La aviación comercial ha sido uno de los grandes motores de la globalización y el turismo en las últimas décadas. Cada año, miles de millones de pasajeros eligen el avión como medio de transporte, y las proyecciones indican que esa cifra seguirá creciendo. Pero este progreso tiene un costo ambiental: los vuelos comerciales ya representan cerca del 3% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), una proporción que podría aumentar si no se adoptan soluciones sostenibles.
La buena noticia es que la industria ha comenzado a responder. Entre las principales alternativas, el Sustainable Aviation Fuel (SAF) —un biocombustible producido a partir de materias primas agrícolas y residuos— se perfila como la herramienta más inmediata para reducir las emisiones sin cambiar las aeronaves actuales.
En este contexto, la producción de SAF en Estados Unidos está atravesando un verdadero auge de inversiones. En los últimos tres meses, la puesta en operación de nuevas plantas permitió duplicar la capacidad de producción nacional, marcando el despegue de una transformación que podría redefinir el futuro de los cielos.
Un crecimiento que gana altura: la producción de SAF en Estados Unidos se duplica
Entre diciembre de 2024 y febrero de 2025, la producción de SAF en Estados Unidos —clasificada oficialmente como otros biocombustibles— prácticamente se duplicó. Hasta comienzos de 2024, solo dos instalaciones producían SAF en Estados Unidos: la planta de World Energy en Paramount, California, y la de Montana Renewables en Great Falls. Su capacidad combinada apenas alcanzaba los 2.000 barriles por día (b/d), unos 116.000 m³/año o 116 millones de litros/año.
Hoy, ese panorama cambió radicalmente.
Nuevas plantas impulsan el despegue
En la segunda mitad de 2024, Phillips 66 completó un ambicioso proyecto de 10.000 b/d en su planta de Rodeo, California. Poco después, Diamond Green Diesel añadió 15.000 b/d con su instalación en Port Arthur, Texas. Y en febrero de 2025, New Rise Renewables se sumó con su planta de Reno, Nevada, que aporta 3.000 b/d adicionales. Próximamente, Par Pacific iniciará operaciones en Kapolei, Hawái, sumando 2.000 b/d más.
Resultado: la capacidad nacional de producción de SAF ya ronda los 30.000 b/d, equivalentes a unos 1,74 millones de m³/año o 1.740 millones de litros/año, y sigue creciendo.
Políticas públicas como motor de crecimiento
¿Qué impulsa esta expansión? Un cóctel de incentivos que va desde el Renewable Fuel Standard (RFS) de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), hasta créditos fiscales federales y programas estatales. Estos mecanismos no solo hacen rentable la producción de SAF, sino que también la convierten en una pieza estratégica dentro de la transición energética estadounidense.
Del margen al motor de los biocombustibles
Antes de 2025, el SAF era solo una fracción menor dentro de los otros biocombustibles, dominados por subproductos como la nafta y el propano renovable. Hoy, con su crecimiento explosivo, el SAF se está convirtiendo en el motor principal de esta categoría.
En enero de 2025, la producción total de otros biocombustibles alcanzó 33.000 b/d, superando en un 30% el récord anterior. En febrero, trepó otro 30% hasta los 44.000 b/d.
La Administración de Información de Energía (EIA) proyecta que esta cifra se duplicará entre 2024 y 2025, con el SAF como protagonista principal.
El costo ambiental de haber discriminado a los biocombustibles
Mucho camino por recorrer
Pese al crecimiento espectacular, el volumen absoluto sigue siendo modesto. En 2025, el SAF cubrirá menos del 2% de los aproximadamente 98 millones de m³/año (unos 1,7 millones de b/d) que consume el sector aéreo estadounidense.
La revolución ha comenzado, pero el cielo sostenible aún está en construcción.
Más allá del combustible: un cambio de rumbo
El ascenso del SAF no es solo una cuestión de eficiencia energética o cumplimiento normativo. Es, en muchos sentidos, el símbolo de una nueva era para la aviación. Como en toda transformación histórica, los primeros pasos pueden parecer pequeños. Pero cada litro producido es un ladrillo más en el puente hacia un futuro donde los cielos sean más limpios y el vuelo más responsable.
