Cada cinco días, la humanidad levanta una superficie construida equivalente a la ciudad de París. La imagen es tan concreta que resulta difícil ignorarla: un planeta que ya muestra los signos de su agotamiento ambiental continúa expandiendo sus ciudades con un ritmo que no guarda relación con los materiales ni con los modelos productivos que lo hacen posible. Por eso, cada 17 de noviembre, el Día Mundial de la Construcción dejó de ser una efeméride sectorial para convertirse en un punto de inflexión que obliga a pensar cómo se construirá el futuro inmediato.
La construcción es una de las actividades más determinantes para la vida en sociedad, pero también una de las más intensivas en carbono. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que el sector de la edificación y la construcción representa cerca del 37% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y consume más de un tercio de la energía total del planeta. La ecuación es incompatible con los compromisos del Acuerdo de París y con cualquier horizonte realista de estabilización climática.
En este escenario, la madera —material renovable, de baja huella ambiental y capaz de almacenar carbono durante décadas— deja de ser una alternativa marginal y se sitúa en el centro de una transformación global. El cambio no es cosmético ni estético: es técnico, industrial, económico y político. Implica revisar la lógica completa de cómo se conciben, producen y operan los edificios. Y, desde esa perspectiva, la construcción con madera sustentable deja de ser “una opción más” para convertirse en una estrategia climática con impacto directo sobre el futuro del sector.
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Un informe que redefine el rumbo de la construcción mundial
La magnitud del desafío está claramente expresada en el informe “Materiales de construcción y el clima: construyendo un nuevo futuro”, desarrollado por el PNUMA y la Universidad de Yale. El documento advierte que el ritmo global de urbanización no podrá sostenerse bajo los modelos tradicionales basados en cemento, acero y aluminio, materiales cuya producción explica una porción significativa de las emisiones industriales.
El informe propone una estrategia de tres frentes que ya está marcando la agenda de países, organismos multilaterales y empresas constructoras. La primera línea consiste en evitar emisiones mediante la reutilización de edificios existentes y el diseño circular, que permitirían reducir entre un 50 y un 75% las emisiones asociadas a nuevas obras. La segunda propone cambiar materiales tradicionales por alternativas de base biológica como la madera, el bambú o diferentes biomasas, con un potencial de reducción de hasta un 40% en las emisiones acumuladas hacia 2050. La tercera línea invita a mejorar los procesos de producción de aquellos materiales que no pueden ser totalmente reemplazados, especialmente el acero, el cemento y el vidrio, mediante tecnologías de captura de carbono y eficiencia energética.
Los resultados ya se observan en el terreno. Europa se convirtió en un laboratorio a cielo abierto para edificios en altura construidos con madera estructural. Obras como el Mjøstårnet en Noruega, de 18 pisos, o el Sara Kulturhus en Suecia, de 20 pisos, demuestran que la madera puede competir en altura, desempeño y durabilidad con estructuras tradicionales, mientras aporta beneficios térmicos y acústicos que mejoran la calidad ambiental de los espacios.
Estados Unidos, Japón, Canadá y Australia avanzan en la misma dirección, impulsando la construcción industrializada, modular y de precisión. Allí, la madera no es solo un material: es parte de políticas públicas que combinan captación de carbono, desarrollo territorial, empleo verde y modernización de la infraestructura urbana. La transición ya no es conceptual; es una realidad que transforma ciudades, normativas y cadenas productivas completas.
Argentina frente al nuevo paradigma: una transformación cultural e industrial
Aunque con desafíos propios, Argentina empezó a recorrer este mismo camino. La industria maderera nacional, representada por la Federación Argentina de la Industria Maderera y Afines (FAIMA) —una organización que nuclea a 28 cámaras en todo el país—, impulsa una agenda que articula sostenibilidad, innovación y competitividad para posicionar a la madera como eje estratégico de la construcción moderna. CADAMDA, con décadas de trabajo en la difusión del uso de la madera en construcción, diseño y mobiliario, se sumó a este proceso con programas de capacitación, estándares técnicos y promoción del diseño arquitectónico en madera.
