En el entramado nervioso del comercio global, donde los contenedores recorren miles de kilómetros sobre ruedas de acero, el tren sigue siendo uno de los modos más eficientes y sostenibles para transportar cargas. Pero la eficiencia, aunque admirable, ya no alcanza. En tiempos de emergencia climática, el verdadero cambio se juega en ir más allá: no solo emitir menos, sino capturar lo que se emite. Y eso es precisamente lo que está comenzando a ocurrir en los muelles de California.
En una iniciativa que podría reescribir el manual de la sostenibilidad ferroviaria, la empresa Pacific Harbor Line (PHL), subsidiaria de Anacostia Rail Holdings, acaba de firmar un acuerdo con la startup climática Remora para desarrollar locomotoras que no solo funcionan con biocombustibles, sino que además capturan el carbono que aún emiten. El objetivo: transformar trenes de carga en plataformas móviles de captura de CO₂, capaces de reducir las emisiones del transporte y a la vez proveer carbono reutilizable a diversas industrias.
De los puertos al futuro: innovación sobre rieles
Pacific Harbor Line no es un actor menor. Es la empresa responsable del despacho, mantenimiento y operación ferroviaria en los dos puertos más grandes de Estados Unidos: Long Beach y Los Ángeles, que juntos conforman el mayor polo logístico del país. Desde allí, PHL organiza y moviliza los trenes de gigantes como BNSF Railway y Union Pacific, en una red que conecta a la costa oeste con el resto del territorio.
Desde hace más de una década, PHL se ha posicionado como pionera en sostenibilidad ferroviaria. Su presidente, Otis L. Cliatt II, recuerda que el camino comenzó hace 16 años, cuando adquirieron locomotoras de emisiones reducidas conocidas como Tier 2. Luego evolucionaron hacia modelos Tier 3+ y, más recientemente, toda su flota comenzó a operar con diésel renovable, un combustible producido a partir de aceites vegetales o residuos, que permite reducir en un 70% las emisiones de dióxido de carbono respecto al diésel fósil tradicional.
Hoy operan unidades Tier 4, que representan el estándar más exigente de control de emisiones impuesto por la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de Estados Unidos. Pero según Peter A. Gilbertson, CEO de Anacostia Rail Holdings, el verdadero salto de calidad viene ahora: la incorporación de captura móvil de carbono como una capa adicional de limpieza.
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El carbono no se va, se embotella: la tecnología de Remora
Remora es una startup con base en Michigan que está desarrollando una tecnología única en el mundo: un sistema portátil que puede montarse sobre camiones y trenes para capturar el CO₂ directamente del caño de escape. Ese dióxido de carbono es luego licuado a bordo y almacenado en tanques, hasta su descarga en estaciones de transferencia donde se canaliza hacia industrias que lo reutilizan: desde fertilizantes agrícolas y producción de alimentos hasta procesos manufactureros.
El dato que llama la atención no es solo técnico, sino económico. Remora no vende únicamente tecnología, sino que comparte los ingresos generados por la venta del CO₂ capturado con las empresas de transporte que lo recolectan. En un mercado donde el dióxido de carbono se ha vuelto escaso –Estados Unidos enfrenta actualmente una falta estructural del insumo–, esta solución convierte un residuo ambiental en un activo financiero.
Paul Gross, cofundador y CEO de Remora, lo sintetiza así: “Estamos construyendo esta tecnología no solo para cumplir metas ambientales, sino para que sea financieramente atractiva para las empresas ferroviarias”.
El sistema fue originalmente probado en camiones y, tras cinco años de desarrollo y más de 117 millones de dólares recaudados en capital de riesgo, Remora rediseñó su tecnología para eliminar la contrapresión que afectaba la eficiencia de los motores y ahora logra capturar hasta una tonelada de CO₂ por hora a escala ferroviaria. Según Gilbertson, su incorporación permitirá que incluso locomotoras Tier 3+ alcancen niveles de emisiones equivalentes a los estándares Tier 4, e incluso los superen.
Hacia un tren que no solo transporta, sino que también captura
El potencial transformador de esta iniciativa es inmenso. Por un lado, se consolida una sinergia entre tecnologías limpias ya probadas —como el uso de biocombustibles— con una innovación emergente que promete cerrar el ciclo del carbono. Por otro, se crea un modelo de negocio que convierte la sustentabilidad en rentabilidad. Y por encima de todo, se abre una nueva etapa para el transporte ferroviario, donde las locomotoras dejan de ser solo vectores de mercancías para convertirse también en agentes activos de remediación ambiental.
“No se trata solo de reducir emisiones. Se trata de contribuir a una economía circular del carbono, donde el CO₂ no termina en la atmósfera, sino que se reinyecta en procesos útiles para otras industrias”, explicó Cliatt. “Estamos orgullosos de apoyar innovaciones que tienen el potencial de beneficiar a toda la industria ferroviaria.”
En una época en la que el transporte busca desesperadamente rutas hacia la neutralidad climática, esta alianza entre una histórica empresa ferroviaria y una joven startup climática ofrece más que un camino: plantea una vía férrea directa hacia un futuro más limpio.


