Estados Unidos ha sido, históricamente, el principal impulsor de la biotecnología agrícola. Desde mediados de los años noventa, aprobó y adoptó masivamente cultivos transgénicos (OGM) como la soja, el maíz y el algodón, transformando su modelo productivo y dando forma al sistema agroalimentario global. Sin embargo, el trigo, que ocupa una superficie de más de 16 millones de hectáreas en el país, había quedado al margen de esta revolución. Por múltiples factores —desde la sensibilidad de los mercados internacionales hasta la falta de presión tecnológica sobre el cultivo—, el trigo transgénico nunca se sembró comercialmente en su territorio. Pero está a punto de cambiar.
Bioceres Crop Solutions, la empresa argentina que desarrolló el evento HB4 —el único evento transgénico aprobado en el mundo para trigo—, firmó una alianza estratégica con la Colorado Wheat Research Foundation (CWRF) para comenzar a gestionar su adopción en Estados Unidos. El acuerdo posiciona por primera vez a esta tecnología en condiciones de ser implementada comercialmente en el país, a través de un modelo de licenciamiento abierto y gestión local.
La tecnología HB4 —que confiere tolerancia a la sequía— fue aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) para trigo en 2022 para uso alimentario, y en 2024 recibió la confirmación del Departamento de Agricultura (USDA) de que no requiere control adicional bajo la normativa vigente para organismos genéticamente modificados. Es decir, el rasgo ya está regulatoriamente habilitado. Lo que faltaba era una estructura institucional que permitiera su adopción concreta. Ese vacío es el que viene a ocupar esta nueva alianza.
La CWRF, una organización sin fines de lucro gobernada por productores y con fuerte presencia técnica en el desarrollo varietal de trigo, actuará como “Trait Manager”, es decir, gestora del rasgo HB4 incorporado al trigo en EE. UU. Su tarea será facilitar el acceso a la tecnología para programas de mejoramiento públicos y privados, asegurar la trazabilidad y liderar el diálogo con la cadena productiva. Bioceres, en tanto, continuará a cargo de la regulación internacional y del acompañamiento técnico-comercial.
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Un evento biotecnológico con origen público y foco climático
El rasgo HB4 no es exclusivo del trigo. Se trata de un evento transgénico identificado como IND‑ØØ41Ø‑5 (en soja) e IND‑ØØ412‑7 (en trigo), basado en la incorporación de un gen del girasol (HaHB4) que activa mecanismos de respuesta a condiciones de estrés hídrico. A diferencia de otras tecnologías OGM que confieren tolerancia a herbicidas o resistencia a plagas, el HB4 interviene directamente sobre la fisiología de la planta: permite mantener la actividad fotosintética y reducir la pérdida de rendimiento en contextos de sequía moderada a severa.
El descubrimiento fue realizado por la investigadora argentina Raquel Chan, actual directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL), un centro de doble dependencia del CONICET y la Universidad Nacional del Litoral (UNL). La validación científica, el desarrollo tecnológico y el escalamiento posterior fueron llevados adelante por Bioceres, la empresa argentina que desde hace dos décadas lidera la aplicación del HB4 en cultivos de alto impacto global como la soja y el trigo.
En Estados Unidos, la soja HB4 ya cuenta también con aprobación para consumo y siembra. Pero es con el trigo —cultivo históricamente sensible a la percepción pública y los mercados— donde la introducción de esta tecnología marca una verdadera ruptura con el pasado.
Agricultura en tiempos de estrés hídrico
A medida que el cambio climático se manifiesta con más frecuencia e intensidad, las sequías prolongadas y la irregularidad de las lluvias se consolidan como uno de los principales factores de inestabilidad productiva a escala global. En regiones semiáridas como el centro de Estados Unidos, cada ciclo agrícola plantea una negociación permanente con la disponibilidad de agua: los productores siembran sin certezas sobre la recarga de perfiles, y los márgenes operativos se vuelven cada vez más vulnerables.
El trigo HB4 no eleva el techo productivo en condiciones óptimas, pero protege el piso en campañas difíciles. Ensayos comparativos muestran que puede sostener entre un 15 y un 20 % más de rendimiento relativo en lotes donde el déficit hídrico afecta etapas críticas del cultivo. Esa ventaja no es sólo agronómica: es económica, financiera y política. Aporta previsibilidad, permite planificar, y reduce el impacto social de las malas cosechas.
Además, Bioceres propone un sistema integral que no se limita a la semilla. El modelo de producción incluye formulaciones herbicidas de amplio espectro adaptadas al cultivo, y soluciones biológicas que reducen la dependencia de agroquímicos convencionales. Es una plataforma pensada para maximizar la eficiencia técnica sin comprometer sustentabilidad.
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Una alianza con anclaje territorial
La Colorado Wheat Research Foundation no es un intermediario comercial. Se trata de una entidad sin fines de lucro, controlada por productores de trigo del estado de Colorado, que articula con el sector científico, el sistema universitario y los canales comerciales para mejorar la competitividad varietal del cultivo en la región. Tiene trayectoria, legitimidad y capacidad técnica. Su rol como «Trait Manager» le otorga el control operativo sobre cómo y quién puede utilizar la tecnología dentro del país.
Colorado, por su parte, representa un entorno especialmente desafiante desde el punto de vista hídrico. Las precipitaciones son irregulares, los ciclos térmicos inestables y los recursos para riego escasos. Si el HB4 logra demostrar allí su eficacia, tendrá una carta de validación contundente ante el resto del sistema triguero estadounidense.
“El acuerdo con la CWRF se inscribe en nuestra estrategia global: desarrollar ciencia de frontera y desplegarla en alianza con actores locales que tengan legitimidad y conocimiento del ecosistema productivo”, explicó Federico Trucco, CEO de Bioceres. “No es una simple autorización comercial, es un camino para que la innovación se adopte con responsabilidad y sentido territorial.”
Desde la CWRF, su director ejecutivo Brad Erker fue igual de claro: “Esta tecnología ofrece una solución concreta a un problema real. Nuestra tarea será garantizar que su implementación sea transparente, inclusiva y eficaz para los productores de trigo del país.”
Un modelo abierto en un sector históricamente cerrado
Uno de los elementos más distintivos del acuerdo es el esquema de licenciamiento abierto. Cualquier entidad pública o privada podrá solicitar acceso al rasgo HB4, incorporarlo a sus programas de mejoramiento y comercializar las variedades resultantes, siempre que respete los criterios de calidad, trazabilidad y uso responsable.
Este modelo rompe con la lógica de exclusividad corporativa que ha caracterizado el despliegue de la biotecnología agrícola en los últimos 30 años. En lugar de concentrar el poder de uso en una única empresa, Bioceres apuesta por construir un ecosistema de adopción descentralizado, técnicamente solvente y alineado con los estándares de transparencia exigidos por la cadena comercial.
El valor simbólico de una innovación nacida en el sur
Más allá de su potencial agronómico, el trigo HB4 representa un hecho inédito: una tecnología desarrollada por una empresa del hemisferio sur, con base científica pública y validación internacional, avanza hacia su adopción comercial en el principal exportador mundial de trigo. Hasta ahora, ningún trigo transgénico había sido sembrado en Estados Unidos, pese a que el país lidera desde hace décadas la adopción de cultivos modificados genéticamente.
La alianza entre Bioceres y la CWRF no solo habilita la siembra del trigo HB4, sino que establece un modelo institucional alternativo, basado en la apertura, la territorialidad y la sustentabilidad. Si logra avanzar, podría sentar un precedente para futuros desarrollos biotecnológicos en cereales, abriendo una nueva etapa en la innovación agrícola global.