jueves, noviembre 6, 2025
 

La inesperada fuente que impulsa el salto renovable en los Países Bajos

Aunque el foco suele estar en el viento y el sol, fue otra energía —más antigua y silenciosa— la que protagonizó el mayor avance renovable en 2024.

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Puede no parecer mucho a simple vista: en 2024, el 19,8 % del consumo energético de Países Bajos provino de fuentes renovables. Está lejos de países como Brasil, donde las energías limpías superan el 50 % de la matriz. Pero el número tiene su peso: representa un crecimiento del 15 % en apenas un año y más del doble que hace cinco. No transforma el sistema, pero sí marca una dirección que empieza a afirmarse.

Y como suele suceder cuando aparecen señales positivas, las interpretaciones automáticas apuntan hacia los sospechosos de siempre: parques eólicos en expansión, techos solares multiplicándose, nuevas inversiones fotovoltaicas… Pero no. Las datos cuentan otra historia.

El verdadero motor detrás de ese salto no fue el viento ni el sol. Fue una fuente antigua, versátil y, en los últimos tiempos, injustamente bastardeada. Una energía que no depende del clima ni de la hora del día. Una que puede entregarse cuando se la necesita. La que sostuvo la calefacción en invierno, empujó el transporte y respaldó la red eléctrica cuando las otras fuentes no alcanzaron. La gran protagonista de 2024 en los Países Bajos fue la bioenergía.

Una fuente que crece sin cámaras

Según Statistics Netherlands (CBS), el consumo de energía renovable alcanzó los 358 petajoules (PJ), de los cuales 121 PJ provinieron de biomasa. Fue más que el viento (116 PJ) y más que el sol (78 PJ). Pero su valor no estuvo solo en la cantidad, sino en su despliegue transversal.

En calefacción, la biomasa aportó 56 PJ y se consolidó como la principal fuente renovable del sector. Aunque en nuestra región su uso es marginal, en Europa es común verla en calderas domésticas, redes urbanas de calor o instalaciones industriales. Se queman pellets, astillas o residuos agrícolas para generar agua caliente o vapor, que luego alimenta sistemas de calefacción central. Son tecnologías simples, eficientes y de implementación directa.

En transporte, el impacto fue igual de contundente. El biodiesel duplicó su consumo respecto al año anterior y alcanzó 25 PJ. En total, los biocombustibles sumaron 40 PJ, cubriendo cerca del 10 % del consumo de diésel y gasolina en el país.

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Estabilidad cuando las otras fallan

En generación eléctrica, el uso de biomasa cayó un 10 % respecto a 2023, ubicándose en 23 PJ. Pero lejos de indicar un retroceso, el dato refleja otra dinámica: el cierre progresivo de plantas a carbón que utilizaban biomasa como insumo complementario. Aun así, su rol se mantuvo intacto.

La biomasa sigue siendo la única renovable gestionable a gran escala: puede producir energía cuando se la necesita, sin depender del clima. Por eso se usa para sustituir parte del carbón en centrales térmicas y como respaldo para cubrir picos de demanda. En sistemas dominados por el viento y el sol, su capacidad de respuesta la convierte en un ancla técnica esencial.

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El problema de pensar con prejuicios

En Bruselas, el avance de la bioenergía incomoda. La biomasa es una fuente renovable, gestionable y sostenible, capaz de reemplazar al carbón y reducir emisiones. Pero en lugar de valorarla por su aporte real a la transición energética, se la enfrenta con restricciones impulsadas por prejuicios ideológicos sin ningún sustento científico. Este año, incluso, se llegó a discutir la prohibición de estufas a pellets para 2027. La propuesta fue retirada, pero alcanzó para ver hasta qué punto es capaz de imponerse el dogma ideológico sobre la evidencia científica.

El problema es que restringir esta fuente no es gratis. Un estudio publicado en Nature Energy estimó que excluir la biomasa del sistema energético europeo costaría unos €169.000 millones adicionales por año. Y no solo en dinero: también en viabilidad técnica.

Los autores destacan que, sin biomasa, deberían escalarse otras fuentes fósil-free, difíciles de desarrollar a gran escala y mucho más costosas, especialmente en sectores difíciles de descarbonizar como la aviación, el transporte marítimo o la industria pesada. Algo que, a corto plazo, resultaría extremadamente complejo. Además, es una de las pocas tecnologías con potencial real para generar emisiones negativas si se combina con captura y almacenamiento de carbono.

La más vieja de las nuevas energías

A veces, lo más valioso no es lo más visible. Mientras las renovables más vistosas se llevan las luces, la biomasa —en sus distintas formas— sigue cumpliendo un rol técnico insustituible. Países Bajos lo entendió: no como una solución mágica, sino como una herramienta concreta, disponible y eficaz. Tal vez sea hora de revalorizar la energía que venimos usando desde hace decenas de miles de años.

 
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