lunes, noviembre 3, 2025
 

El show está en el agua

Ferries, tanqueros y yates ya operan con combustibles renovables. Tres historias que confirman que la transición energética también zarpó.

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Un ferry que cruza el Hudson en New York que ya no huele a diésel. Un barco cisterna en el Reino Unido desafía las reglas para cargar aceite vegetal. Un yate de lujo en Atlantic City acelera al máximo con combustible hecho de residuos. Parece una ficción marina, pero no lo es.

Los biocombustibles han comenzado a navegar. Y lo hacen con fuerza. Tal como ocurre en la aviación con el SAF, el transporte marítimo empieza a escribir su propio capítulo de descarbonización. No con promesas futuras, sino con embarcaciones reales, en rutas reales, usando combustibles renovables que ya están disponibles.

Nueva York y un cambio que flota a diario

El Staten Island Ferry, el sistema de transporte marítimo municipal más activo de Estados Unidos, ha comenzado su transición definitiva hacia el diésel renovable. Con 45.000 pasajeros diarios y más de 17 millones de litros de combustible consumidos al año, el cambio no es simbólico: es estructural.

La primera barcaza con 1,25 millones de litros de diésel renovable ya fue entregada. El combustible, elaborado a partir de aceite de cocina usado y sebo animal, se comporta como un sustituto directo del diésel fósil. Sin modificaciones, sin cambios de motor. Pero con resultados sorprendentes: según el Departamento de Transporte de la Ciudad de Nueva York (NYC DOT), las inspecciones internas muestran motores más limpios y con menos residuos de carbono.

El objetivo es claro: para 2026, todos los vehículos y embarcaciones municipales de la ciudad de Nueva York—incluyendo ferries, patrulleros y embarcaciones de parques— funcionarán con biocombustibles. Es un caso de manual de cómo escalar la transición energética en una gran ciudad.

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En el Reino Unido, un tanquero rompe las reglas

En otra escala, pero con igual valor simbólico, el Whitchampion, un buque de abastecimiento operado por Whitaker Tankers, se convirtió en el primero del mundo autorizado para cargar, transportar y mezclar biodiesel puro (FAME B100) a bordo.

Hasta entonces, las regulaciones internacionales permitían que los buques cisterna convencionales transportaran mezclas con hasta un 30% de biodiesel, pero los productos con mayor concentración —como el FAME B100, elaborado a partir de aceites vegetales o grasas animales— estaban regulados bajo el Código Internacional para Químicos (IBC Code) y el Anexo II de MARPOL, el tratado que rige el transporte de sustancias químicas peligrosas en el mar. Para manipularlos, un barco debía estar clasificado como buque químico, con requisitos estructurales y operativos mucho más exigentes.

Sin embargo, el FAME B100 tiene características que lo diferencian de otros productos incluidos en esa categoría: es biodegradable, no tóxico, no corrosivo y tiene baja inflamabilidad. A partir de esta evidencia, Whitaker Tankers impulsó un proceso técnico junto a Lloyd’s Register y la autoridad marítima de la Isla de Man para obtener una habilitación especial. Se realizó una evaluación de riesgos específica, se definieron protocolos de seguridad adaptados al producto y se aplicaron medidas adicionales de manejo. El resultado fue una certificación excepcional, emitida dentro del marco regulatorio vigente, que permite al Whitchampion operar con FAME B100 sin necesidad de reconvertirse en buque químico.

Los beneficios de este avance son múltiples: evita costosas transformaciones, permite usar barcos ya operativos para distribuir combustibles renovables, acelera la adopción de soluciones de bajo carbono y sienta un precedente técnico-regulatorio que podría replicarse a escala internacional. La empresa ya inició el proceso para certificar a su barco gemelo, el Whitchallenger, y con ello demuestra que la infraestructura existente también puede ser parte activa de la transición energética.

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La navegación deportiva también se sube a la transición

No todo sucede en barcos de carga o transporte público. En Atlantic City, un proyecto conjunto entre Scania USA, el astillero Viking Yachts y el distribuidor Mack Boring & Parts Co. demostró que la transición energética también puede llegar al segmento más exigente de la náutica: el de la navegación recreativa de alto rendimiento.

Durante una jornada de pruebas y presentaciones, la embarcación MACK ATTACK —un Viking 48 Convertible equipada con dos motores Scania V8 de 1.150 HP— fue sometida a ensayos en mar abierto utilizando RD99, un diésel renovable compuesto en un 99% por materias primas recicladas, como aceite de cocina usado. El resultado fue contundente: potencia sin compromisos, emisiones mínimas y ningún tipo de modificación necesaria en los motores o sistemas.

El RD99 es químicamente similar al diésel fósil, pero ofrece una reducción de hasta 90% en las emisiones de gases de efecto invernadero a lo largo de su ciclo de vida. Su compatibilidad con motores convencionales convierte a este biocombustible en una solución inmediata y escalable para el sector náutico, incluso en contextos donde la performance es irrenunciable.

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“La experiencia fue impecable”, afirmó Patrick McGovern, presidente de Mack Boring. “Queríamos demostrar que el cambio hacia lo renovable no implica perder rendimiento, y lo logramos. Este tipo de pruebas son clave para que la industria deje de ver a los combustibles sostenibles como una teoría y empiece a usarlos como una opción real”.

Con este ensayo, Scania y Viking no solo validan la eficiencia del RD99 en embarcaciones de alta gama, sino que refuerzan el mensaje de que la transición energética puede —y debe— llegar a todos los rincones del sector marítimo, desde los ferries urbanos hasta los yates deportivos.

Tres barcos, una sola dirección

No es un adelanto, no es una maqueta, no es una prueba en laboratorio. Son barcos reales, navegando rutas reales, con combustibles renovables que ya están en uso. Desde el ferry que conecta Staten Island con Manhattan, hasta el buque cisterna británico que reescribe lo permitido, pasando por un deportivo que no resigna potencia para ser sostenible.

Lo que une a estos casos no es una tecnología común, sino una certeza compartida: la transición energética en la navegación ya zarpó. Cada actor encontró su manera de sumarse. Algunos con escala pública, otros desde la iniciativa privada, pero todos empujando en la misma dirección.

Y aunque aún no haya titulares estruendosos ni despliegue cinematográfico, algo cambió. Las luces están encendidas, los motores también. El show, definitivamente, está en el agua.

 
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