sábado, noviembre 1, 2025
 

El maíz llega a la zona íntima femenina… pero no para lo que estás imaginando

Parece un chiste, pero no lo es: la ciencia encontró en el maíz una solución íntima, cotidiana y sorprendentemente sustentable.

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En un mundo saturado de plásticos invisibles pero omnipresentes, donde cada gesto cotidiano parece dejar una huella imborrable en el planeta, una verdad inesperada emerge desde los campos de maíz: quizás, entre sus granos dorados, se esconda una solución a uno de los residuos más subestimados y persistentes de nuestra era.

Un nuevo estudio publicado en Sustainability Science and Technology pone el foco en los productos sanitarios descartables —esos que se usan y se tiran sin mayor reflexión— y plantea una alternativa que podría cambiar para siempre nuestra forma de consumir y descartar: el uso de almidón de maíz para fabricar productos higiénicos biodegradables, como toallas femeninas.

Y no se trata de una mejora marginal. Las pruebas comparativas demostraron que las toallas sanitarias femeninas biodegradables elaboradas con ácido poliláctico (PLA), un bioplástico derivado del almidón de maíz, tienen un impacto ambiental 17 veces menor que sus equivalentes de plástico.

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¿Sabías que una toalla sanitaria promedio está compuesta en un 90% por plástico? Eso equivale aproximadamente a cuatro bolsas plásticas por unidad. A lo largo de su vida, una persona menstruante puede llegar a utilizar hasta 120 kilos de productos sanitarios.

La mayoría de esos residuos —unas 200.000 toneladas anuales a nivel mundial— no se recicla. Gran parte termina en vertederos o, peor aún, en los cuerpos de agua. Solo en América del Norte, se calcula que 55.000 toneladas de residuos plásticos sanitarios terminan cada año en ríos, lagos y océanos.

Estamos hablando de un flujo constante de microplásticos, toxinas y materiales de degradación lenta que se acumulan en los ecosistemas acuáticos, dañan la fauna marina, y eventualmente, regresan a nosotros a través de la cadena alimentaria.

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El maíz: la solución para toallas femeninas ecológicas

Aquí es donde entra el maíz. No como alimento, ni como bioetanol, sino como materia prima para un cambio estructural. El ácido poliláctico (PLA) que se obtiene del almidón de maíz es un polímero biodegradable que no solo se descompone más fácilmente, sino que, en su producción, emite menos gases de efecto invernadero y evita el uso de derivados fósiles.

Según el estudio, incluso cuando se considera el mayor uso de suelo que implica cultivar maíz frente a usar plástico fósil, la ecuación ambiental sigue siendo ampliamente favorable al PLA. Su procedencia renovable y su menor toxicidad lo posicionan como una de las soluciones más viables para sustituir al plástico en aplicaciones sensibles.

Y, a diferencia de otros biomateriales más exóticos o costosos, el maíz es un cultivo global, fácilmente escalable y con una cadena de suministro robusta. Esto le da una ventaja estratégica para su adopción industrial. Grandes empresas pueden abastecerse sin grandes saltos tecnológicos ni cambios estructurales en la producción.

¿Por qué no se usa más, entonces?

Alice Medeiros de Lima, autora principal del estudio, lo resume con crudeza: “La clave para una adopción generalizada está en la facilidad de producción, el precio y la escalabilidad. Las empresas aún no han encontrado el incentivo económico o regulatorio para hacer el cambio”.

En otras palabras: no basta con tener la tecnología y la materia prima. Hace falta decisión política, presión del consumidor y una lógica de mercado que premie la sustentabilidad.

El informe también alerta sobre un riesgo que no suele mencionarse: las soluciones sostenibles abundan, pero su subutilización se ha vuelto un obstáculo estructural. Es decir, el problema ya no es solo técnico o de innovación, sino de adopción.

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Más que un residuo, una oportunidad de cambio

Transformar el sistema de productos sanitarios puede parecer un detalle menor frente al drama climático global. Pero lo íntimo también es político, ambiental y estructural. Si se lograra migrar, aunque sea parcialmente, de los productos sanitarios plásticos a alternativas de almidón de maíz, estaríamos reduciendo de forma inmediata una fuente significativa de residuos persistentes.

Además, esta solución tiene una ventaja narrativa poderosa: es tangible, cotidiana y universal. Nos permite entender que la bioeconomía no es una abstracción lejana, sino una respuesta concreta a un problema real.

Lo que hace décadas comenzó como un cultivo para alimentar humanos y animales, hoy se postula como una de las plataformas más versátiles para construir una economía más limpia. Desde biocombustibles hasta bioplásticos, pasando ahora por productos de higiene personal, el maíz reafirma su lugar como protagonista silencioso de la transición verde.

En la próxima visita al supermercado, quizás no sea solo una bolsa de maíz la que compremos. Quizás estemos eligiendo un nuevo paradigma.

 
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