En el corazón verde de Misiones, donde los últimos vestigios del Bosque Atlántico del Alto Paraná resisten la presión del avance humano, y en las húmedas laderas de las Yungas tucumanas, un silencioso escudo natural se despliega cada día para proteger al planeta. No se trata de nuevas tecnologías ni de mecanismos financieros complejos: son árboles, suelos vivos, corredores ecológicos y animales silvestres los que, sin hacer ruido, capturan carbono, regulan el agua y fertilizan la tierra. En el Día Internacional contra el Cambio Climático, Grupo Arcor pone en el centro de la escena a estos aliados invisibles, recordando que preservar la biodiversidad es una de las estrategias más efectivas –y a menudo subestimadas– para frenar el calentamiento global.
El 24 de octubre no es una efeméride más. Es un llamado urgente a la acción. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las llamadas Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN) —como la protección, regeneración y manejo sostenible de los ecosistemas— podrían aportar más del 30 % del esfuerzo global necesario para cumplir con el Acuerdo de París y limitar el calentamiento a 1.5 °C. En otras palabras, los bosques, selvas, humedales y suelos sanos no son solo escenarios bucólicos, sino infraestructuras vivas que ayudan a absorber y almacenar carbono, mitigar sequías e inundaciones, y sostener la resiliencia climática.
Un compromiso que crece entre montes, cámaras y árboles nativos
Desde hace años, Grupo Arcor —multinacional argentina con unidades de negocio en alimentos, packaging y agronegocios— incorpora este paradigma en su estrategia de sostenibilidad. En la actualidad, gestiona más de 28.000 hectáreas de ambientes naturales y productivos, con un enfoque que combina conservación activa, restauración ecológica y monitoreo científico.
En Tucumán, dentro de su establecimiento azucarero “La Providencia”, se ubica el Bosque Natural Vivir Mejor. Enclavado en la ecorregión de las Yungas, este espacio de 4.000 hectáreas de monte nativo y alta montaña funciona como refugio para miles de especies vegetales y animales. Más que un pulmón verde, es parte de un corredor ecológico continuo que permite a la fauna desplazarse sin interrupciones humanas, manteniendo así la integridad genética de las poblaciones silvestres.
Por su parte, en Misiones, la Reserva Natural Cultural Papel Misionero, situada cerca de la planta de papel de la compañía, protege más de 10.000 hectáreas dentro de la Reserva de Biósfera Yabotí. Este santuario es uno de los pocos remanentes continuos del Bosque Atlántico y alberga especies endémicas y en peligro de extinción. Allí, la acción humana ha sido mínima, lo que convierte a este espacio en una cápsula de biodiversidad intacta.
Ambos espacios no solo son preservados: son también laboratorios vivientes. Desde 2017, en el Bosque Natural Vivir Mejor se plantaron más de 6.500 árboles nativos como cedros, lapachos y tipas. Estas especies, además de recuperar el ecosistema original, contribuyen a capturar carbono de la atmósfera. En paralelo, se instalan cámaras con sensores infrarrojos para monitorear la fauna silvestre, en un trabajo coordinado con Fundación ProYungas y el Observatorio de Biodiversidad del Bosque Atlántico (OBBA), dependiente del Instituto de Biología Subtropical (IBS – CONICET y Universidad Nacional de Misiones).
Cuando los animales hablan: qué dicen los bioindicadores
El monitoreo con cámaras trampa no es solo una postal de jaguares y tapires. Es una herramienta científica para medir la salud del ecosistema. En la última campaña realizada en Misiones en 2023, se instalaron 58 cámaras que registraron 29 especies de mamíferos, incluyendo al tapir, la corzuela enana, el margay y el ocelote. Estos registros representan un 75 % de la fauna esperable en la zona y confirman la presencia del pecarí labiado, una especie en peligro.
En Tucumán, el relevamiento finalizado en enero de 2025 también arrojó resultados alentadores: 20 cámaras detectaron 13 especies de mediano y gran porte, entre ellas el pecarí de collar, el ocelote y la corzuela parda. Algunas, como la comadreja colorada o el hurón mayor, están clasificadas como amenazadas.
Estos animales funcionan como bioindicadores. Su presencia (o ausencia) revela la vitalidad de un ecosistema. Un bosque con diversidad de carnívoros y herbívoros es un sistema equilibrado, capaz de regenerarse y resistir perturbaciones. En este sentido, cada huella registrada en la selva es una señal de que la naturaleza aún puede sanar si se le da el espacio y el tiempo necesarios.
Producción y conservación: una ecuación posible
El caso de Arcor demuestra que la actividad empresarial no tiene por qué ser enemiga del ambiente. Al contrario, puede convertirse en un agente clave de restauración y cuidado si asume un compromiso real con modelos de producción compatibles con la naturaleza. Esta filosofía se traduce en prácticas concretas: brigadas bioforestales patrullan las reservas, se controlan accesos, se regeneran áreas degradadas y se generan alianzas con centros científicos para mejorar las acciones de conservación.
La compañía, que en 2024 alcanzó ventas netas por 3.800 millones de dólares y cuenta con 49 plantas industriales en América Latina, entiende que preservar la biodiversidad no es solo una cuestión ética o estética, sino estratégica. La pérdida de especies y ecosistemas no solo agrava el cambio climático: también pone en riesgo la seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua y la salud pública.
Un mensaje claro en un día clave
En el Día Internacional contra el Cambio Climático, Grupo Arcor invita a repensar el rol de la biodiversidad como una herramienta fundamental de acción climática. Mientras el mundo debate sobre energías renovables y captura de carbono industrial, los bosques siguen haciendo silenciosamente su trabajo. La pregunta es si sabremos escucharlos y darles el valor que merecen.
Porque proteger un árbol no es solo abrazar un ideal verde: es, literalmente, sembrar futuro.


