En 2017, India apenas comenzaba a ensayar sus primeras mezclas de bioetanol en naftas convencionales. Lo que en su momento pareció un paso tímido se transformó, en menos de una década, en un salto disruptivo. En mayo, el país alcanzó la meta de incorporar un 20% de etanol en sus combustibles —conocida como E20—, no sólo adelantándose cinco años a su hoja de ruta original, sino que además, se ha fijado una nueva meta de escalar a E30 para 2030.
Pero si la calle ya huele distinto y los motores rugen con una nueva química, es el mundo financiero quien acaba de disparar las alarmas del boom bioenergético. La reciente salida a bolsa de TruAlt Bioenergy Ltd, principal productor de bioetanol del país, generó un nivel de interés tan inusitado que las acciones recibieron más de 72 veces la demanda esperada. Para decirlo sin tecnicismos: cuando TruAlt ofreció sus acciones al público, esperaba cierta cantidad de compradores. Pero llegaron muchísimos más. Se ofrecían poco más de 1,2 millones de acciones, pero se recibieron órdenes por casi 89 millones.
En total, la compañía logró reunir 839,28 millones de rupias (alrededor de 92,3 millones de dólares) solo en su oferta pública inicial. A eso se suman 252 millones de rupias más (unos 27,7 millones de dólares) que obtuvo de grandes inversores institucionales antes del lanzamiento oficial. Es decir, casi 120 millones de dólares de capital fresco para expandir sus operaciones en un rubro que, hasta hace poco, era visto con escepticismo por los mercados.
¿Qué significa una sobresuscripción de 72 veces?
Cuando una empresa lanza una oferta pública inicial —lo que se conoce como IPO—, está invitando a que el público compre una parte de sus acciones. Lo habitual es que el número de acciones ofertadas coincida con una expectativa realista de compradores. En este caso, la demanda fue 72 veces mayor a lo que la empresa ofrecía, lo cual indica no solo entusiasmo, sino confianza generalizada en el futuro de la firma y del sector que representa.
Este fenómeno, inusual incluso en un mercado dinámico como el indio, fue interpretado como una confirmación del atractivo que hoy tiene la bioeconomía en el mundo financiero. TruAlt pasó, en pocas semanas, de ser una empresa especializada en biocombustibles a convertirse en una de las caras visibles del nuevo ciclo económico verde.
El bioetanol como política de Estado
Detrás de este fenómeno bursátil hay una política pública que viene gestándose desde hace años. Desde la Política Nacional de Biocombustibles de 2018, India definió una estrategia clara: avanzar hacia una matriz energética menos dependiente del petróleo, más sostenible y alineada con sus necesidades agrícolas. En este marco, el Programa de mezcla de Bioetanol se convirtió en uno de los pilares fundamentales.
El éxito en la adopción del E20 tuvo un efecto dominó. No solo permitió reducir importaciones de crudo y mejorar la balanza comercial, sino que revitalizó economías rurales deprimidas al generar una nueva demanda para cultivos como la caña de azúcar y los cereales. Hoy, el gobierno ya apunta a un nuevo umbral: E30 para 2030.
Sin embargo, no todo fue aplausos. A medida que el etanol ganaba protagonismo, también lo hacían las críticas en redes sociales, muchas de ellas infundadas, según el propio gobierno, que denunció una campaña de desinformación orquestada por sectores vinculados a los combustibles fósiles. La polémica llevó incluso a las automotrices a salir al cruce, asegurando que el nuevo combustible E20 no representa ningún riesgo técnico para los vehículos convencionales, incluso los más antiguos.
Tras el éxito del etanol en las naftas, India va por el diésel con nuevo biocombustible
TruAlt Bioenergy: la cara visible del cambio
Si hay una empresa que encarna esta transformación, esa es TruAlt Bioenergy Ltd. Fundada con el objetivo de liderar la producción de biocombustibles en India, hoy se posiciona como el mayor productor de etanol del país en términos de capacidad instalada. Su rol va más allá de lo técnico: es también una pieza estratégica en el engranaje de políticas como el programa SATAT, que promueve alternativas sostenibles para el transporte, o la iniciativa JI-VAN, que fomenta el desarrollo de biocombustibles de segunda generación.
Los fondos obtenidos en la IPO serán utilizados para ampliar operaciones con multi-feed stocks —es decir, poder producir bioetanol desde diversas materias primas, como granos en lugar de caña— y fortalecer su incursión en nuevos mercados como el etanol 2G, combustibles sostenibles de aviación (SAF) y bioproductos asociados. Esta estrategia busca no solo estabilizar los costos de materia prima, sino también reducir riesgos frente a las fluctuaciones del mercado agrícola.
Además, TruAlt fue uno de los primeros productores de biogás comprimido (CBG) bajo el esquema SATAT. Y ahora planea un nuevo paso: abrir estaciones de servicio de biocombustibles para responder a la creciente demanda local.
Le faltan las patitas… pero tiene la fórmula del biocombustible del futuro
Más que negocios: una transformación cultural y ambiental
India no solo está cambiando la manera en que mueve sus vehículos. Está reconfigurando la relación entre agricultura, energía, industria y finanzas. En un país donde más del 50% de la población depende directa o indirectamente del agro, el bioetanol ofrece una válvula de escape a los vaivenes del mercado de alimentos, generando nuevas fuentes de ingreso, empleo y estabilidad.
La visión que impulsa esta transición va más allá del mercado. La misma TruAlt afirmó que su propósito “trasciende el beneficio económico: busca catalizar una transformación positiva que eleve las economías locales, proteja el ambiente y avance hacia una movilidad sostenible”. Esa narrativa, que mezcla eficiencia económica con ambición ambiental, es probablemente lo que cautivó al mundo financiero.
Porque cuando los inversores apuestan con esta intensidad no solo están comprando acciones. Están comprando una visión. Y hoy, esa visión tiene nombre, apellido y un combustible que huele a caña, maíz y futuro: bioetanol.