Cada año, cuando el calendario atraviesa su ecuador, muchas personas experimentan una sensación familiar: el cuerpo empieza a pedir tregua. A pesar de cumplir con las ocho horas de descanso recomendadas, hay quienes despiertan sin energía, como si el sueño no bastara para reiniciar el sistema. La fatiga se vuelve persistente, y el estrés cotidiano parece cada vez más difícil de afrontar. Sin embargo, lo que podría parecer un simple bajón estacional tiene, en muchos casos, una raíz mucho más profunda: el ADN.
La medicina personalizada, una de las ramas más prometedoras de la biotecnología actual, ha demostrado que nuestras capacidades físicas, cognitivas y emocionales están fuertemente influenciadas por la genética. Desde cómo absorbemos nutrientes hasta cómo reaccionamos ante el esfuerzo físico o las presiones mentales, cada individuo responde de manera única. Y esa singularidad está escrita en sus genes.
El ADN como hoja de ruta del bienestar
En lugar de seguir reglas generales sobre alimentación, descanso o ejercicio, la medicina del siglo XXI propone un enfoque radicalmente distinto: adaptar las decisiones de salud al perfil genético de cada persona. Así lo afirma Adrián Turjanski, director científico de Gen360 —empresa argentina especializada en medicina personalizada— e investigador del CONICET, quien asegura que “la genética no predice nuestro destino, pero sí nos ofrece herramientas valiosas para tomar decisiones informadas que pueden mejorar significativamente nuestra calidad de vida”.
Con una simple muestra de sangre, los análisis genéticos actuales pueden evaluar más de 700.000 variantes del ADN humano y más de 80 rasgos relacionados con la salud, la nutrición y el bienestar. Entre ellos, se destacan aquellos que determinan los niveles diarios de energía y la respuesta al estrés físico y mental. La precisión de estas pruebas no solo permite entender por qué una persona se siente fatigada con mayor frecuencia, sino también cómo prevenir o reducir esas sensaciones mediante ajustes personalizados en el estilo de vida.
La energía nace en las mitocondrias (y depende de micronutrientes)
El cansancio, muchas veces minimizado, puede tener consecuencias fatales. Un informe publicado en 2024 por la National Sleep Foundation —una ONG estadounidense dedicada al estudio del sueño— reveló que el 21% de los accidentes automovilísticos están vinculados con la somnolencia o el quedarse dormido al volante. Se trata de la segunda causa más común de siniestros, solo detrás del consumo de sustancias y la distracción.
Más allá del entorno, el cuerpo también tiene sus límites biológicos. Una de las claves para entender la fatiga está en las mitocondrias, las estructuras celulares responsables de producir la energía que sostiene todas nuestras funciones vitales. Para operar correctamente, estas verdaderas usinas moleculares necesitan micronutrientes esenciales como las vitaminas B6, B12, D y el magnesio. Sin ellos, la eficiencia energética celular cae en picada.
“No todas las personas metabolizan estos nutrientes de la misma manera”, explica Turjanski. “Algunas tienen variantes genéticas que hacen que necesiten una mayor ingesta o suplementación para mantener niveles adecuados”. Este conocimiento permite, por ejemplo, corregir déficits invisibles que ningún análisis de rutina detectaría, pero que tienen un impacto directo en el bienestar diario.
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El estrés también tiene una firma genética
Así como ocurre con la energía, la capacidad de afrontar el estrés también está codificada, en parte, en los genes. Los test genéticos permiten detectar predisposiciones a la fatiga neuromuscular temprana, a una mayor inflamación post-esfuerzo o incluso a una lenta recuperación emocional. Estos factores no solo afectan a deportistas, sino también a cualquier persona expuesta a ritmos exigentes de trabajo, estudio o cuidado familiar.
Además, el ADN también influye en cómo procesamos sustancias que afectan el sistema nervioso, como la cafeína y el alcohol. Ciertas variantes genéticas prolongan los efectos estimulantes de estas moléculas, generando ansiedad, insomnio o irritabilidad en personas que, sin saberlo, tienen una tolerancia reducida. En estos casos, lo que para algunos es una taza de energía matinal, para otros puede ser un cóctel de alteraciones biológicas.
“Conocer estas respuestas individuales es clave para ajustar hábitos cotidianos que impactan directamente en nuestro bienestar mental y físico,” subraya el especialista de Gen360.
Del autoconocimiento a la acción: una nueva medicina
El verdadero potencial del análisis genético no radica solo en el diagnóstico, sino en la acción que permite tomar. Saber cómo responde nuestro cuerpo al estrés, qué nutrientes necesita con mayor urgencia, o qué sustancias debemos evitar, cambia por completo la forma de cuidar la salud. Se trata de una medicina que no impone, sino que propone caminos personalizados.
Este enfoque también marca un giro cultural: en lugar de culpabilizar a las personas por su cansancio o su sensibilidad al estrés, reconoce que hay causas biológicas que pueden explicar esas dificultades. En ese sentido, los datos genéticos no solo sirven para prevenir enfermedades, sino también para recuperar la confianza en el propio cuerpo.
El cansancio que no se va, el estrés que desborda, la mente que no descansa: quizás la solución no esté en dormir más, sino en mirar más profundo. Allí, en el núcleo de cada célula, donde el ADN guarda sus secretos, puede encontrarse la respuesta para vivir con mayor energía y equilibrio.


