioetanol y exportaciones. Sin reglas claras, todo el esfuerzo productivo y técnico corre riesgo”, advierte.
En una región donde la caña de azúcar es el motor económico desde hace generaciones, el IPAAT aparece como la pieza que asegura que esa fuerza productiva no solo se sostenga, sino que evolucione hacia un futuro con más bioenergía, innovación y estabilidad. “Nuestra meta es clara: que la caña de azúcar siga siendo sinónimo de empleo, divisas y energía limpia para Tucumán, Salta, Jujuy y todo el país”, concluye Etchandy.


