Si uno mira un edificio nuevo, un electrodoméstico de alta eficiencia o un auto moderno, lo primero que aparece es el diseño. Lo que casi nunca se ve son las espumas que aíslan el frío, los acolchados que hacen más cómodo un asiento, las suelas que amortiguan cada paso o los recubrimientos que protegen metales y plásticos. Detrás de buena parte de esos materiales hay una misma familia química: los poliuretanos. Y en el corazón de muchos poliuretanos está siempre el mismo actor silencioso, un componente llamado metileno difenil diisocianato, o MDI, que hasta ahora se obtenía principalmente a partir de petróleo y gas.
Ese MDI se usa para formular espumas rígidas que mejoran el aislamiento térmico de refrigeradores y construcciones, espumas flexibles para colchones y asientos de vehículos, prepolímeros para adhesivos, selladores y recubrimientos de alto desempeño, elastómeros y termoplásticos de poliuretano que se convierten en suelas de calzado y piezas técnicas. Es un insumo profundamente escondido en la cadena, pero muy presente en la vida cotidiana. Por eso, cuando se habla de descarbonizar la industria química, lo que ocurra con el MDI deja de ser un detalle técnico y pasa a ser parte del núcleo del problema.
El paso de los residuos al biogás y del biogás al MDI
Sobre ese escenario global llega la decisión de BASF de producir MDI a partir de biogás en Shanghái. La compañía firmó un acuerdo de cooperación a varios años con dos socios clave del ecosistema energético e industrial de la ciudad. Por un lado, está Shanghai Chemical Industry Park Industrial Gases Co., Ltd. (SCIPIG), subsidiaria de Air Liquide Group dedicada al suministro de gases industriales dentro del parque químico. Por otro, Shanghai Shenji Energy & Environment Technology Co., Ltd. (Shenji), empresa de Shenergy Group especializada en soluciones de energía y tratamiento de residuos.
Según el acuerdo, Shenji aprovechará su tecnología de tratamiento bio-circular para producir biometano a partir de residuos bio-basados. Ese biometano será purificado para cumplir los estándares nacionales y se inyectará en la red urbana de gas natural operada por Shanghai Gas. Es un punto importante: la ciudad no necesita una red especial para el gas renovable, sino que incorpora el biometano a la infraestructura existente, lo que facilita la escala del proyecto.
Con ese biometano como materia prima, SCIPIG producirá bio-hidrógeno y bio-CO, es decir, hidrógeno y monóxido de carbono de origen biogénico. Se trata de las mismas moléculas que la industria ya conoce y utiliza, pero con un origen distinto: en lugar de provenir de gas natural fósil, su carbono y su energía vienen de residuos que hace poco tiempo eran materia orgánica en circulación.
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Qué acordaron BASF, Air Liquide y Shenergy en Shanghái
A partir de esos gases industriales bio-basados, BASF fabricará MDI y sus derivados con una huella de carbono de producto reducida, los llamados MDI con reduced product carbon footprint, o rPCF. La colaboración abarca tanto el MDI monomérico como otros derivados, y abre la puerta a que los clientes de la región puedan acceder a soluciones de poliuretano con menor impacto climático sin sacrificar prestaciones.
En el anuncio, Jeffrey Lou, presidente y chairman de BASF Greater China, no ocultó su entusiasmo. Recordó que este paso llega apenas un año después de la firma de un memorándum de entendimiento con Shenergy para cooperar en proyectos de biometano. En sus palabras, aplicar materias primas bio-basadas permitirá reducir aún más la huella de carbono de los productos de BASF, fortalecer su portafolio sostenible y, sobre todo, acompañar la transformación verde de los clientes locales. Describió el proyecto como un paso clave para construir, de forma conjunta, un futuro de bajas emisiones.
Desde Shenergy, Dinan Huang subrayó otro ángulo: el de la economía circular urbana. Señaló que el grupo está comprometido con convertir residuos bio-basados en bioenergía de alto valor y que este acuerdo representa un hito posterior a la alianza con BASF del año anterior, además de un avance en la construcción de una cadena de valor de bajo carbono que une materias primas bio-basadas con químicos verdes. Para él, la colaboración busca acelerar el desarrollo verde y contribuir tanto a la transformación industrial como al crecimiento urbano sostenible.
Rui Coelho, CEO de Air Liquide China, se centró en el rol del parque químico. Destacó que esta será la primera vez que se produzcan localmente en Shanghái bio-hidrógeno y bio-CO a partir de biomasa y que estos productos cumplirán plenamente con los estándares ISCC PLUS, una certificación que verifica la sostenibilidad y trazabilidad de materias primas bio-basadas y circulares. Según explicó, el contrato marca el inicio de la producción de bio-productos en el parque y aporta un impulso importante para los objetivos de descarbonización y economía circular de las empresas instaladas allí.
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Un MDI con menor huella de carbono para espumas, suelas y recubrimientos
El corazón de la noticia es que, gracias a esta cadena, el MDI deja de depender exclusivamente de fuentes fósiles y empieza a incorporar biogás en su historia de origen. El biometano producido por Shenji sustituye al gas natural convencional en la generación de hidrógeno y monóxido de carbono, y esos gases renovables se convierten en la base sobre la que BASF sintetiza el MDI y sus derivados.
Para el usuario final nada cambia en apariencia. La espuma de un colchón seguirá siendo cómoda, la suela de una zapatilla seguirá siendo resistente y el recubrimiento de una pieza metálica seguirá protegiéndola como siempre. Pero detrás, la huella de carbono asociada a ese poliuretano puede ser menor porque una parte del camino se hizo con carbono de residuos y no con carbono fósil. En el caso de los MDI monoméricos, que pueden utilizarse como isocianatos puros, mezclarse con MDI polimérico o transformarse en prepolímeros para espumas flexibles, aplicaciones CASE, suelas o termoplásticos de poliuretano, la oportunidad de reducir la huella se multiplica a lo largo de toda la cadena de productos.
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Una señal que apunta a la química verde
El proyecto de Shanghái no resuelve por sí mismo el desafío climático de la industria química, pero funciona como un adelanto tangible de lo que puede venir. Una megaciudad canaliza sus residuos orgánicos hacia una planta de biogás; una compañía energética convierte ese biogás en biometano que circula por la red urbana; un proveedor global de gases industriales lo transforma en bio-hidrógeno y bio-CO con certificación ISCC PLUS; y un productor químico como BASF integra esos gases en la fabricación de una molécula clave para la economía moderna.
Cuando se mira en conjunto, la cadena ya no es solo una curiosidad tecnológica, sino una muestra de cómo podría reorganizarse parte de la química de base. En lugar de depender exclusivamente del carbono que se extrae del subsuelo, se empieza a aprovechar el carbono que ya está en circulación, contenido en residuos y biomasa urbana. Y aunque el nombre “MDI” diga poco a la mayoría de las personas, el efecto de este cambio se siente en los materiales que las rodean todos los días.
En Shanghái, la transición no se anuncia con grandes lemas, sino con una decisión industrial concreta: que una molécula fundamental para espumas, suelas y recubrimientos comience a nacer, al menos en parte, del biogás. A partir de ahí, el desafío será escalar, replicar y seguir empujando los límites de lo que la bioeconomía puede hacer dentro de la química pesada.


