La forestoindustria moderna ya es, sin lugar a dudas, uno de los sectores más comprometidos con la sostenibilidad ambiental. Con sistemas de certificación reconocidos internacionalmente, buenas prácticas de manejo y el aporte clave de sus plantaciones al secuestro de carbono, es un ejemplo de cómo producir con responsabilidad.
Pero enfrenta un desafío permanente: incrementar la productividad y la resiliencia de sus cultivos forestales para responder a la creciente demanda mundial de madera, biomateriales y bioenergía y las inclemencias del cambio climático.
Para lograrlo, la biotecnología es una herramienta indispensable. Entre sus técnicas más avanzadas se encuentra la edición genética o edición genómica, que permite mejorar las características de los árboles —como la calidad de la madera, la resistencia a enfermedades o la tolerancia a la sequía— con una precisión sin precedentes y sobre todo, sin comprometer los estándares de sostenibilidad que ya cumple el sector.
Edición genética vs. organismos genéticamente modificados: ¿cuál es la diferencia?
Aquí es donde muchos lectores (y hasta a veces legisladores) pueden confundirse.
La edición genética utiliza herramientas como CRISPR para realizar pequeñas modificaciones dentro del mismo genoma de una planta. Es decir, se editan genes que ya están presentes de forma natural. No se agregan genes de otras especies.
Por el contrario, en los organismos genéticamente modificados (OGM) sí se introduce ADN de otra especie. Por ejemplo, un gen de bacteria que brinda resistencia a insectos incorporado en una planta de maíz.
👉 Conclusión: La edición genética no debería dejar rastros de ADN foráneo.
Sin embargo, en la práctica existe una complejidad técnica que ha generado debates regulatorios importantes, especialmente en Europa.
¿Cómo puede quedar ADN foráneo en una planta editada genéticamente?
Aunque el objetivo de la edición genética es modificar solo genes propios de la planta, para realizar esas modificaciones es necesario introducir temporalmente en las células de la planta la maquinaria de edición genética, es decir, el sistema CRISPR (que incluye una proteína llamada Cas9 y unas moléculas guía que dirigen dónde debe hacerse el cambio).
Esta maquinaria puede ser introducida mediante varios métodos. Uno de los más utilizados en biotecnología vegetal es usar una bacteria llamada Agrobacterium tumefaciens como vehículo.
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Ahora bien:
En algunos casos, esa maquinaria (que incluye fragmentos de ADN diseñados por los científicos) puede quedar insertada de manera permanente en el ADN de la planta.
Cuando eso sucede, las autoridades regulatorias —como las de la Unión Europea— consideran que la planta contiene ADN foráneo, aunque no se haya agregado un gen funcional de otra especie.
Esa consideración implica que la planta debe pasar por los mismos controles que un OGM, un proceso largo y costoso.
👉 Esto ha sido uno de los principales obstáculos para la aplicación de la edición genética en especies forestales de ciclo largo como los álamos.
¿Por qué es más difícil solucionar esto en árboles que en cultivos agrícolas?
En cultivos anuales como el maíz o el arroz, cuando la maquinaria CRISPR queda integrada en el ADN de las plantas, los científicos pueden realizar cruzamientos en las siguientes generaciones para eliminarla.
Pero los árboles como el álamo tardan años en alcanzar la madurez y reproducirse. Ese proceso sería demasiado lento y, además, podría hacer que se pierdan las características mejoradas que se buscaban con la edición genética.
Resolver este desafío ha sido uno de los grandes obstáculos técnicos que frenaba la aplicación práctica de la edición genética en especies forestales. Hasta ahora. Un equipo de investigadores del VIB-UGent Center for Plant Systems Biology y la VIVES University College, en Bélgica, ha logrado romper esa barrera con una innovación que podría marcar un antes y un después para la biotecnología forestal: una técnica que permite editar álamos sin dejar rastros de ADN foráneo.
La innovación: edición genética sin dejar rastros de ADN foráneo
El equipo de investigadores belga encontró la manera de utilizar la bacteria Agrobacterium tumefaciens para introducir la maquinaria CRISPR en células de álamo, pero de forma transitoria. Es decir, la maquinaria CRISPR entró en las células, realizó las ediciones genéticas necesarias y luego desapareció. No se integró de manera permanente en el ADN de la planta.
«La herramienta de edición hace su trabajo y luego desaparece sin dejar huella genética», explicó el profesor Wout Boerjan, líder del proyecto.
Para garantizar que no quedara ningún rastro de ADN foráneo, el equipo empleó una técnica de secuenciación genómica de lectura larga, capaz de detectar hasta las más pequeñas trazas de ADN externo. Los resultados fueron contundentes: casi la mitad de los brotes regenerados de álamo estaban completamente libres de cualquier ADN foráneo.
«Esto es crucial —señaló el doctor Lennart Hoengenaert, primer autor del estudio— porque permite que estos árboles puedan ser tratados como plantas mejoradas convencionalmente bajo las futuras regulaciones europeas.»
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Implicancias productivas y regulatorias de la edición genética en álamos
El avance tiene un valor doble:
Productivo: permite acelerar el desarrollo de álamos mejorados que incrementen la productividad y resiliencia sin las demoras que implicaría eliminar ADN foráneo mediante cruzamientos.
Regulatorio: evita que estas plantas sean clasificadas como OGM, lo que simplifica y acelera su aprobación en mercados como el europeo, donde ya se discuten normativas diferenciadas para la edición genética sin ADN externo.
«Nuestra metodología ofrece una vía práctica para crear árboles que respondan a los desafíos climáticos y de productividad, y que, al mismo tiempo, sean más fáciles de regular y aceptar socialmente», concluyó Boerjan.
Productividad, sostenibilidad y un toque de picardía científica
La necesidad de mayor productividad es tan urgente —y tan crucial para la sostenibilidad y la acción climática— que la ciencia, con cierta picardía, ha encontrado en la propia biotecnología la forma de esquivar las barreras que los marcos regulatorios le imponen a la propia biotecnología.
Cuando las normas frenan la innovación, la innovación responde con más ciencia. La edición genética, aplicada con responsabilidad y bajo controles rigurosos, se convierte así en el atajo legítimo para seguir avanzando hacia una bioeconomía forestal más competitiva y resiliente.