En los últimos años, Europa apostó fuerte por la electrificación como única vía para descarbonizar el transporte. Pero la realidad no acompañó con el mismo entusiasmo: tras una década de subsidios millonarios, la matriz energética del sector sigue dominada por los combustibles fósiles, que representan más del 92% del consumo, según Eurostat. Mientras tanto, tecnologías como los biocombustibles fueron relegadas o directamente excluidas de los principales planes climáticos, en nombre de la eficiencia teórica y las metas net-zero.
Japón, en cambio, eligió otro camino. En lugar de descartar tecnologías, decidió integrarlas. En su hoja de ruta hacia la neutralidad de carbono, fijó objetivos progresivos de incorporación de bioetanol en las naftas, con mezclas E10 antes de 2028 y E20 en la década siguiente. Esa decisión no solo responde al compromiso ambiental, sino también a una necesidad estratégica: reducir la dependencia estructural del país a las importaciones de energía, en un archipiélago con escasos recursos fósiles propios.
De la automoción a la bioindustria: el efecto multiplicador del etanol
El giro político no tardó en encontrar eco industrial. Toyota, emblema de la automoción japonesa, ya comenzó a explorar motores optimizados para etanol y nuevos modelos híbridos flex fuel, adaptados a esa realidad. Pero la transformación no se limita al sector automotor. Varias industrias —desde la química hasta la celulósica— empiezan a mover sus piezas para posicionarse como proveedoras de esta nueva cadena de valor.
La más reciente señal en esa dirección llega desde la ciudad de Fuji, donde se construirá una planta piloto para producir bioetanol a partir de papel reciclado. El proyecto combina tecnologías de pretratamiento y fermentación para transformar residuos urbanos en combustible líquido. Y aunque su escala será experimental, su significado político e industrial es profundo: Japón comienza a tejer un modelo propio de biorrefinería urbana, basado en residuos locales y alto valor agregado.
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Un triángulo industrial detrás del ensayo: energía, materiales y biotecnología
La iniciativa es impulsada por tres actores clave del entramado japonés. ENEOS Corporation, la principal compañía energética del país, lidera el desarrollo del proceso de fermentación y extracción del etanol. Con una historia centrada en el petróleo, hoy busca posicionarse como actor de transición energética, con foco en combustibles sostenibles y almacenamiento de hidrógeno.
A su lado, participa TOPPAN Holdings Inc., una empresa centenaria que nació como imprenta pero que hoy opera como conglomerado tecnológico en áreas como embalajes inteligentes, materiales funcionales y soluciones digitales. Su rol será optimizar el pretratamiento del papel reciclado, eliminando impurezas y extrayendo las fibras celulósicas con mayor precisión.
La ingeniería de detalle y construcción del corazón del proceso —la unidad de sacarificación y fermentación— estará a cargo de IHI Plant Co., Ltd., filial del grupo IHI, conocido por su trayectoria en maquinaria pesada, aeroespacial y plantas industriales. IHI aportará su experiencia en proyectos de biomasa para diseñar, aprovisionar y construir (EPC) el núcleo biotecnológico de la planta.
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Papel reciclado como insumo estratégico: eficiencia circular para la transición
La planta se instalará dentro de las instalaciones de Fuji Mill, propiedad de Nippon Paper Industries, uno de los principales fabricantes de papel de Japón. El esquema aprovecha la infraestructura industrial ya existente, y se integra de manera natural en los flujos logísticos del reciclaje, que en Japón superan el 80% en papel.
Con una capacidad para procesar entre 1 y 3 toneladas diarias de papel reciclado y producir alrededor de 300 litros diarios de bioetanol, el objetivo es demostrar la viabilidad técnica, energética y económica del modelo. Si los resultados acompañan, esta biorrefinería urbana podría escalarse a otras ciudades densamente pobladas con redes de reciclaje consolidadas, tanto en Japón como en otros países asiáticos.
Una pieza más en la estrategia nacional de descarbonización
El proyecto fue seleccionado por NEDO, la agencia nacional japonesa de desarrollo tecnológico, en el marco del programa “Revolución de la Biomanufactura”. Este programa apunta a posicionar a Japón como líder global en soluciones industriales basadas en biotecnología, con foco en sostenibilidad, circularidad y valor agregado local.
La elección del papel reciclado como insumo no es solo pragmática, sino también política: permite desvincular la producción de bioetanol de los cultivos alimentarios, evitando críticas como las que enfrentan los biocombustibles de primera generación. Además, se inscribe en una lógica de economía circular que articula residuos urbanos, industria celulósica, energía y transporte.
En un mundo donde las promesas climáticas se acumulan más rápido que los resultados, Japón ofrece una lección de pragmatismo. En lugar de buscar la solución perfecta, avanza con lo posible. Y si ese avance requiere transformar el papel usado en combustible, tiene la tecnología, la logística y ahora también la voluntad política para hacerlo.


