Hasta hace poco, los paisajes rurales eran un mosaico de verdes y dorados dominado por los cultivos tradicionales. Pero en los últimos años, nuevos colores han empezado a pintar el campo. Ahora, grandes extensiones de tierras se tiñen de amarillo con la carinata, una oleaginosa con un enorme potencial para la producción de biocombustibles. En otras regiones, tonalidades anaranjadas y violáceas anuncian la presencia del ricino, mientras que cultivos no convencionales como el miscanthus o el pongamia suman diversidad a la paleta agrícola. Este cambio en el paisaje no es solo estético: refleja una transformación profunda en los sistemas productivos, impulsada por la bioeconomía y su apuesta por la sostenibilidad.
Frente a la creciente necesidad de alternativas sostenibles, nuevos cultivos están emergiendo como piezas clave en la transición hacia una economía basada en recursos renovables. Plantas como el ricino, la macaúba, el miscanthus y la carinata están dejando de ser meras curiosidades botánicas para convertirse en cultivos estratégicos con alto impacto en la producción de biocombustibles, biomateriales y la captura de carbono.
Ricino: la oleaginosa que abastece a la industria química
El ricino (Ricinus communis) ha sido históricamente cultivado por su aceite, una materia prima esencial en la fabricación de plásticos, pinturas, recubrimientos y hasta productos farmacéuticos. Sin embargo, su cultivo tradicional en regiones semiáridas enfrentaba desafíos en términos de productividad y sostenibilidad.
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Bajo el programa Pragati, liderado por BASF junto a Arkema, Jayant Agro-Organics y Solidaridad, más de 8.000 agricultores en India han logrado aumentar significativamente sus rendimientos mediante prácticas agrícolas mejoradas. En la última campaña, se cultivaron 100.000 toneladas de ricino certificado, un 34% más que el año anterior, logrando incrementos de rendimiento del 57% respecto a los promedios regionales.
El éxito de Pragati no solo radica en su impacto productivo, sino en su enfoque social y ambiental: fomenta el uso eficiente del agua, la fertilidad del suelo, el manejo de residuos y la inclusión de mujeres en el sector. Este modelo podría replicarse en otras regiones del mundo, consolidando al ricino como un actor clave en la bioeconomía global.
Macaúba: la palmera que promete revolucionar los biocombustibles
Brasil está apostando fuerte por la macaúba (Acrocomia aculeata), una palmera nativa de alto rendimiento en la producción de aceite. Su contenido de lípidos supera ampliamente al de la soja y el girasol, lo que la convierte en una materia prima ideal para biocombustibles de segunda generación como el diésel renovable y el combustible de aviación sostenible (SAF, por sus siglas en inglés).
Acelen, una de las principales empresas energéticas de Brasil, ha iniciado un proyecto sin precedentes para el cultivo masivo de macaúba. Con una inversión de más de R$ 12.000 millones, la compañía busca establecer 180.000 hectáreas de plantaciones, priorizando tierras degradadas. Se espera que este proyecto genere 90.000 empleos y produzca 1.000 millones de litros de biocombustibles anuales.
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Además de su potencial energético, la macaúba se destaca por su contribución ambiental. Su cultivo mejora la captura de carbono, restaura ecosistemas y reduce la huella de CO2 de los combustibles, posicionándose como un elemento clave en la transición energética.
Miscanthus: la gramínea que captura carbono y genera biomasa
En Estados Unidos, el miscanthus (Miscanthus × giganteus) está demostrando su capacidad para maximizar la productividad y el secuestro de carbono. Un estudio reciente de la Universidad Estatal de Iowa reveló que las nuevas técnicas de plantación pueden triplicar la producción de biomasa en su primer año de establecimiento.
Esta gramínea perenne tiene un enorme potencial como fuente de biomasa para la generación de energía y materiales biodegradables. A diferencia de otros cultivos, requiere bajas dosis de fertilizantes y pesticidas, reduciendo costos y el impacto ambiental. Su capacidad para almacenar grandes cantidades de carbono en el suelo lo convierte en un aliado en la lucha contra el cambio climático.
Aunque su uso actual en biocombustibles líquidos es limitado, el miscanthus está encontrando nichos en la fabricación de cartón biodegradable y como biomasa sólida para generación de energía. Su expansión podría cambiar la ecuación económica y ambiental del sector agroenergético.
Carinata: el aceite no comestible que impulsa la aviación sostenible
Otro cultivo emergente en la bioeconomía es la carinata (Brassica carinata), una oleaginosa que no es apta para consumo humano pero que presenta propiedades únicas para la producción de biocombustibles avanzados, especialmente en la aviación.
Investigadores de la Universidad de Florida han dedicado más de una década a mejorar su rendimiento agronómico y su eficiencia en la captura de carbono. Al ser un cultivo de invierno, puede integrarse en rotaciones agrícolas sin competir con los cultivos de alimentos, optimizando el uso de la tierra.
El principal atractivo de la carinata radica en su enorme potencial como materia prima para la producción de SAF. Su aceite, rico en ácido erúcico y linolénico, permite obtener biocombustibles con una huella de carbono significativamente menor que los combustibles fósiles. Además, la infraestructura del sector aéreo ya es compatible con estos combustibles renovables, lo que allana el camino para su adopción a gran escala. En el hemisferio sur del continente americano, la carinata se ha integrado con éxito en los esquemas de rotación agrícola, y su cultivo cuenta con paquetes tecnológicos avanzados, incluyendo semillas híbridas y variedades adaptadas a diferentes regiones.
Un nuevo horizonte para la bioeconomía
Estos cultivos representan solo una fracción del vasto potencial que la bioeconomía puede ofrecer. A medida que la tecnología y la investigación avanzan, la diversificación de cultivos con fines industriales se perfila como una estrategia clave para reducir la dependencia de los combustibles fósiles, mejorar la sostenibilidad agrícola y generar nuevas oportunidades económicas.
El campo está cambiando, y con él, las oportunidades para un futuro más sustentable. ¿Será el ricino, la macaúba, el miscanthus o la carinata la próxima gran revolución en la bioeconomía? Todo indica que el camino hacia una producción más eficiente y amigable con el planeta ya está en marcha.