En Brasil, los biocombustibles no son una promesa futura, sino una realidad que mueve al país desde hace décadas. Hoy, el bioetanol cubre aproximadamente la mitad del consumo de gasolina en todo el territorio, gracias a una infraestructura que nació con la caña de azúcar y que convirtió a la nación en un líder mundial en energía renovable para el transporte. Desde el histórico Programa Nacional del Alcohol de 1975, la caña fue la columna vertebral de este modelo, impulsando una revolución que redujo la dependencia del petróleo, generó millones de empleos y consolidó a Brasil como un actor clave en la transición energética global.
Pero la historia del etanol brasileño no se detuvo allí. Hace poco más de una década, un nuevo protagonista comenzó a cambiar el mapa: el maíz. Aprovechando su rápida expansión en estados del Centro-Oeste como Mato Grosso y Goiás, surgieron plantas capaces de producir etanol y coproductos como DDGS para la industria de proteínas animales. En pocos años, el maíz pasó de ser un actor marginal a representar el 25% de toda la producción nacional de biocombustibles.
Ahora, un tercer cultivo se suma a esta transformación. El trigo, cereal que Brasil ha debido importar históricamente —en gran parte desde Argentina— para abastecer a su industria alimentaria, se convertirá en materia prima de la primera biorrefinería del país dedicada a transformar granos de invierno en bioetanol, gluten vital y DDGS. Y será en Rio Grande do Sul, una región donde abundan estos cultivos pero que aún depende totalmente de otros estados para abastecerse de combustibles renovables.
Passo Fundo será sede de la primera biorrefinería de trigo del país
El salto tecnológico y productivo llegará de la mano de Be8 S.A., empresa brasileña de energías renovables con sede en Passo Fundo y parte del grupo ECB. Con una sólida trayectoria como uno de los mayores productores de biodiésel del país y presencia internacional en Suiza, Paraguay y Emiratos Árabes Unidos, Be8 busca consolidarse también como actor central en el mercado del etanol.
Para concretar este objetivo se asoció con KATZEN International, compañía estadounidense fundada en 1955, con sede en Cincinnati, y pionera global en ingeniería de procesos para biocombustibles. KATZEN, que ya participa en el 60% de la producción brasileña de etanol de grano y en la mitad del mercado europeo, aportará su tecnología patentada, mientras que su filial KATZEN Brasil coordinará el diseño de ingeniería, la supervisión de la construcción y el arranque operativo.
La biorrefinería, cuya inauguración está prevista para fines de 2026, procesará anualmente 525.000 toneladas de cereales de invierno —trigo, triticale y maíz— para producir 210 millones de litros de bioetanol, 153.000 toneladas de DDGS y 27.000 toneladas de gluten vital.
Un motor económico para Rio Grande do Sul
Más allá de su impacto energético, el proyecto promete convertirse en un polo dinamizador para la economía regional. Durante su construcción generará más de 1.000 empleos directos e indirectos y, una vez operativa, empleará de forma permanente a 175 personas. A esto se sumará un entramado de proveedores locales para insumos, transporte y servicios, multiplicando el efecto económico en la región.
Rio Grande do Sul, que hoy importa todo el etanol que consume desde otros estados, reducirá así su dependencia y fortalecerá su autonomía energética. Además, la producción de gluten vital —insumo esencial para la industria alimentaria— permitirá sustituir importaciones por unos 40 millones de dólares anuales, según datos de la Asociación Brasileña de la Industria del Trigo (Abitrigo). Con excedentes previstos, el complejo también podría abrir mercados de exportación para este producto y para DDGS, altamente demandado por la industria de proteínas animales.
Tecnología de KATZEN: un modelo de economía circular
El proceso desarrollado por KATZEN maximiza el uso de cada grano. La molienda inicial libera los almidones, que se fermentan y destilan para producir bioetanol. Las fracciones proteicas y fibrosas restantes se concentran y secan para generar DDGS, mientras que el gluten se separa y purifica para su uso industrial. Este esquema permite que de cada tonelada de cereal surjan múltiples productos de valor, reduciendo desperdicios y optimizando la rentabilidad.
Los DDGS, ricos en proteínas y energía, se integrarán rápidamente en la cadena de alimentación animal de Rio Grande do Sul, mejorando la competitividad de las industrias cárnicas y avícolas locales. El gluten vital, por su parte, abastecerá a panificadoras, industrias de alimentos procesados y fabricantes de sustitutos de carne vegetal, sectores con una demanda creciente tanto en Brasil como en mercados internacionales.
Una apuesta a la sostenibilidad y la innovación agrícola
El proyecto no solo diversifica la matriz energética de Brasil, sino que también promueve prácticas agrícolas más sostenibles. Al impulsar el cultivo de cereales de invierno como trigo y triticale, se facilita la rotación con soja y maíz, mejorando la salud del suelo y reduciendo la estacionalidad de los ingresos de los productores.
Además, el bioetanol derivado de estos granos permitirá reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del transporte, en línea con los objetivos del programa RenovaBio y los compromisos asumidos por Brasil en el Acuerdo de París.
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La visión de los protagonistas
“Esta asociación demuestra nuestro compromiso con soluciones innovadoras y de alto rendimiento para los biocombustibles de origen agrícola, tanto para Brasil como para el mercado global. Con la tecnología de KATZEN, no solo aumentamos la eficiencia, sino que también promovemos sostenibilidad económica y ambiental”, afirmó Dave Lococo, CEO de KATZEN International.
Erasmo Carlos Battistella, presidente de Be8, destacó que “este proyecto reúne socios estratégicos que nos permitirán alcanzar nuestras metas de innovación y desarrollo. Con operaciones previstas para 2026, avanzamos hacia un modelo de bioeconomía más diversificado y competitivo, con impacto directo en la región sur y proyección internacional”.
Un nuevo horizonte para la bioeconomía brasileña
La biorrefinería de Passo Fundo no es solo un proyecto industrial: es una señal de cómo Brasil amplía los límites de su bioeconomía. Tras dominar la producción a base de caña y consolidar el etanol de maíz, el país ahora explora el potencial de los cereales de invierno, abriendo la puerta a un modelo en el que energía renovable, insumos alimentarios y desarrollo rural conviven en un mismo ecosistema productivo.
Si el modelo prospera, podría replicarse en otras regiones con disponibilidad de cultivos invernales, acelerando la diversificación de la matriz de biocombustibles y fortaleciendo el papel de Brasil como referente global en innovación agroindustrial.


