Al amanecer, cuando los animales avanzan hacia el comedero y el vapor de su respiración parece mezclarse con la primera luz, nadie imagina la compleja maquinaria biológica que opera en su interior. La vaca mastica con la parsimonia habitual, convierte fibra en nutrientes y sostiene una actividad que durante siglos ha permitido abastecer a las sociedades con proteínas de altísimo valor biológico. Lo que ocurre dentro del rumen, sin embargo, permanece fuera de la vista: un ecosistema denso, caliente y repleto de microorganismos que transforman pasto en energía utilizable. Allí, en ese universo microscópico, se producen también pequeñas cantidades de metano como parte de un ciclo natural que existe desde mucho antes de que hubiera observatorios climáticos o inventarios de emisiones.
Este fenómeno es intrínseco al funcionamiento del rumen, es parte del metabolismo de los microorganismos que digieren el forraje. Durante décadas, investigadores de distintas disciplinas buscaron comprender esta dinámica con un objetivo muy claro: si se encontraran formas de acompañar la digestión sin alterar la productividad ni el bienestar animal, sería posible avanzar hacia una ganadería cada vez más eficiente y sostenible. La clave estaba en entender ese universo microbiano con una precisión que antes parecía imposible.
En ese contexto se inscribe el reciente trabajo de la Universidad de California, Davis; la Universidad de California, Berkeley; y el Innovative Genomics Institute, una institución dedicada a explorar fronteras en biología y genómica. El equipo logró descifrar con detalle cómo el microbioma bovino responde al consumo de una macroalga roja del género Asparagopsis, conocida por su capacidad para reducir las emisiones de metano. Lo que descubrieron va mucho más allá del efecto del alga en sí: revela los mecanismos internos, los genes involucrados y los microorganismos que podrían convertirse en aliados estratégicos para una producción más amigable con el clima.
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La sorprendente reprogramación genética que ocurre cuando el rumen recibe macroalga roja
Antes de este estudio, ya se sabía que Asparagopsis bloquea una enzima crítica para los microbios metanógenos. Pero la ciencia carecía de una explicación completa sobre cómo ese freno enzimático alteraba las miles de interacciones que componen el ecosistema ruminal. La nueva investigación ilumina precisamente ese punto.
El equipo observó que, tras el consumo de la alga roja, ciertos genes microbianos se activaron y otros se apagaron, desencadenando un reordenamiento metabólico profundo. Ese cambio produjo un aumento transitorio del hidrógeno disponible en el rumen, una consecuencia esperada cuando los metanógenos reducen su actividad. Lo relevante es que este hidrógeno no quedó sin uso, sino que fue aprovechado por un microorganismo que hasta ahora había sido prácticamente desconocido.
La bacteria pertenece al género Duodenibacillus, y los investigadores comprobaron que puede captar hidrógeno y convertirlo en succinato, un compuesto que la propia vaca puede transformar luego en proteína. Según explicó Matthias Hess, microbiólogo y profesor en el Departamento de Ciencia Animal de UC Davis, este mecanismo resulta clave porque controla el exceso de hidrógeno y al mismo tiempo contribuye a procesos metabólicos beneficiosos para el animal.
De esta manera, el consumo de Asparagopsis no solo reduce el metano, sino que reorganiza la competencia energética en el rumen, favoreciendo rutas metabólicas más eficientes.
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Una disputa energética que revela nuevas oportunidades para mejorar eficiencia
El hallazgo permite comprender con mayor claridad una dinámica que hasta ahora se asumía sin evidencia detallada: los microorganismos del rumen compiten intensamente por el hidrógeno, una fuente energética fundamental para su supervivencia. Los metanógenos lo utilizan para producir metano, pero al disminuir su actividad, otros microbios pueden ocupar ese espacio metabólico.
Spencer Diamond, investigador del Innovative Genomics Institute, destacó que este trabajo ayuda a entender cómo ciertas bacterias pueden desviar el hidrógeno hacia funciones que favorecen la eficiencia de los animales y no la producción de metano. Es una reinterpretación profunda del funcionamiento del rumen, que abre posibilidades para fortalecer naturalmente aquellas comunidades microbianas que mejor aprovechan la energía disponible.
Este conocimiento prepara el terreno para herramientas de largo plazo basadas en la biología del rumen, con el potencial de reducir emisiones sin depender exclusivamente de aditivos alimentarios.
Menos pérdidas, más fertilizante: el poder de las algas en la nutrición ganadera
Un experimento con ocho vacas que reveló mucho más que datos de emisión
Para comprender la magnitud de los cambios, los científicos trabajaron con ocho vacas: cuatro recibieron dieta convencional y cuatro fueron suplementadas con la alga roja durante catorce días. Los resultados mostraron una reducción del 60% en las emisiones de metano y un aumento del 367% en la producción de hidrógeno, junto con mejoras notables en la eficiencia alimentaria, que en algunos casos alcanzaron el 74%.
Más allá de estas cifras, el equipo logró reconstruir el genoma completo de Duodenibacillus, una bacteria que aún no ha sido aislada en laboratorio. Esto les permitió analizar su funcionamiento global dentro del rumen y comprender cómo compite con otros microorganismos consumidores de hidrógeno. Los investigadores ya están trabajando para aislarla y avanzar hacia aplicaciones futuras.
Hacia comunidades microbianas diseñadas para acompañar la sostenibilidad ganadera
El estudio no descarta el uso de Asparagopsis, pero ofrece una mirada más amplia. Saber qué microbios y qué genes están involucrados permite pensar en estrategias de ingeniería microbiana, capaces de potenciar aquellos organismos que aprovechan mejor el hidrógeno y reducen la formación de metano.
Esta visión coloca al microbioma bovino como un campo estratégico para una ganadería moderna, capaz de combinar productividad, eficiencia y contribuciones al esfuerzo climático global. La lógica ya no es intervenir contra el rumen, sino entenderlo mejor para trabajar con él, aprovechando un sistema biológico que ha evolucionado durante millones de años.
Una nueva mirada al rol del microbioma en la evolución de la ganadería
Este estudio invita a pensar el futuro del sector ganadero desde una perspectiva distinta. Los rumiantes no son el origen del problema, sino sistemas biológicos que pueden mejorar su eficiencia gracias a la ciencia. El rumen, lejos de ser un simple digestor, es un ecosistema sofisticado donde la innovación puede abrir caminos nuevos para la sostenibilidad.
Si la comunidad científica logra avanzar en el diseño o fortalecimiento de comunidades microbianas específicas, será posible acompañar a la ganadería en su camino hacia una mayor eficiencia ambiental, sin perder de vista su rol esencial en la provisión de alimentos y en el funcionamiento de los ecosistemas productivos.


