Ya no alcanza con tener la soja lista en el puerto. Para los principales mercados del mundo, lo que importa ahora es demostrar de dónde vino, cómo se produjo y qué huella dejó. Ese giro ya no es una tendencia: es una condición de acceso. Y Bunge acaba de dar un paso decisivo para adaptarse.
En acuerdo con Bangkok Produce Merchandising —filial del grupo tailandés Charoen Pokphand (CP)— la compañía comenzó a aplicar comercialmente una solución de trazabilidad ambiental diseñada para certificar, lote por lote, que su soja es libre de deforestación. El sistema se desarrolló junto a Justoken, una firma tecnológica con base en Argentina, y ya fue validado con más de 375.000 toneladas en una fase piloto. Ahora se activa para operaciones a escala.
Trazabilidad ambiental como respuesta al nuevo escenario global
El cambio de reglas es claro. Desde fines de 2025, la Unión Europea exigirá a importadores y operadores que prueben que su mercadería no proviene de zonas deforestadas. Lo establece la EUDR, una regulación que obliga a documentar con precisión el origen de productos como soja, carne, cacao o café. La información debe ser georreferenciada, interoperable, y estar disponible para auditoría inmediata.
Estados Unidos avanza en la misma dirección, con lineamientos del EPA y criterios de compras sostenibles cada vez más estrictos. A esto se suma el giro de grandes compradores y supermercados globales, que exigen trazabilidad ambiental a sus proveedores como condición de contrato.
En ese contexto, Bunge no espera. Activa una solución que permite certificar el desempeño ambiental con evidencias digitales concretas. Y lo hace sin discursos: con datos, procesos y tecnología aplicada.
Cómo funciona la plataforma
La herramienta, llamada T&S Explorer, vincula los eventos clave de la cadena agroindustrial con tres tecnologías centrales: blockchain, imágenes satelitales e inteligencia artificial. Cada lote de producción queda asociado a su ubicación exacta, su historial de uso del suelo y los movimientos físicos que atraviesa. Toda esa información se registra de forma inalterable, se actualiza en tiempo real y puede ser consultada por los compradores o reguladores que lo exijan.
Además de verificar origen, la plataforma permite cumplir con marcos como la EUDR, generando automáticamente los expedientes digitales necesarios. También integra datos de stocks, contratos, calidad de grano y conformidad normativa. La trazabilidad no es solo territorial: es documental, comercial y logística.
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Un modelo que empieza en Brasil pero mira a todo el mapa
Aunque la implementación inicial se concentra en Brasil, el acuerdo con CP Group apunta a replicar el modelo en otras operaciones y orígenes. La plataforma fue pensada para escalar: puede aplicarse a cultivos como maíz, arroz o cebada, y también en cadenas de ganadería o alimentos procesados.
Justoken ya trabaja en integraciones con sensores de campo, oráculos climáticos y proveedores externos de validación para ampliar la cobertura de evidencias. La empresa nació como Agrotoken y evolucionó hacia un enfoque más amplio, que combina tokenización, trazabilidad y sustentabilidad con foco en cadenas reales de valor.
Una señal al resto del mercado
La decisión de Bunge tiene un peso estratégico. Al implementar trazabilidad digital para certificar soja sin deforestación, no sólo cumple con nuevas reglas: marca la dirección hacia la que se moverá toda la agroindustria exportadora. En un escenario donde los certificados en papel ya no alcanzan, y donde los mercados más exigentes piden pruebas digitales confiables, el modelo activado por Bunge ofrece una respuesta concreta.
El mensaje es simple: el cumplimiento ambiental ya no se declara, se demuestra. Y quienes lo hagan primero, tendrán una ventaja.


