En Belém do Pará, a orillas del Amazonas, los debates de la COP30 encendieron una señal distinta a la de los discursos usuales sobre transición energética. En lugar de prometer tecnologías lejanas o soluciones imposibles de escalar, una alianza continental de actores agrícolas y energéticos planteó algo radical por su sencillez: producir más, con lo que ya tenemos. Y hacerlo rápido. El Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y la Coalición Panamericana de Biocombustibles (CPBIO) presentaron en ese escenario el “Compromiso de Belém para los Combustibles Sostenibles”, una iniciativa que apunta a cuadruplicar la producción y el consumo global de estos combustibles para 2035.
El plan, conocido como “Belém 4x”, no propone nuevas tierras ni grandes disrupciones tecnológicas, sino cerrar las brechas de productividad en seis cultivos fundamentales —maíz, caña de azúcar, trigo, soja, colza y palma— que ya alimentan a buena parte del sistema agroindustrial y energético de las Américas. La idea no es solo viable: ya está en marcha, y con impacto medible.
Combustibles para un mundo que aún necesita combustibles
Mientras el mundo se obsesiona con baterías y redes eléctricas, buena parte del transporte global —desde los aviones hasta los barcos, pasando por el agro, la industria pesada, y hasta los automóviles— sigue dependiendo de combustibles líquidos. No se trata de elegir entre electrificación o moléculas, sino de reconocer que ambas serán necesarias para alcanzar la neutralidad de carbono. En ese contexto, los combustibles sostenibles emergen como aliados clave: no sólo complementan la electrificación, sino que ofrecen una solución inmediata, disponible y con tecnologías maduras para su despliegue.
Eso incluye, entre otros, los biocombustibles líquidos, el biogás y biometano y el hidrógeno de bajas emisiones. Pero entre todos ellos, los primeros siguen siendo los de mayor protagonismo: ya están presentes en las mezclas de naftas y diésel de varios países, se producen con infraestructuras existentes y generan millones de empleos rurales.
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Qué propone exactamente el Belém 4x
La iniciativa se apoya en un “policy brief” conjunto del IICA y la CPBIO que toma como referencia el informe “Delivering Sustainable Fuels – Pathways 2035” de la Agencia Internacional de Energía (AIE) y el documento técnico del IICA titulado “Cerrando las brechas de rendimiento agrícola: una alternativa clave y sostenible en la oferta de Biocombustibles líquidos”.
Según estos informes, duplicar la producción de biocombustibles líquidos sin expandir la frontera agropecuaria no solo es posible, sino altamente rentable. Con un manejo más eficiente de la productividad agrícola —a partir de mejores semillas, tecnologías de manejo, riego, fertilización y logística— se puede superar holgadamente la meta propuesta en la declaración de Belém, alcanzando incluso hasta un 72% adicional de capacidad productiva.
Esto representa una oportunidad concreta para países como Brasil, Argentina, Paraguay, Colombia y Estados Unidos, donde estos cultivos ya son parte esencial de la matriz productiva rural.
Una coalición hemisférica con músculo agroindustrial
La CPBIO, creada en 2023, nuclea a los principales gremios industriales y agropecuarios de las Américas vinculados a la producción y procesamiento de caña, maíz, soja, sorgo, alcohol, aceites y otros insumos clave para la bioenergía. Su articulación con el IICA, que ejerce la Secretaría Técnica, le da alcance regional y respaldo institucional.
“Los biocombustibles son la forma más rápida que tenemos de descarbonizar el transporte, son una solución inmediata”, explicó Agustín Torroba, especialista internacional en biocombustibles del IICA y secretario técnico de la CPBIO. Según datos preliminares del organismo, la producción actual de biocombustibles en las Américas evita la emisión de 185 millones de toneladas de CO₂ equivalente cada año. “A ello se le suma la diversificación energética y la producción de subproductos. En resumidas cuentas, los biocombustibles en la región son una fuente de seguridad alimentaria, ambiental y energética”, agregó.
Más rendimiento, menos presión sobre los ecosistemas
Una de las fortalezas del enfoque Belém 4x es que demuestra que la sostenibilidad no está reñida con la escala. Al centrar la estrategia en el cierre de brechas de productividad, evita caer en la falsa dicotomía entre energía y alimentos, o entre agro y ambiente.
La historia reciente respalda esa visión. En los últimos 20 años, la producción de biocombustibles líquidos ha crecido de manera sostenida sin expansión significativa de tierras, gracias a mejoras en los rendimientos agrícolas y al aprovechamiento de tecnologías comerciales ya disponibles.
Desde esta perspectiva, el policy brief propone que las políticas públicas y los marcos regulatorios internacionales prioricen tres principios: productividad, sostenibilidad y armonización normativa. Esto implica, por ejemplo, no penalizar a los productores eficientes con criterios de sostenibilidad que ignoran las mejoras reales en el terreno, o crear incentivos que favorezcan inversiones en sistemas agrícolas inteligentes.
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Una apuesta desde América para el mundo
La declaración de Belém no es una proclama simbólica, sino una invitación técnica y política a repensar la transición energética global con los pies en la tierra. Y con los ojos puestos en los campos.
Desde la COP30, IICA y CPBIO proponen un modelo de crecimiento basado en lo que ya existe: cultivos abundantes, cadenas agroindustriales maduras y una ciencia agronómica capaz de cerrar brechas de rendimiento sin generar presión adicional sobre los ecosistemas. Es una narrativa donde América Latina no solo tiene algo que decir, sino algo que enseñar.


