viernes, noviembre 14, 2025
 

La bioeconomía atrae capital: lanzan un fondo de €200 millones para escalar la producción bioindustrial

En un giro estratégico del capital de riesgo, inversores europeos y norteamericanos apuestan por escalar soluciones basadas en biotecnología para transformar la alimentación, la agricultura, los materiales y las tecnologías ambientales.

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La escena se repite en oficinas de inversión de Berlín, Ámsterdam o Copenhague: los analistas, antes volcados en las startups de software, ahora revisan expedientes de empresas que desarrollan enzimas, péptidos o biomateriales. En lugar de buscar la próxima app viral, el foco se desplaza hacia tecnologías capaces de reciclar textiles por despolimerización, extraer metales con plantas, cultivar carne vegetal estructurada o producir pesticidas sin toxicidad residual. La consigna es clara: reemplazar procesos contaminantes por soluciones basadas en biotecnología. Y, lo que hasta hace poco parecía marginal, ahora recibe el respaldo de cientos de millones de euros.

En este nuevo contexto, se acaba de consolidar uno de los hitos más relevantes del año para la bioeconomía europea. Un fondo especializado en escalar tecnologías biológicas aplicadas a la sostenibilidad industrial acaba de cerrar su primera ronda con €200 millones, alcanzando su límite máximo de recaudación y configurándose como uno de los mayores fondos europeos dedicados exclusivamente a la bioeconomía.

Detrás de esta iniciativa se encuentra Forbion, una reconocida firma global de capital de riesgo con raíces profundas en Europa y oficinas en Naarden (Países Bajos), Múnich (Alemania) y Boston (EE. UU.). Históricamente enfocada en inversiones en biotecnología para la salud humana, Forbion administra actualmente unos 5.000 millones de euros y ha participado en más de 130 proyectos, varios de ellos convertidos en terapias aprobadas o salidas exitosas. Con este nuevo fondo, la firma refuerza su estrategia en salud planetaria y amplía su campo de acción hacia sectores industriales con alto potencial de transformación sostenible.

Lanzado en 2024 bajo el nombre Forbion BioEconomy Fund I, el fondo fue concebido con un objetivo inicial de €150 millones, pero superó ampliamente las expectativas al atraer el interés de inversores institucionales europeos y norteamericanos de peso. Entre ellos se destacan KfW Capital, Novo Holdings, Rentenbank, ABN AMRO Bank, Aurae Impact y EIFO, todos con una fuerte orientación hacia las inversiones de impacto. La magnitud del respaldo recibido confirma una tendencia en ascenso: el capital de riesgo está migrando del software hacia las ciencias duras, en busca de soluciones basadas en evidencia que puedan combinar rentabilidad con impacto ambiental.

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De la salud a la sostenibilidad industrial: una biotecnología que sale del laboratorio

La biotecnología, históricamente asociada al desarrollo farmacéutico, está experimentando una transición que redefine su papel en la economía global. En lugar de centrarse exclusivamente en terapias médicas, las nuevas startups del sector aplican los principios de la biología sintética, la genética vegetal o la bioquímica avanzada para transformar sectores intensivos en recursos, como la agricultura, la alimentación, la moda, la minería o los embalajes.

“Estamos viendo una evolución muy clara en cómo los inversores entienden la innovación climática”, explicó Alexander Hoffmann, uno de los socios generales del fondo. Según su visión, “la biotecnología está dejando atrás su nicho sanitario para convertirse en una herramienta clave frente a desafíos como la eficiencia de recursos, el uso de materiales y la seguridad alimentaria”.

Por su parte, Joy Faucher, también socia general, sintetizó el cambio con una frase que ya circula en los círculos de inversión de impacto: “el capital se está moviendo del software hacia la ciencia”. En su análisis, “la biología y la química pueden ofrecer soluciones urgentes, escalables y rentables para los principales retos del planeta”.

