En los templos de la India, millones de flores se acumulan cada día como ofrendas sagradas. Al terminar el ritual, no pueden simplemente desecharse: son objetos de devoción. Pero tampoco hay un destino claro para ellas. Se amontonan, se marchitan, y su fragancia se pierde en el aire sin dejar rastro. ¿Y si esas mismas flores pudieran convertirse en agentes de cambio? ¿Y si sirvieran para purificar agua, fortalecer alimentos, tratar enfermedades o generar nuevos materiales sostenibles?
Esa es la pregunta que impulsa un estudio internacional recientemente publicado en la revista Bioresources and Bioprocessing, donde un equipo de científicos propone reimaginar el rol de las flores dentro de la bioeconomía circular. Con datos, experiencias y tecnología, plantean algo revolucionario: que lo que hoy vemos como residuo floral puede ser, en realidad, una materia prima poderosa para transformar la salud, la industria y el ambiente.
El equipo estuvo liderado por Harsh Kumar (Universidad de Horticultura y Silvicultura de Nauni, India), junto a Tabarak Malik (Universidad de Jimma, Etiopía) y Eugenie Nepovimova (Universidad de Hradec Králové, República Checa), con participación de otros doce investigadores de Asia, Europa y África. Su objetivo fue tan ambicioso como concreto: demostrar que las flores, más allá de su belleza, pueden convertirse en biomasa útil y multifuncional, capaz de generar impactos tangibles en salud, alimentos, ambiente, industria e innovación tecnológica.
Una agenda floral para los ODS
Desde su título, el estudio no deja lugar a dudas: se trata de un manifiesto a favor de la “Valorización de flores y su rol en la bioeconomía circular y los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Pero no es un texto romántico. Es una revisión científica minuciosa que analiza más de una década de investigaciones sobre el uso de flores para producir bio-nanomateriales, bioadsorbentes, aceites esenciales, biochar y alimentos enriquecidos.
Cada aplicación está alineada con uno o varios ODS: salud y bienestar (ODS 3), agua limpia (ODS 6), hambre cero (ODS 2), trabajo e innovación (ODS 8 y 9). No se trata de un catálogo de promesas verdes, sino de tecnologías concretas que ya se están desarrollando en laboratorios, universidades y cooperativas.
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Nanotecnología floral: puntos cuánticos que iluminan el futuro
Uno de los hallazgos más fascinantes del estudio es el uso de flores para sintetizar nanomateriales: estructuras microscópicas con propiedades sorprendentes. Usando métodos verdes —sin químicos tóxicos ni temperaturas extremas—, los investigadores lograron producir puntos cuánticos de carbono (carbon dots) y nanopartículas metálicas (de plata, oro, cobre y zinc) a partir de flores como jazmín, hibiscus, caléndula o cerezo.
Estas nanopartículas no solo brillan bajo la luz ultravioleta: también detectan contaminantes, eliminan bacterias resistentes, combaten células cancerígenas y degradan colorantes industriales. Son aplicaciones reales y reproducibles que podrían revolucionar el tratamiento de agua, la medicina de precisión y la industria textil.
Biochar y bioadsorbentes: cuando los pétalos limpian el agua
El potencial ambiental es igual de revelador. Residuos florales —como los de Bougainvillea glabra, Neolamarckia cadamba o Spathodea campanulata— pueden convertirse en biochar: un carbón vegetal poroso, altamente reactivo, ideal para captar metales pesados, absorber contaminantes o purificar aguas residuales. Algunos tipos de biochar tratados químicamente mostraron eficiencia para remover cromo, flúor y otros tóxicos, incluso en condiciones reales de campo.
Y no solo eso: también sirven como materiales de construcción, reemplazo parcial de cemento, o incluso como componentes de supercapacitores para almacenamiento energético. Es decir, las flores también pueden generar energía, no solo aroma.
Alimentación funcional: sabor, salud y sostenibilidad
El estudio dedica un extenso apartado al uso de flores comestibles en alimentos funcionales. Se trata de una práctica ancestral, pero ahora con respaldo científico y estrategia industrial. Desde panes fortificados con azafrán hasta yogures con flor de calabacín, pasando por galletas con pétalos de jazmín o muffins con trébol blanco, las flores aportan más que sabor y color: incorporan flavonoides, polifenoles, antioxidantes, minerales y fibra dietaria.
Los ensayos muestran mejoras en la textura, estabilidad, vida útil y beneficios nutricionales. Algunos productos reducen el índice glucémico, otros mejoran la biodisponibilidad de nutrientes. Todo con insumos naturales, de bajo costo y muchas veces desechados.
Aceites esenciales: mucho más que perfumería
Otra vía destacada es la extracción de aceites esenciales a partir de flores como lavanda, manzanilla, hibiscus, clavel o caléndula. Estos aceites, ricos en terpenoides, tienen propiedades antifúngicas, antibacterianas, antiinflamatorias y antioxidantes. Son ingredientes clave en la conservación de alimentos, la cosmética natural y la farmacología vegetal. Su uso permite reemplazar aditivos sintéticos y abrir nuevas cadenas de valor para la agroindustria floral.
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Una propuesta de ciencia circular con raíces culturales
Más allá de los datos y las gráficas, el estudio propone una transformación cultural. Las flores, utilizadas durante siglos en medicina tradicional, ritos religiosos y gastronomías regionales, recuperan aquí su rol funcional dentro de un paradigma moderno: el de la economía circular basada en la biodiversidad y el conocimiento local.
No se trata solo de agregar tecnología a la floricultura. Se trata de diseñar políticas públicas, cadenas de valor y modelos de negocio donde lo que antes era residuo ritual o decorativo se transforme en insumo de alto valor estratégico.
Cuando la ciencia florece, todo florece
El trabajo liderado por Kumar, Malik y Nepovimova no es una curiosidad botánica, sino una hoja de ruta para países que buscan conjugar desarrollo económico, justicia ambiental y soberanía tecnológica. En tiempos de crisis climática, escasez hídrica y sistemas alimentarios tensionados, pensar en flores puede parecer frívolo. Pero si esas flores limpian, curan, alimentan y generan empleo, entonces no estamos hablando de estética, sino de estrategia.
Porque en la bioeconomía del futuro, hasta el más delicado de los pétalos puede convertirse en cimiento de un mundo más justo, verde y circular.


