En las planicies interminables del Midwest estadounisense, donde las rutas se cruzan con convoyes de maíz y los silos dibujan el horizonte como catedrales del siglo XX, algo nuevo empieza a germinar. No se trata de una nueva variedad genética ni de un cambio en los precios internacionales. Es algo más silencioso, pero más profundo: una transformación en la forma en que el agronegocio se piensa a sí mismo.
Durante décadas, las grandes empresas agroindustriales tejieron redes logísticas capaces de movilizar millones de toneladas de granos, ingredientes y alimentos por todo el mundo. El objetivo era claro: eficiencia, escala, rentabilidad. Pero en un contexto global marcado por la crisis climática, la presión regulatoria y la demanda social por prácticas más justas y sustentables, esas mismas redes están comenzando a reconfigurarse desde adentro. No con slogans, sino con métricas, decisiones estratégicas y alianzas que empiezan a redibujar su rol en la transición ecológica.
Una de las señales más claras de este viraje proviene de Scoular, una histórica firma agroindustrial de capital estadounidense con más de 130 años de trayectoria. En su reciente informe anual de sustentabilidad —que abarca de junio de 2024 a mayo de 2025— la compañía reveló dos hitos clave: el despliegue de su primer piloto de agricultura regenerativa, en alianza con clientes industriales, y la implementación de un sistema interno para medir y gestionar sus emisiones de gases de efecto invernadero. Más que una serie de iniciativas, el informe marca el inicio de una estrategia integrada para transformar el modelo de negocios desde lo ambiental, lo operativo y lo humano.
Un piloto que se planta como mensaje: regenerar no es opción, es estrategia
Scoular puso en marcha su primer piloto de agricultura regenerativa involucrando más de 16.000 acres —unas 6.400 hectáreas— de producción agrícola en Estados Unidos. El proyecto fue articulado en conjunto con dos clientes de la industria alimentaria, quienes participaron activamente en el diseño del esquema de incentivos para productores. El objetivo: generar condiciones reales para que las prácticas regenerativas no sean una carga individual sino una responsabilidad compartida en la cadena de valor.
El término “regenerativo” no es un simple rebranding de lo sostenible. Implica un cambio profundo en los sistemas agrícolas: restaurar la fertilidad natural del suelo, mejorar su estructura y capacidad de retención de agua, capturar carbono de forma activa, promover la biodiversidad y reducir el uso de insumos químicos. Esto se traduce en prácticas concretas como la cobertura vegetal permanente, el pastoreo planificado, la reducción del laboreo y la diversificación de cultivos.
Al iniciar este piloto desde la propia estructura comercial, y no como una acción paralela, Scoular marca una diferencia importante: la regeneración no está pensada como una externalidad positiva, sino como parte del núcleo productivo y comercial. El piloto es también una señal hacia sus proveedores, competidores y clientes: el futuro de la agricultura industrial ya no puede prescindir de criterios ecológicos sólidos y verificables.
Medir lo que importa: trazabilidad de emisiones y compromiso climático
El segundo hito destacado en el informe fue la consolidación de un sistema interno para el seguimiento de emisiones de gases de efecto invernadero. Scoular desarrolló herramientas para medir las emisiones de alcance 1 y 2 a nivel de instalaciones —es decir, aquellas que provienen directamente de su actividad y del consumo energético— y además completó una evaluación del alcance 3, que abarca toda su cadena de suministro, transporte, procesamiento y distribución.
Este nivel de trazabilidad permite a la empresa no solo conocer su huella climática, sino actuar sobre ella con decisiones operativas concretas. A partir de esta base, Scoular se comprometió a reducir un 10% sus emisiones directas (alcances 1 y 2) para 2030, una meta modesta pero basada en datos reales y mecanismos de seguimiento.
En un sector donde muchas empresas todavía externalizan los impactos ambientales a sus proveedores primarios, asumir la medición y gestión integral de emisiones significa correr el límite de la responsabilidad climática. Y hacerlo desde adentro —con sistemas propios— eleva el estándar de lo que se espera de una compañía global en la nueva bioeconomía.
‘El impuesto a la eficiencia’: una lógica que condena al país
Tres ejes, una sola estrategia: recursos, impacto y cultura
El informe de sustentabilidad también formaliza una reestructuración estratégica interna. A partir de este ciclo, Scoular concentrará su acción sustentable en tres áreas: proteger recursos, reducir impactos y mejorar vidas.
En el primer eje se inscriben las alianzas a lo largo de la cadena para generar prácticas productivas más resilientes y sustentables, como el piloto regenerativo y futuros programas de trazabilidad compartida. En el segundo se agrupan los esfuerzos de eficiencia energética, descarbonización, gestión de residuos y reducción del impacto ambiental directo. Y el tercero incorpora tanto la cultura organizacional como las acciones comunitarias.
Un ejemplo concreto es el trabajo de SWIC (Scoular Women Influencing Culture), uno de los cuatro grupos internos de recursos humanos, que organizó una campaña de voluntariado durante un mes. Participaron empleados de Estados Unidos y México, acumulando más de 250 horas de trabajo en escuelas, comedores y refugios. Estos espacios internos no funcionan como iniciativas accesorias: forman parte del modelo de liderazgo distribuido que Scoular promueve para sostener su transformación en el tiempo.
“Una mesa compartida”: alianza entre productores, industria y consumidores
“Con nuestra estrategia de sustentabilidad actualizada, reafirmamos el compromiso de unir toda nuestra cadena de suministro para reducir el impacto ambiental”, expresó Beth Stebbins, directora de sustentabilidad de Scoular. “Colaborar de punta a punta con productores, proveedores y clientes permite que todos tengan un lugar en la mesa para diseñar programas que logren los resultados que los consumidores hoy esperan”.
La frase resume una convicción que empieza a consolidarse en las empresas más influyentes del sector: ningún actor puede transformar el sistema por sí solo. La transición a una bioeconomía regenerativa necesita estructuras que distribuyan poder, responsabilidades y beneficios entre todos los eslabones.
Scoular —con más de 1.250 empleados en más de 100 oficinas y plantas— tiene la escala y la capilaridad para mover esos equilibrios. Desde la compra y venta de granos hasta el procesamiento de ingredientes para alimentos, bebidas, nutrición animal y suplementos, su presencia atraviesa verticalmente la cadena. Lo que haga —o deje de hacer— tiene impacto sistémico.
Y si hoy decide regenerar, no lo hace por imagen. Lo hace porque entendió que sin tierra fértil, sin carbono bajo control, y sin personas comprometidas desde adentro, el agronegocio no tiene futuro.


