Habrá sido la adrenalina de su definición en tiempo suplementario, o quizás, la expectativa que despertó la presencia de Taylor Swift en las gradas y su novio Travis Kelce, el Ala Cerrada de los Kansas City Chiefs, en el campo de juego, o quizás haya sido el espectáculo de medio tiempo que tuvo al rapero Usher como protagonista principal, o quizás que se haya jugado en la atractiva ciudad de Las Vegas, o más probable, la combinación de todos estos factores. Lo cierto es que que la transmisión televisiva del Super Bowl LVIII se convirtió en el evento de mayor audiencia en la historia de los EE.UU., desplazando la llegada del hombre a la Luna, que se pudo ver por televisión en julio de 1969. Pero este no es el único dato relevante, al menos para los que nos importa la bioeconomía. Porque como escribieron Lisa Foust Prater y Heather Lifsey en Successful Farming, sin los agricultores, los más de 200 millones de televidentes habrían tenido que buscar otro programa para el domingo pasado. ¡Si señor! Sin campo no hay Super Bowl.
Durante el segundo fin de semana de febrero el dinero se va de los bolsillos muy rápidamente. Desde la compra de entradas, que promediaron los U$S 9.720, pasando por los snacks, pizzas, hamburguesas, cervezas y demás comidas que se consumen en las gradas, bares y living de los hogares, hasta las apuestas perdidas. Bueno, el dato es que el 75% del billete está hecho de algodón y el 25% con lino. Pero si el pago se hizo con tarjeta de crédito, el plástico utilizado fue fabricado con residuos de cosecha. ¿Y si el consumidor optó por un pago virtual? Lo más probable es que el material con el que se fabricó la carcasa del celular también esté hecho con el mismo biomaterial. Además, la energía utilizada para alimentar los centros de datos suele generarse con biocombustibles que tienen su origen en las granjas estadounidenses.
Los 123,4 millones de espectadores que siguieron el partido final de la liga de fútbol estadounidense durante cuatro horas y media, y los 202,4 millones de espectadores llegaron a conectar con la emisión en algún momento, habrían gastado en promedio U$S 85,36 por persona, según la Federación Nacional de Minoristas. Mientras que parte de esos gastos se destinarán a cosas como indumentaria deportiva, decoraciones, televisores nuevos y muebles, un asombroso 79% se gastó en alimentos y bebidas, todos provenientes de granjas. De hecho, los estadounidenses consumen más comida el domingo del Super Bowl que en cualquier otro día del año, excepto en el Día de Acción de Gracias.
El domingo del Super Bowl es uno de los días más importantes para las ventas de pizza en Estados Unidos. Según la Comunidad Estadounidense de la Pizza, una coalición de las mayores empresas de pizza del país, se vendieron 12.5 millones de pizzas el día del gran juego el año pasado. ¿Qué sería de la pizza sin el trigo, los lácteos, la carne, las frutas y verduras, todos cultivados o criados por agricultores?
El Consejo Nacional del Pollo estima que se consumieron 1.450 millones de alitas de pollo el domingo. Eso es suficiente para dar la vuelta a la Tierra tres veces.
Más estadounidenses hicieron asados el domingo del Super Bowl que en cualquier otro día del año, excepto el Cuatro de Julio. Se estima que se sirvieron unos 14 mil millones de hamburguesas en el día del juego, posiblemente acompañadas con algunas de las 5,4 millones de kilos de tocino (panceta) que se estima fueron consumidos.
No podemos olvidar las papas fritas con salsa, el queso, el pan, las palomitas de maíz, las albóndigas y otros snacks que adornaron las mesas de todo el país.
La Asociación Nacional de Restaurantes dice que se venden 51,7 millones de cajas de cerveza cada año durante el fin de semana del Super Bowl. Una tonelada de cebada, cultivada principalmente por agricultores en las Grandes Llanuras del Norte y el Noroeste del Pacífico, produce 8.500 pintas de cerveza. Mientras que los espectadores en casa gastarán bastante en cerveza, al menos no tendrán que pagar U$S 17,50 por una lata de Bud Light de 740 ml como aquellos que asistan al juego y que necesitarán hacer una base de hot dog a U$S 12,75.
La agricultura también afecta al juego en sí. El césped del Estadio Allegiant en Las Vegas está sembrado con pasto Bermuda híbrido resistente a la sequía. El césped se rueda hacia afuera cuando necesita luz solar o cuando el estadio se utiliza para otros eventos. En sus partidos de local, Las Vegas Raiders utiliza césped natural, pero la Universidad de Nevada-Las Vegas (UNLV) prefiere un campo de césped artificial cuando los Rebels juegan sus partidos en casa.
Las primeras camisetas de fútbol estaban hechas de lana, que se cortaba de las ovejas, no cultivadas en un campo. La lana era duradera y resistente al juego físico. Los cascos de hoy están hechos con policarbonato, pero los primeros cascos usados por los jugadores estaban hechos de cuero suave.
El cuero también se usa para hacer el balón. Aunque a menudo se le llama «piel de cerdo», los balones de fútbol americano están hechos realmente de cuero de vaca. Wilson es el proveedor oficial de balones de fútbol para la NFL: 120 de sus balones se usarán en el juego del domingo. Una piel de vaca producirá 10 balones de fútbol. No se utiliza cualquier piel de vaca; proviene de ganado criado en Iowa, Kansas o Nebraska.
Ya sea el estadio, el campo, el balón o la comida, una cosa está clara: sin el campo, no hay Super Bowl.