sábado, noviembre 1, 2025
 

¿Pueden los excrementos humanos ser la energía del futuro? Un proyecto canadiense tiene la respuesta

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En el vasto universo de la innovación tecnológica, pocas cosas suenan tan extravagantes como la idea de convertir nuestros desechos diarios en energía. Sin embargo, en Canadá, un grupo de investigadores está haciendo precisamente eso, y los resultados son tan sorprendentes como prometedores. Mientras que la mayoría de nosotros no le damos una segunda mirada a lo que sucede después de tirar de la cadena, en la provincia de Columbia Británica, un proyecto en la planta de tratamiento de aguas residuales Lulu Island está transformando excrementos humanos en energía utilizable.

De desechos a energía: la magia de los microbios

En el corazón de este proyecto se encuentra un dispositivo apodado «el mini digestor», una especie de fábrica en miniatura donde los microbios realizan su magia. Estos diminutos trabajadores, conocidos como metanógenos, se alimentan de la materia orgánica presente en las aguas residuales y la convierten en biogás. Este biogás, compuesto principalmente por metano y dióxido de carbono, puede ser procesado para generar electricidad. Lo más emocionante es cómo los científicos están cultivando estas poblaciones microbianas para que produzcan aún más biogás.

“Estamos creando el ambiente adecuado para que crezcan y prosperen”, comenta Lillian Zaremba a CBC Canadá. Zaremba es ingeniera y gerente del programa de innovación colaborativa de Metro Vancouver, una autoridad regional que presta servicios a 21 municipios en la región del Lower Mainland en Columbia Británica. El biogás generado no solo se utiliza para alimentar la propia planta de tratamiento, sino que el exceso se vende a FortisBC, la empresa proveedora de gas, generando alrededor de un millón de dólares anuales.

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El circuito cerrado de los residuos

El profesor Steven Hallam, del Instituto de Ciencias de la Vida de la Universidad de Columbia Británica, lo describe como un ecosistema circular. «Estos habitantes invisibles que viven dentro de este entorno construido por el hombre están haciendo todo el trabajo que, en última instancia, produce el recurso, el recurso renovable a partir de los residuos», explica Hallam.

Este proceso no es solo una curiosidad científica, sino que podría cambiar radicalmente cómo pensamos sobre los residuos. Durante décadas, hemos sido educados con la idea de que la dilución es la solución a la contaminación: “Lo que no se ve, no se piensa”, pero este proyecto desafía esa noción al demostrar que lo que solíamos considerar como desperdicio puede ser una valiosa fuente de energía.

El camino hacia la expansión

El proyecto de la planta Lulu Island comenzó a operar en 2021, con una inversión inicial de 11 millones de dólares. Actualmente, está produciendo 60.000 gigajulios de energía al año, suficiente para abastecer miles de hogares. Sin embargo, los investigadores no planean detenerse allí. Están trabajando en un prototipo mejorado del bioreactor, que debería estar listo para 2027. Con este nuevo diseño, se espera aumentar la producción de metano en un 50%, lo que podría ser revolucionario para otras plantas de tratamiento en Canadá.

Zaremba subraya la importancia de este proyecto en el cumplimiento de los objetivos de la Ley de Energía Limpia de Columbia Británica, que busca convertir el 15% del consumo de gas provincial en fuentes renovables o de bajo carbono para 2030. Sin embargo, no todos están convencidos de que esta sea la mejor solución.

Un debate sobre la sostenibilidad

Mientras que los defensores del proyecto ven en él un paso crucial hacia un futuro energético más limpio, otros se muestran escépticos. Guru Gurumurthy, analista senior del programa de electricidad en el Instituto Pembina, una organización que promueve transiciones energéticas limpias, considera que el concepto es novedoso, pero costoso. Además, señala que el proceso genera gases de efecto invernadero, lo que podría contradecir sus objetivos climáticos. Por su parte, Eddie Dearden, exingeniero químico y ahora activista por el diseño sostenible, advierte sobre el riesgo de depender del gas metano, uno de los gases de efecto invernadero más potentes. De hecho, Dearden es parte de una demanda contra FortisBC por lo que considera «greenwashing», o la práctica de hacer que una empresa parezca más ecológica de lo que realmente es.

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Zaremba, sin embargo, defiende el proyecto argumentando que captura metano que de otro modo se perdería en la atmósfera, donde tendría un impacto mucho mayor en el cambio climático. Para ella, esta es solo una etapa en la transición hacia un futuro energético totalmente renovable, donde las fuentes solares y eólicas jueguen un papel preponderante.

¿El futuro energético está en nuestras manos?

El proyecto en Lulu Island es un recordatorio de que incluso lo que consideramos basura puede tener un valor inmenso si se maneja con creatividad y ciencia. Mientras la humanidad busca formas de mitigar el impacto del cambio climático, soluciones como esta pueden jugar un papel crucial en la transición hacia un mundo más limpio y sostenible. Sin embargo, como con toda tecnología emergente, el debate sobre su viabilidad y sostenibilidad seguirá abierto, y solo el tiempo dirá si los excrementos humanos realmente pueden ser la energía del futuro.

 
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