Un amanecer cualquiera en la campiña toscana. La niebla se retira despacio, como si supiera que la tierra guarda secretos antiguos. En una bodega de piedra centenaria, el vino duerme en barricas silenciosas, mientras afuera, un pequeño equipo afina los últimos detalles para recibir visitantes. A miles de kilómetros, en un paraje patagónico, otro viñedo resiste al viento y al frío con la misma dignidad. Los extremos se tocan, unidos por una visión que no entiende de fronteras. Una visión que nació del instinto, se nutrió del aprendizaje y se consolidó como una de las apuestas más coherentes y globales en la historia reciente del vino.
Pocas veces una filosofía de producción logra atravesar continentes sin perder autenticidad. Pero hay quienes, sin buscarlo, terminan creando una constelación de terroirs conectados por una misma brújula ética: la de respetar el origen, cuidar la tierra y emocionar con cada botella. El reconocimiento no tardó en llegar. La revista estadounidense Wine Enthusiast, una de las publicaciones más influyentes del sector, decidió otorgar este año su Lifetime Achievement Award —el mayor galardón a la trayectoria en la industria— a un argentino que supo transformar su vínculo con la tierra en un legado global.
No se trata de un enólogo célebre ni de un heredero de linaje vitivinícola. Es un empresario que descubrió en el vino una forma de unir naturaleza, comunidad y herencia. Su nombre es Alejandro Pedro Bulgheroni. Y aunque muchos lo identifican por su rol en otros sectores, es en la vitivinicultura donde desplegó con mayor profundidad una mirada que integra precisión, sustentabilidad y emoción.
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Un modelo vitivinícola global con raíz en la tierra
Bulgheroni es el fundador de Alejandro Bulgheroni Family Vineyards (ABFV), un grupo vitivinícola que opera en Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Italia, Francia y Australia, y que ha logrado algo poco común: mantener una identidad clara y una ética de producción consistente más allá de las fronteras. Desde los paisajes extremos de la Patagonia hasta los viñedos históricos de Burdeos, cada bodega de ABFV expresa su origen con honestidad, sin disfrazarlo para agradar al mercado.
El grupo reúne nombres como Bodega Garzón y Brisas en Uruguay, reconocidas por su enfoque pionero en vitivinicultura sustentable en Sudamérica; Otronia, Argento, Vistalba y Viña Artesano en Argentina; Lithology en Napa Valley (EE.UU.); y cinco joyas de la Toscana: Dievole, Poggio Landi, Podere Brizio, Tenuta Le Colonne y Cantina Meraviglia, además de los castillos Suau y Langalerie en Burdeos, y Alkina en el icónico Barossa Valley australiano.
La coherencia como hilo conductor
Para Bulgheroni, la sustentabilidad no es una tendencia, sino una necesidad ética. Su modelo integra eficiencia hídrica, energías renovables, trazabilidad y programas sociales que devuelven valor a las comunidades locales. La precisión técnica, la innovación enológica y el diseño arquitectónico dialogan siempre con el paisaje, sin imposturas.
Pero su filosofía va más allá de las prácticas agrícolas. “Más que propiedades, cada destino refleja una filosofía de herencia, cultura y lujo sustentable. No se trata del lujo por el lujo mismo, sino de coherencia. Si nuestros vinos se elaboran con precisión, integridad y excelencia, cada experiencia para nuestros huéspedes debe reflejar esos mismos valores”, afirma. Para él, la hospitalidad es “precisión emocional”: cuando cada detalle, aunque invisible, genera una resonancia auténtica.
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Una visión que nace del vínculo con la tierra
“Mi conexión con la tierra comenzó de otro modo, pero con el tiempo descubrí en el vino una forma de unir tradición, naturaleza y comunidad”, explica Bulgheroni. Lejos de una estrategia comercial, su vocación por el vino nace de una sensibilidad profunda hacia lo natural, hacia el origen. Y eso se percibe en cada copa. “Hoy mi mayor satisfacción es ver cómo cada viñedo expresa su propia cultura, y cómo ese espíritu trasciende a través de nuestros vinos”.
La diversidad geográfica del grupo no es cosmética. Es una forma de explorar distintas identidades sin imponer un estilo homogéneo. Cada terroir tiene su voz, y el rol de ABFV es afinarla, no uniformarla.
El verdadero lujo: dejar una huella
Wine Enthusiast no premió una marca, ni una carrera individual. Con este galardón, reconoce una forma de hacer vino que conjuga innovación, tradición, sensibilidad estética y compromiso ambiental. Alejandro Bulgheroni ha logrado consolidar un grupo vitivinícola que funciona como embajador global de un estilo elegante, coherente y profundamente conectado con la tierra.
“El verdadero éxito no se mide por las estrellas ni por los premios, sino por los recuerdos que dejamos en quienes nos visitan: el silencio de los viñedos, la calidez de nuestra gente y la huella de nuestras raíces”, concluye.
Hoy, su legado se embotella en seis idiomas y viaja por el mundo, recordando que el vino no es solo una bebida, sino una forma de contar quiénes somos y hacia dónde vamos.



