¿Qué tienen en común los surcos de caña en Tucumán y los pasillos de mármol de las Naciones Unidas? Mucho más de lo que podría imaginarse.
El pasado 13 de mayo, la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC) llevó a Nueva York una muestra concreta de que la sostenibilidad también se cultiva con caña de azúcar.
Según detalló el diario La Gaceta de Tucumán, la presentación se dio en el marco de un evento organizado por la Unión de Azucareros Latinoamericanos (Unala), donde fueron seleccionados 17 estudios de caso de toda la región para mostrar cómo la industria puede alinear su desarrollo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Entre ellos, el único representante argentino fue el estudio elaborado por la EEAOC, por iniciativa del Centro Azucarero Argentino (CAA).
La sostenibilidad del sector azucarero tucumano: una visión de ciclo completo
El estudio tucumano se destaca por aplicar el enfoque de ciclo de vida (Life Cycle Assessment, LCA) a lo largo de toda la cadena de valor de la caña de azúcar: desde la producción de materia prima hasta el uso de subproductos. Este enfoque no solo cuantifica las emisiones y el consumo de recursos, sino que también permite construir indicadores de sostenibilidad locales y regionales, fundamentales para orientar decisiones técnicas, inversiones y políticas públicas.
¿El eje vertebral? El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 7, que promueve una “energía asequible y no contaminante”. Pero el impacto de este trabajo no se detiene ahí. Como toda buena estrategia de sostenibilidad, los beneficios se ramifican y conectan con otros grandes desafíos globales: el ODS 6 (agua limpia y saneamiento), el ODS 12 (consumo y producción responsables) y el ODS 13 (acción climática).
Tecnología, ciencia y compromiso en el campo
La EEAOC desplegó una batería de herramientas de investigación para abordar con precisión quirúrgica los puntos críticos de la cadena sucroalcoholera. A continuación, algunos de los avances más destacados:
- Reducción de emisiones en el campo: mediante el reemplazo de fertilizantes nitrogenados tradicionales por formulaciones biológicas, combinadas con “trash blankets” (coberturas de rastrojo) y la mecanización de la plantación y cosecha, se logró reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y el uso de energía fósil.
- Perfil ambiental del bioetanol: el estudio confirmó que el bioetanol de caña de azúcar tucumano presenta un perfil ambiental notablemente mejor que los combustibles fósiles. Esta evidencia, clave para la discusión sobre biocombustibles, fue ampliamente difundida por la comunidad científica y técnica.
- Gestión eficiente del agua: se implementaron métodos para la recuperación y reutilización de aguas industriales, disminuyendo tanto el consumo como la generación de efluentes. Un ejemplo claro de cómo el sector puede alinearse con una economía circular del recurso hídrico.
- Valorización energética de residuos: la biomasa residual (especialmente el bagazo y los residuos agrícolas de cosecha) fue caracterizada y sometida a ensayos de combustión en calderas industriales. El resultado: los ingenios podrían abastecer parte de sus necesidades energéticas con estos subproductos, aumentando su eficiencia térmica y reduciendo su huella de carbono.
- Desarrollo de cultivos energéticos complementarios: se evaluó el sorgo dulce y fibroso como alternativa en zonas marginales. Estos cultivos, adaptados a condiciones más restrictivas, mostraron potencial para diversificar la producción de bioetanol y bioenergía, ampliando la resiliencia del sistema.
- Análisis del bioetanol de sorgo: se identificaron los principales impactos ambientales y se ajustaron prácticas agronómicas e industriales para mejorar su rendimiento ambiental. Esto refuerza la importancia de integrar investigación e innovación en todas las etapas productivas.
Más allá del laboratorio: política, territorio y futuro
La EEAOC no solo generó conocimiento. También lo tradujo en acción. Los resultados de este estudio sirvieron como base para:
- Apoyar proyectos de transferencia tecnológica a pequeños productores, ampliando el acceso a prácticas sostenibles.
- Sustentar la formulación de políticas públicas en torno a la bioenergía y la economía circular, con evidencia técnica de calidad.
- Promover un cambio cultural hacia la incorporación de estándares internacionales y metodologías científicas en la toma de decisiones empresariales.
Pero no fue un camino sencillo. El estudio también revela los obstáculos que todavía enfrenta el sector: la necesidad de construir bases de datos confiables, generar perfiles ambientales representativos y, sobre todo, contar con voluntad política y empresarial para adoptar estos cambios estructurales.
Un mensaje potente desde el norte argentino
El hecho de que este estudio haya sido presentado en las Naciones Unidas no es un detalle menor. Representa un reconocimiento internacional a un esfuerzo genuino por repensar la producción agrícola e industrial bajo criterios de sostenibilidad real, medible y replicable. También posiciona a la región del NOA como un actor clave en la transición hacia modelos más responsables y resilientes, en un contexto global marcado por la urgencia climática.
En un mundo donde los discursos verdes sobran pero las acciones escasean, el trabajo de la EEAOC se presenta como un faro: muestra que es posible generar desarrollo económico con una mirada ambiental y social. Que el azúcar no tiene por qué ser solo dulce: también puede ser sinónimo de innovación y compromiso.
Y que desde los surcos tucumanos puede salir una lección de sostenibilidad que incluso Nueva York debe escuchar.


