El pasado 21 de mayo se presentó oficialmente la American Alliance for Biomanufacturing (AAB), una nueva coalición que reúne a empresas líderes del sector con un objetivo claro: transformar a la biomanufactura en un pilar estratégico de la economía estadounidense. Con este movimiento, el sector privado toma la delantera en la construcción de una agenda bioindustrial, como respuesta a las debilidades estructurales que académicos, científicos y funcionarios vienen señalando con creciente preocupación.
La AAB fue lanzada con el respaldo de actores clave. Su misión inmediata: acelerar la demanda de productos biobasados y preparar al mercado para su adopción a gran escala, fortaleciendo además las cadenas de suministro nacionales y mejorando la competitividad global.
“Esto ya no es solo ciencia: es una cuestión de seguridad económica y estratégica”, señaló Ajikumar Parayil, CEO de Manus. “La AAB es una respuesta directa a la necesidad de construir una política industrial coherente en torno a la biomanufactura”.
Biomanufactura: una nueva forma de producir lo esencial
La biomanufactura es la utilización de organismos vivos o sistemas biológicos para producir bienes. Desde fertilizantes y bioplásticos hasta ingredientes alimentarios y combustibles, esta tecnología permite manufacturar de forma más sostenible productos que tradicionalmente dependen de procesos petroquímicos o extractivos. Con aplicaciones en agricultura, energía, defensa, salud y textiles, se estima que mueve actualmente más de 20.000 millones de dólares a nivel global, con proyecciones de crecimiento exponencial.
Una alianza que responde a un clima creciente de urgencia
El nacimiento de la AAB no ocurre en el vacío. En las últimas semanas, la biomanufactura se consolidó como uno de los temas más discutidos en la agenda de innovación y desarrollo de EE.UU. Desde BioEconomía.info hemos seguido de cerca este proceso: primero con el informe de la Federación de Científicos de los Estados Unidos (FAS), que advirtió sobre la falta de estrategia, la escasa articulación institucional y los vacíos de infraestructura; y luego con el análisis de cómo el Departamento de Defensa y el Congreso están avanzando en nuevos programas e inversiones para federalizar el desarrollo de la bioindustria.
El diagnóstico es compartido. EE.UU. lidera en investigación, pero no en escalado industrial. Carece de una arquitectura sólida que le permita convertir descubrimientos en producción local, empleo calificado e independencia estratégica.
Dos objetivos centrales: demanda y preparación
El plan de acción de la AAB es claro: fomentar la demanda de productos biobasados dentro del país y asegurar que el mercado esté preparado para adoptarlos. Esto implica fortalecer las cadenas de suministro locales, reducir los cuellos de botella tecnológicos y facilitar la transición desde laboratorios hacia plantas comerciales a escala.
Mark Warner, de Liberation Labs, lo explicó con claridad: muchas tecnologías biológicas nacidas en EE.UU. terminan siendo fabricadas en instalaciones extranjeras no diseñadas para este fin. “La biomanufactura necesita infraestructura propia, y la AAB puede liderar esa transformación”, afirmó.
Una constelación de líderes industriales
El peso específico de la AAB se refleja en sus miembros fundadores: empresas líderes como Pivot Bio, Novonesis, Kula Bio, IFF, Lallemand, LanzaTech, Synonym, POET, Ferment Co y Geno. Cada una de ellas aporta una visión particular del potencial de la biomanufactura.
Chris Abbott (Pivot Bio) destacó cómo los bioinsumos agrícolas pueden independizarse de cadenas de suministro complejas, beneficiando directamente a los productores. Desde Novonesis, Tue Michelsen subrayó los impactos directos en la vida cotidiana: suelos más sanos, alimentos más frescos y aire más limpio.
Bill Brady, CEO de Kula Bio, remarcó que se trata de una oportunidad para crear empleos bien remunerados y sostenibles, mientras que Leticia Gonçalves, de IFF, habló de “una nueva revolución industrial basada en la biología”.
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Geopolítica, defensa y autonomía tecnológica
El surgimiento de esta alianza también debe leerse en clave geopolítica. China y Europa están invirtiendo masivamente en biotecnología industrial. Mientras tanto, en EE.UU., la necesidad de reducir la dependencia externa y garantizar el control sobre tecnologías clave ha llevado al Pentágono a impulsar iniciativas como BioMADE y la construcción de una planta de biomanufactura demostrativa en Minnesota.
“El concepto de seguridad nacional hoy incluye la capacidad de producir materiales estratégicos sin depender de cadenas globales frágiles”, explicó recientemente la nota Fermentar soberanía. Desde lubricantes técnicos hasta biofertilizantes, la biomanufactura es parte de ese nuevo complejo industrial que mezcla ciencia, defensa y autonomía económica.
¿Puede la alianza convertirse en política?
El desafío ahora es claro: que esta nueva alianza no se sume a la larga lista de iniciativas descoordinadas. Que logre articularse con las agencias federales, conectar con las capacidades regionales y contribuir a construir una estrategia nacional de largo plazo.
Brooke Coleman, directora ejecutiva de la AAB, es optimista: “Los productos y procesos biológicos van a definir la economía del siglo XXI. Si trabajamos juntos, EE.UU. puede liderar ese camino”.
La noticia es que la alianza ya empezó a andar. La pregunta es si logrará ser el catalizador de una estrategia industrial duradera, o una voz más en el coro de las buenas intenciones.


