El sector sucroalcoholero de Australia está en una encrucijada histórica. Mientras el mundo busca soluciones sostenibles para reducir la huella de carbono del transporte aéreo, el país oceánico podría estar ante una de sus mayores oportunidades: transformar los desechos de la caña de azúcar en combustible de aviación sostenible (SAF, por sus siglas en inglés). Con un respaldo financiero clave y la infraestructura lista para dar el salto, el sueño de producir SAF a partir de biomasa local está más cerca que nunca.
Un gigante del azúcar con ambiciones bioenergéticas
Australia es uno de los principales productores de caña de azúcar del mundo, con una industria que genera más de 30 millones de toneladas anuales de caña y exporta el 85% de su producción. La mayor parte de esta actividad se concentra en Queensland, donde el clima tropical favorece un crecimiento rápido y sostenido del cultivo. Pero, además del azúcar, la caña también deja tras de sí grandes volúmenes de biomasa residual, como bagazo y melaza, que hasta ahora han sido subutilizados.
Con el avance de las energías renovables y la creciente demanda de biocombustibles, esta industria está virando hacia un modelo más sustentable y diversificado. La producción de bioetanol ya es una realidad, pero el potencial del SAF podría ser la gran revolución del sector.
Inversiones clave para despegar el SAF australiano
El gobierno australiano ha dado un fuerte impulso a esta iniciativa con un financiamiento de 8 millones de dólares australianos a Licella, una empresa tecnológica que está desarrollando una biorrefinería en Queensland. Esta planta, ubicada en el ingenio azucarero Isis Central Sugar Mill, utilizará los residuos del procesamiento de la caña para producir SAF. Aún sin cifras confirmadas sobre la capacidad de producción o fechas de operación, el proyecto marca un hito en la transición energética del país.
Pero no es el único movimiento en esta dirección. La refinadora australiana Viva Energy también recibió un financiamiento de 2,4 millones de dólares para realizar pruebas de almacenamiento y uso de SAF en el aeropuerto de Brisbane, allanando el camino para una cadena de suministro más robusta.
Un mercado con un potencial multimillonario
La aviación es uno de los sectores más difíciles de descarbonizar, y el SAF es una de las pocas soluciones viables para reducir las emisiones sin modificar la infraestructura aérea existente. Según la Commonwealth Scientific and Industrial Research Organization (CSIRO) en colaboración con Boeing Australia, el país tiene suficiente biomasa disponible para producir hasta cinco mil millones de litros de SAF al año para 2025. Sin embargo, la falta de proyectos a gran escala y la ausencia de un mandato específico para el uso de SAF han frenado el desarrollo de esta industria.
La inversión de Boeing en Wagner Sustainable Fuels en Brisbane el año pasado es otra señal del interés creciente en este combustible. Con un mercado global en plena expansión y aerolíneas buscando cumplir sus objetivos de reducción de emisiones, Australia podría posicionarse como un actor clave en la provisión de SAF a nivel regional e internacional.
Un futuro prometedor, pero con desafíos por delante
Si bien los avances son prometedores, el sector enfrenta retos significativos. La falta de incentivos regulatorios, los costos de producción y la competencia con combustibles fósiles siguen siendo obstáculos importantes. Aun así, con el respaldo adecuado y una estrategia de largo plazo, Australia podría convertirse en un referente en biocombustibles para la aviación, aprovechando su robusto sector sucroalcoholero y su enorme potencial en energías renovables.
La pregunta ahora es si el país dará el salto necesario para transformar esta oportunidad en una industria consolidada o si quedará rezagado mientras otros jugadores avanzan en la carrera del SAF. La caña de azúcar australiana tiene el potencial de alimentar no solo a las personas, sino también a los aviones del futuro. El tiempo dirá si logra despegar.