Pese a la recuperación en el consumo de combustible diésel en Argentina, el volumen de biodiesel mezclado en el gasoil tuvo en 2021 su peor registro desde el año 2010, cuando entró en vigencia la reglamentación para cortar los combustibles fósiles con biocombustibles. En contraposición, las importaciones de gasoil en el año treparon a los niveles pre-pandémicos.
De acuerdo a estimaciones realizadas por la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno (AABH), en 2021 se comercializaron en el mercado interno unas 439 mil toneladas de biodiesel, una cifra que se ubica por debajo de los niveles de 2020, cuando el consumo de combustibles se derrumbó como consecuencia de los bloqueos impuestos para contener el coronavirus. La mezcla efectiva de biodiesel en el gasoil también tuvo su peor registro, alcanzando apenas el 3,6%, muy por debajo del 5% que exige la nueva normativa (aprobada ese mismo año) que redujo el corte mínimo de biodiesel del 10% a la mitad.
Según Claudio Molina, Director Ejecutivo de AABH, desde que asumió el gobierno de Alberto Fernandez, con la gestión de Darío Martinez al frente de la Secretaría de Energía, el contenido promedio ponderado de biodiesel en el gasoil está por debajo del 4 %. Molina dijo que no hay narrativa que pueda justificar semejante incumplimiento. «La pandemia redujo significativamente la demanda de combustibles minerales, como de otros bienes y servicios, pero no el porcentual de corte, hasta que el Congreso, recién el pasado 16 de julio sancionó la Ley 27.640, a través de la cual -actuando como una especie de escribanía que da fe de lo que le dicta el Ejecutivo- decidió reducir el contenido de biodiesel en las mezclas al 5%, y ni aún así se cumple con ese mandato».
Molina agregó que «Lamentablemente, los biocombustibles se enfrentan con la famosa ‘captura del regulador’ expuesta en la teoría económica, a través de la cual, los intereses más poderosos, direccionan las decisiones de quienes deben controlarlos. Y lo que es peor, se usó una supuesta ‘protección’ de empresas pymes para reducir el corte -como si la caída a la mitad del consumo de biodiesel no fuera letal para éstas-, evitando al mismo tiempo la apertura de una sana competencia hacia el interior de los distintos segmentos de productores de este biocombustible, que hubiera sido muy positiva a la vez que se mantenía como mínimo el 10% mandatorio».
La caída de consumo representa un retroceso en los planes ambientales del país, que fueron ratificados por el presidente Alberto Fernández en noviembre pasado durante la cumbre climática de Glasgow, donde dijo honrar los compromisos asumidos en el Acuerdo de París.
La introducción en la matriz energética del biocombustible derivado de la soja venía siendo el mayor aporte a la descarbonización del sector energético nacional. El diésel es el principal combustible utilizado por los argentinos para el transporte por carretera y la maquinaria off-road, cubriendo más de la mitad de las necesidades energéticas del sector. Según estudios realizados por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuria (INTA) y homologados por la UE, sustituir combustible diésel con biodiesel producido en Argentina reduce en 70% las emisiones de gases de efecto invernadero.
En 2006, con amplio consenso en la Cámara de Diputados y unanimidad en el Senado, Argentina sancionó la Ley 26.093 que estableció que a partir del primero de enero de 2010 todo el combustible diésel consumido en el país debería contener un mínimo de 5% de biodiesel por un período de 15 años. En 2012, el gobierno llevó el corte de biodiesel al 7%, y dos años después al 10%, valor que se mantuvo vigente hasta mayo de 2021, cuando se cumplió el plazo de vigencia para la normativa.
En octubre del 2020, la Cámara de Senadores dio media sanción a un proyecto presentado por la Senadora por Santa Fe, María de los Ángeles Sacnun, perteneciente al Frente para la Victoría, para dar continuidad por 4 años a la Ley 26.093. A pesar de que el proyecto fue votado por unanimidad con 70 votos positivos y 2 ausentes, la Cámara de Diputado nunca trató ese proyecto.
Por el contrario, en julio de 2021 la cámara baja dio media sanción a un proyecto presentado por el diputado oficialista del Frente para la Victoria Marcos Cleri, para crear un nuevo marco regulatorio que redujera a la mitad el corte de biodiesel en Argentina (pasando del 10% al 5%) y facultando a la Secretaría de Energía a fijar los precios de forma arbitraria. El proyecto contó con el extraño apoyo de algunos legisladores de la oposición pertenecientes a provincias productoras de bicombustibles.
Dos semanas más tarde, la Cámara de Senadores convirtió en Ley la iniciativa de Cleri por 43 votos afirmativos y 19 negativos, con la Senadora Sacnun votando positivamente por la reducción del corte de biodiesel.
El marco regulatorio creado a partir de la Ley 26.093 fue un impulso al desarrollo de nuevas plantas de biodiesel en el interior del país de mediana y pequeña escala para abastecer el mercado local, mientras las grandes plantas integradas a las industrias de crushing se ocuparon de abastecer el mercado externo. La legislación estableció un sistema sencillo donde la secretaría de energía repartía a cada biorrefinería un cupo de venta acorde a su capacidad de producción y a cada petrolera un cupo de compra proporcional a su participación en el mercado de combustible. El precio era fijado mensualmente a través de una fórmula polinómica que tomaba en cuenta el costo de las materias primas, el precio del gas natural, y el costo de la hora hombre que publicaba el Indec. Un mecanismo muy transparente.
El parque de biodiesel cuenta en la actualidad con 5 plantas grandes integradas al crushing en los puertos del Gran Rosario y 28 plantas medianas distribuidas en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Rios, San Luis y La Pampa. La provincia de Santiago del Estero contaba con una planta modelo integrada a una aceitera, pero que dejó de operar hace dos años por la difícil situación que atravesó el sector. En total suman una capacidad de 3,9 millones de toneladas por año. Suficiente para abastecer una mezcla de 30%, tal como ocurre en Indonesia, que ya está pensando en aumentar la mezcla a 40%. Argentina y el país del sudeste asiático tienen en común que son por lejos los principales exportadores de aceites. Argentina, de soja e Indonesia, de palma, y no cubren con producción nacional la demanda doméstica de combustible diésel. El biodiesel es llamado a ser un recurso estratégico para la independencia energética y el ahorro de divisas en momentos donde la energía registra precios máximos en 7 años.
El clúster de biodiesel argentino incluye una planta de metilato de sodio, el catalizador utilizado en el proceso de producción de biodiesel, construida en el Gran Rosario para abastecer a la industria local y sudamericana, y tres plantas de refinación de glicerina a calidad farmacopea. La glicerina es subproducto del proceso de elaboración de biodiesel de alto valor. Encuentra aplicaciones en la industria farmacéutica, de cosmética, alimenticia, petroquímica y por sus propiedades, es también un insumo prometedor para la nueva industria de los bioplásticos. Por la escala y la modernidad tecnología de estas plantas, Argentina logró posicionarse también como el principal exportador mundial de este producto.


