En las frías aguas del Mar Báltico, donde la logística marítima europea se entrelaza con la innovación energética, uno de los buques más emblemáticos de Maersk acaba de cargar un combustible diferente. No es petróleo ni gas, ni siquiera el metanol verde que la naviera danesa ha convertido en estandarte de su estrategia de descarbonización. Esta vez, el motor del Laura Maersk late con una nueva mezcla: 90% metanol y 10% etanol. Y no cualquier etanol, sino etanol brasileño, símbolo global de la bioenergía tropical.
El experimento marca un nuevo hito en la carrera por reducir las emisiones del transporte marítimo, un sector históricamente dependiente de combustibles fósiles que hoy enfrenta la presión regulatoria y ambiental más intensa de su historia. A la vanguardia de este cambio se encuentra Maersk, el gigante danés que, con más de un siglo en los mares, busca reconvertirse en líder de la transición energética global. Su objetivo: operar una flota que no solo sea eficiente y moderna, sino también neutra en carbono.
El desafío del metanol y la necesidad de alternativas
Desde 2021, Maersk viene apostando por el metanol como vector clave de su descarbonización. Este alcohol simple, que puede producirse de forma renovable a partir de residuos biomásicos, dióxido de carbono capturado o hidrógeno verde, es compatible con motores dual-fuel capaces de funcionar tanto con combustibles tradicionales como con esta opción más limpia. El Laura Maersk, una nave alimentadora de 2.100 TEU que opera rutas regionales en Escandinavia y el Báltico, ha sido desde entonces el laboratorio flotante de la empresa.
Pero el metanol tiene una debilidad crítica: su disponibilidad. Aunque su potencial es alto, la infraestructura de producción y distribución sigue siendo incipiente, lo que complica su adopción a gran escala. Ante este cuello de botella, Maersk decidió explorar una vía complementaria: mezclar metanol con otros biocombustibles ya disponibles, como el etanol, para crear soluciones flexibles que se adapten mejor a la oferta global.
Desde Barcelona zarpa una nueva travesía hacia la descarbonización marítima
Etanol brasilero: una apuesta estratégica
El etanol elegido para esta prueba proviene de Brasil, país que lidera mundialmente la producción de bioetanol de caña de azúcar. Este biocombustible no solo es renovable y de baja emisión, sino que además cuenta con décadas de experiencia industrial, certificaciones internacionales y una cadena logística robusta. Su incorporación en mezclas marítimas no es menor: podría permitir a empresas como Maersk ampliar rápidamente su abanico de abastecimiento sin depender de una sola molécula.
La mezcla en cuestión, conocida como E10, se compone de un 10% de etanol en el metanol que alimenta al Laura Maersk. Durante un periodo de entre cuatro y seis semanas, la compañía evaluará su rendimiento operativo frente al historial acumulado durante tres años de navegación exclusivamente con metanol. El objetivo es doble: garantizar que la inclusión de etanol no compromete el funcionamiento del motor y confirmar que no introduce efectos adversos en términos de corrosión, lubricación o calidad de ignición.
Tecnología dual-fuel y foco en emisiones
Los buques dual-fuel como el Laura Maersk están diseñados para ofrecer máxima flexibilidad operativa. Sus motores pueden alternar entre combustibles fósiles convencionales y alternativas limpias como el metanol, lo que permite a las navieras adaptarse según la disponibilidad local y las regulaciones portuarias. Pero esta flexibilidad no es trivial: cada mezcla nueva implica recalibrar procesos de ignición, verificar compatibilidades químicas y, sobre todo, medir impactos ambientales.
Uno de los focos clave del ensayo con E10 será justamente el análisis de emisiones. Maersk quiere saber si la introducción de etanol modifica los perfiles de gases contaminantes, en particular los óxidos de nitrógeno (NOx), que son críticos tanto por su impacto climático como por las normas de los puertos europeos. En paralelo, se estudiará el comportamiento del combustible en términos de eficiencia térmica, consumo específico y desgaste de componentes.
Rumbo a los grandes portacontenedores
Aunque el Laura Maersk es una nave relativamente pequeña dentro del portafolio de la compañía, su rol como plataforma de pruebas es estratégico. Los aprendizajes que se obtengan de esta experiencia podrían aplicarse directamente a los nuevos portacontenedores de 16.000 TEU que Maersk comenzó a desplegar este año. A partir de mayo de 2025, una docena de estas naves colosales ya navegan con propulsión a metanol, y una más fue recientemente convertida para sumarse a la flota limpia.
La posibilidad de incorporar etanol a la ecuación ofrece una válvula de alivio a la presión logística de abastecer a estas embarcaciones con volúmenes crecientes de metanol puro. Además, permite pensar en combinaciones regionales: metanol en zonas con buena disponibilidad, etanol en puertos con infraestructura consolidada como los brasileños. En un escenario de transición, donde la flexibilidad puede marcar la diferencia entre éxito y fracaso, esta capacidad de adaptación puede ser decisiva.
Una señal al mercado bioenergético
Más allá de los motores y las moléculas, la iniciativa de Maersk envía una señal potente a la industria bioenergética global. El hecho de que una de las principales navieras del mundo recurra al etanol brasilero no solo valida su calidad y sostenibilidad, sino que también lo posiciona como actor clave en la nueva arquitectura energética del transporte internacional.
En tiempos donde el hidrógeno verde aún es promesa y los biocombustibles avanzados pelean por escalar, este tipo de alianzas entre sectores —marítimo, energético, agrícola— puede acelerar el cambio más que cualquier regulación. El océano, después de todo, no espera. Y Maersk, con etanol tropical en sus tanques, parece haberlo entendido.