“El mercado de la construcción con madera en Argentina se encuentra en un proceso de crecimiento sostenido, a pesar de las dificultades que se presentan en el camino”, afirma Daniel Vier, secretario general de FAIMA y presidente de CADAMDA. Su diagnóstico refleja un cambio profundo: “Comparado con 10 o 20 años atrás, se observa un cambio significativo en la demanda y en la oferta: la madera pasó de ser un material decorativo o rural, a posicionarse como una opción moderna, eficiente y sustentable para obras de cualquier escala”.
La transformación responde a factores convergentes. El país necesita viviendas más eficientes, rápidas de ejecutar y accesibles, tanto en costo como en consumo energético. Tecnologías como el sistema Platform Frame —un entramado ligero de madera altamente industrializado— y los paneles SIP, que integran estructura y aislación térmica en módulos prefabricados, ofrecen una respuesta concreta. Son sistemas que reducen desperdicios, permiten un control preciso del ciclo productivo y favorecen obras más limpias, rápidas y con un desempeño energético superior.
A ello se suma el aporte del sector foresto-industrial nacional, que genera empleo de calidad y abastece de manera local a estas tecnologías con bosques implantados gestionados bajo criterios de sustentabilidad, especialmente en la Mesopotamia y la Patagonia. La madera, cuando proviene de sistemas forestales certificados, combina desarrollo territorial con reducción de emisiones y sustitución de importaciones, un triple impacto que la vuelve estratégica para la política productiva y ambiental del país.
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Los desafíos necesarios para consolidar la transición
A pesar del crecimiento del sector, el camino hacia una construcción plenamente sustentable aún presenta desafíos clave. La actualización normativa aparece entre los más urgentes. Algunas jurisdicciones todavía mantienen códigos de edificación que no contemplan la madera como material estructural moderno, lo que limita el desarrollo de viviendas, edificios de mediana altura y sistemas industrializados certificados.
La formación profesional es otro punto decisivo. Arquitectos, ingenieros, maestros mayores de obra y técnicos necesitan incorporar criterios de diseño, cálculo y ejecución específicos para la construcción con madera sustentable. FAIMA, junto con universidades y organismos públicos, trabaja en programas de capacitación que buscan cerrar esta brecha y acelerar la adopción tecnológica.
La innovación también será determinante. El avance de herramientas como el diseño paramétrico, la industrialización en fábrica y el BIM (Building Information Modeling) cambia la forma de concebir un edificio desde su primer trazo. La madera, por su versatilidad, comportamiento estructural y adaptabilidad a la manufactura digital, se integra de manera ideal a estos nuevos modelos productivos.
Finalmente, el financiamiento verde aparece como un habilitador indispensable. Los países que lideran la transición lo hicieron mediante créditos específicos, incentivos fiscales y estándares ambientales rigurosos aplicados a las compras públicas. Argentina tiene la oportunidad de replicar este camino para escalar la construcción con madera sustentable y consolidarla como política de Estado.
El futuro ya empezó y está construido en madera
El Día Mundial de la Construcción llega en un momento decisivo. La evidencia científica, la experiencia internacional y la evolución de la industria argentina convergen en un punto: la construcción con madera sustentable no es una tendencia pasajera ni una solución marginal. Es un componente central de la transición hacia un modelo constructivo más eficiente, más limpio y más alineado con las necesidades climáticas y sociales del siglo XXI.
La madera ofrece una respuesta técnica y ambiental robusta, pero también propone algo más: la posibilidad de articular política climática, política industrial y desarrollo territorial en una misma estrategia. En un país que necesita viviendas, empleo y competitividad, su aporte es difícil de ignorar.
En un mundo que se reinventa a la velocidad de una nueva “París” cada cinco días, construir con madera sustentable no es una opción del futuro. Es la decisión del presente para asegurar que ese futuro sea, efectivamente, viable.


