En una pequeña localidad del estado de Georgia, al sureste de Estados Unidos, una planta industrial ha comenzado a operar con una promesa que podría cambiar para siempre el rumbo de la aviación mundial. Allí, en Soperton, la empresa LanzaJet ha logrado lo que hasta hace poco parecía una quimera tecnológica: producir por primera vez combustible de aviación a escala comercial a partir de etanol.
Este hito convierte a su planta Freedom Pines Fuels en la primera instalación operativa del planeta capaz de transformar etanol en Sustainable Aviation Fuel (SAF), marcando el comienzo de una era en la que los aviones podrían volar gracias al carbono reciclado. Y no se trata de un experimento ni de un prototipo: la producción ya está en marcha y el combustible cumple con todos los estándares internacionales para uso aeronáutico.
Una innovación que cambia las reglas del juego
La aviación es, por naturaleza, un sector difícil de descarbonizar. Los aviones requieren alta densidad energética y confiabilidad extrema, lo que limita la electrificación directa o el uso de hidrógeno en el corto plazo. En este contexto, los combustibles sostenibles de aviación se perfilan como una solución puente crucial para reducir las emisiones del sector. Sin embargo, hasta ahora, la mayoría de los SAF comerciales provenían de aceites usados, grasas animales o cultivos oleaginosos, insumos con disponibilidad limitada.
Lo que LanzaJet propone es radicalmente diferente: su tecnología permite convertir etanol —obtenido a partir de residuos agrícolas, gases industriales, basura, o incluso CO₂ capturado— en un jet fuel completamente compatible con los motores actuales. En términos técnicos, se trata de un proceso de alcohol-to-jet (ATJ), en el que el etanol actúa como molécula intermedia, transformándose mediante catálisis en hidrocarburos de cadena larga aptos para la aviación.
Este enfoque, que elimina la dependencia de lípidos, abre la puerta a una producción mucho más flexible, distribuida y escalable. «El etanol puede producirse prácticamente en cualquier parte del mundo, a partir de casi cualquier biomasa o desecho. Eso lo convierte en un conector estratégico entre recursos locales y mercados globales de energía limpia», subrayó Jennifer Holmgren, CEO de LanzaTech y presidenta del directorio de LanzaJet.
De la visión al vuelo: una década de trabajo colaborativo
La historia de esta innovación no empezó ayer. Fue en 2012 cuando LanzaTech, pionera en reciclaje de carbono industrial mediante biotecnología, comenzó a desarrollar la ruta etanol-SAF junto al Pacific Northwest National Laboratory del Departamento de Energía de los Estados Unidos. Desde entonces, el recorrido incluyó pruebas en laboratorio, plantas piloto, vuelos comerciales con Virgin Atlantic y All Nippon Airways, y la aprobación de la ASTM en 2018.
Pero faltaba un paso decisivo: escalar. Para lograrlo, LanzaTech tomó la decisión estratégica de crear una empresa separada, LanzaJet, orientada exclusivamente a comercializar esta tecnología. La compañía fue fundada en 2020 en plena pandemia, con inversiones tempranas de actores clave como Mitsui, British Airways y Shell. Hoy, su ecosistema cuenta con el respaldo de gigantes como Airbus, Microsoft, Southwest Airlines, el Departamento de Energía de EE.UU., el gobierno del Reino Unido y otros referentes de la industria.
«Lo que construimos en LanzaJet es real. El proceso funciona como se esperaba. Y el aprendizaje que obtuvimos al diseñar, invertir, operar y producir este combustible a escala nos coloca en una posición única para liderar la próxima década de crecimiento global», destacó Jimmy Samartzis, CEO de LanzaJet.
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Etanol reciclado: un nuevo paradigma para los combustibles
Más allá de su relevancia técnica, la apuesta por el etanol como materia prima para SAF redefine la bioeconomía energética. Gracias a tecnologías como las de LanzaTech, el etanol ya no depende exclusivamente del maíz o la caña de azúcar. Hoy puede producirse a partir de residuos sólidos urbanos, gases industriales ricos en CO, o combinaciones de CO₂ con hidrógeno verde. En todos los casos, se trata de recursos subutilizados que pueden transformarse en energía limpia sin competir con la producción de alimentos ni expandir la frontera agrícola.
Además, este modelo favorece una producción descentralizada y resiliente. En lugar de depender de grandes plantas concentradas, los países o regiones con disponibilidad de residuos pueden generar su propio etanol y transformarlo localmente en combustibles sostenibles para aviación, transporte marítimo o carga pesada.
«Esta es una victoria para la aviación global, para los agricultores, para los operadores industriales, para las aerolíneas, y sobre todo para el planeta», concluyó Samartzis.
Un punto de inflexión global
La puesta en marcha de Freedom Pines Fuels no es solo un hito tecnológico: es un símbolo de lo que puede lograrse cuando convergen innovación, inversión, visión de largo plazo y políticas públicas activas. En un momento en que la transición energética exige soluciones concretas y escalables, el etanol reciclado se perfila como un nuevo protagonista.
Con esta planta en marcha, LanzaJet no solo valida una década de trabajo, sino que abre una vía replicable en múltiples regiones del mundo, desde América Latina hasta Asia, allí donde los residuos abundan y el deseo de volar sin contaminar se convierte en política de Estado.