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Qué tipo de empresas financiará el fondo y cómo elige a sus destinatarios

El fondo tiene previsto invertir en entre 12 y 14 empresas a lo largo de Europa y América del Norte. Todas ellas deben cumplir ciertos criterios técnicos: haber demostrado pruebas de concepto validadas, estar en etapas de Serie A o B (es decir, con estructuras consolidadas pero aún con alto potencial de crecimiento) y ofrecer soluciones B2B basadas en biología, con capacidad de reemplazar productos tradicionales a un precio equivalente o menor.

Esto último es clave. El objetivo no es desarrollar tecnologías ecológicas de lujo, sino productos que puedan integrarse a gran escala en las cadenas de valor existentes. Así lo expresa el mandato explícito del fondo: buscar sustitución efectiva de procesos contaminantes con alternativas sostenibles, sin resignar competitividad económica.

La oportunidad es gigantesca. Según un informe de McKinsey titulado The Bio Revolution, los mercados emergentes para productos biotecnológicos alternativos pueden alcanzar varios billones de euros en la próxima década, abarcando desde envases biodegradables hasta proteínas alternativas, adhesivos, biofertilizantes y textiles reciclables.

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Las primeras inversiones del fondo revelan una apuesta estratégica por proyectos con fuerte base científica y una aplicación directa sobre sectores industriales de alto impacto ambiental. Un ejemplo de esto es eeden, una empresa que ha desarrollado una tecnología de reciclaje textil a textil mediante procesos de despolimerización basados en química verde. Su propuesta busca resolver una de las mayores ineficiencias de la industria de la moda: el bajo reaprovechamiento de fibras tras el consumo. En lugar de transformar ropa usada en materiales de menor valor, eeden apunta a regenerar fibras vírgenes a partir de residuos textiles, manteniendo la calidad y reduciendo drásticamente el impacto ambiental.

Otra de las compañías seleccionadas es Genomines, una firma que opera en la intersección entre biotecnología vegetal y minería sostenible. Su tecnología permite la extracción de metales valiosos a través del cultivo de plantas adaptadas a suelos contaminados, transformando pasivos ambientales en activos económicos. Esta solución plantea una alternativa radical a los modelos extractivos tradicionales, combinando eficiencia económica con remediación ecológica.

En el ámbito de la protección agrícola, el fondo ha apostado por SOLASTA Bio, una startup con sede en Reino Unido que está desarrollando una nueva generación de péptidos bioseguros. Estos compuestos, diseñados con precisión para actuar como pesticidas selectivos, ofrecen una alternativa eficaz, no tóxica y compatible con la preservación de polinizadores y biodiversidad, dos pilares esenciales para la agricultura regenerativa del futuro.

En el terreno de la alimentación, Novameat se posiciona como una de las firmas más prometedoras en el diseño de carnes vegetales estructuradas. Su enfoque combina matrices vegetales con tecnologías de impresión 3D para recrear cortes enteros de proteína alternativa que replican textura, aspecto y comportamiento culinario de los productos cárnicos tradicionales. Esto no solo representa un avance en términos de transición alimentaria, sino también una herramienta concreta para reducir las emisiones asociadas a la ganadería industrial.

Por último, el fondo ha incluido a PACT, una empresa que ha desarrollado una innovadora plataforma de biomateriales a base de colágeno, con la que está produciendo recubrimientos textiles de alto rendimiento. Su propuesta inicial apunta a la industria de la moda, pero el potencial de aplicación se extiende a múltiples sectores industriales donde se requiere durabilidad, eficiencia y una huella ambiental sustancialmente menor.

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Europa se posiciona como epicentro de la bioeconomía industrial

El éxito de este fondo no es un hecho aislado. Forma parte de una tendencia más amplia que sitúa a Europa como una de las regiones más activas en la convergencia entre ciencia, sostenibilidad y economía real. A diferencia de modelos más centrados en subsidios o mandatos regulatorios, este enfoque apuesta por financiar tecnologías que puedan competir por mérito propio, combinando impacto ambiental positivo con rentabilidad comprobada.

El lanzamiento de este nuevo fondo europeo de bioeconomía, respaldado por instituciones de peso y con un enfoque profundamente técnico, representa no solo una señal de confianza hacia las soluciones basadas en ciencia, sino también una redefinición del papel que la biotecnología puede jugar en la regeneración industrial del siglo XXI.

 
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