Se sabe que Donald Trump es un escéptico del cambio climático. En repetidas ocasiones ha ninguneado a la ciencia y hasta ha twitteado – durante la ola de frío que azotó a EEUU en diciembre, que Estados Unidos «podría usar un poco de ese buen viejo Calentamiento Global que nuestro País, pero no otros, iba a pagar BIILLONES DE DÓLARES para protegerse contra». Recordemos que, a mediados del año pasado, Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo de París, firmado por 195 países.
Scott Pruitt, también famoso por su negación al cambio climático, fue impuesto por Trump al frente de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), entidad responsable de la política medioambiental de los Estados Unidos. Desde su nombramiento, Pruitt supervisó la derogación o postergación de docenas de normas ambientales, incluido el plan de energía limpia de la administración Obama, que buscaba frenar las emisiones de gases de efecto invernadero de las centrales eléctricas de carbón.
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No sorprende a nadie que la estocada haya llegado a los biocombustibles. El mes pasado, Philadelphia Energy Solutions, la refinería de petróleo más grande de la costa este de Estados Unidos se declaró en bancarrota. La compañía acusó al costo de cumplir con el Estándar de Combustible Renovable (RFS) de los EEUU, una ley que exige que los refinadores mezclen etanol y biodiesel en su gasolina y gasoil, respectivamente.
Pruitt, quien el martes en una entrevista afirmó que el cambio climático es bueno para la humanidad “… los seres humanos han florecido más en tiempos de tendencias de calentamiento global, respaldó la posición de Philadelphia Energy Solutions en una entrevista a Fox News la semana pasada, solicitando un recorte del RFS, medida que debe aprobare en el Congreso. La reacción de la industria de los biocombustibles no tardó en llegar, alegando que la mala situación de la refinadora se debe a sus elevados costos por importar petróleo pesado del mar del norte y la costa oeste de África, muchos más caros para procesar que el proveniente de centro oeste de EEUU.
En Argentina, el lobby petrolero se ha instalado con fuerza en los últimos meses. En octubre pasado, las comercializadoras de combustibles aumentaron sus precios acusando a una suba en los precios de los biocombustibles e instalando una fuerte campaña mediática responsabilizando a los mismo de los sucesivos aumentos en surtidor. Esto llevó a que el Ministro Aranguren tome la decisión de recortar un 30% en el precio del bioetanol que deben pagar las petroleras a las biorrefinerías.
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Una de las primeras medidas de Mauricio Macri al asumir como presidente, fue llevar el corte de bioetanol en las naftas del 10% al 12%, siendo este aumento exclusivo para la caña de azúcar, un sector que se encontraba inmerso en una profunda crisis económica. Para cumplir el nuevo cupo varios ingenios se embarcaron en la construcción de nuevas refinerías o modernizaciones de las existentes, obras que justo están finalizando cuando llega esta medida.
Ante las quejas del sector, Energía puso en revisión los costos de la producción de bioetanol y mientras tanto la rebaja quedo en el 15%, vigente hasta hoy y congelado hasta marzo.
Contabilizando el de la semana pasada, ya son 5 aumentos en los combustibles que se han registrado desde octubre, mientras los precios de los biocombustibles siguen congelados en valores inferiores a los registrados en aquel mes.
El etanol, por su alto octanaje, cumple la función de oxigenante en las naftas, sustituyendo al MTBE – de origen fósil, prohibido en varios países y desaconsejados en otros por ser nocivos para la salud. Pero además la componente de bioetanol en la nafta, no tributa ni tasa hídrica, ni ITC, por lo que su precio al público es bastante menor que la nafta, al revés de lo que comunican las comercializadoras de combustibles.
Los biocombustibles cumplen un rol social en el fortalecimiento de las economías regionales. Hoy Argentina cuenta con 34 plantas de biodiesel distribuidas entre las provincias de Santa Fe, Buenos Aires, Entre Ríos, La Pampa, San Luis y Santiago del Estero; y 17 plantas de etanol entre las provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Córdoba, Santa Fé, y San Luis, en su mayoría pymes de capitales nacionales que agregan valor a la producción local y generan empleo de calidad en el interior productivo argentino.
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La era de los combustibles fósiles va llegando a su fin. Las sociedades de occidente demandan cada día más productos con baja huella de carbono, para lo cual requieren de un flujo de provisión de materias primas e insumos proveniente de fuentes renovables. Así es que varios países ya le han puesto fecha límite a las ventas de autos a pistones y hasta el propio CEO de Royal Dutch Shell, Ben van Beurden se mueve en un automóvil eléctrico.
Argentina, ratificó su adhesión al acuerdo de París luego de a renuncia de Trump, y los biocombustibles serán indispensables para alcanzar los objetivos comprometidos en la reducción de emisiones en el transporte.


