Hay noticias que parecen extraídas de una novela de ciencia ficción, pero que ya están sucediendo. El 13 de mayo, en Aabenraa, al sur de Dinamarca, se encendió oficialmente la primera planta de e-metanol a escala comercial del mundo. No hablamos de un experimento, ni de un piloto de laboratorio, sino de una instalación plenamente operativa, capaz de producir 42.000 toneladas al año de un compuesto químico vital: el metanol renovable, también conocido como e-metanol.
Detrás de este hito están dos pesos pesados: European Energy, una empresa danesa pionera en proyectos Power-to-X —una categoría de tecnologías que convierten energía eléctrica renovable en otros portadores energéticos o productos químicos, como combustibles o fertilizantes—, y Mitsui & Co., el conglomerado japonés con operaciones globales. Juntos, levantaron la planta de Kassø, una inversión de 100 millones de euros que apunta a descarbonizar industrias difíciles de electrificar como el transporte marítimo, la aviación y la producción química. A ellos se suman socios estratégicos clave como Maersk, LEGO y Novo Nordisk, que no solo apoyan el proyecto, sino que serán los principales destinatarios del e-metanol producido, garantizando así su demanda y viabilidad comercial.
¿Qué es el e-metanol y por qué marca una diferencia?
El metanol no es nuevo. Desde hace décadas se produce a partir de gas natural y carbón, y se usa como insumo en la industria química —especialmente en la fabricación de plásticos, solventes, adhesivos y fertilizantes—, además de funcionar como combustible en algunos motores. Es, sin exagerar, una de las moléculas más utilizadas del mundo industrial. Lo innovador del e-metanol es su forma de producción: se obtiene a partir de hidrógeno renovable y CO₂ de origen biológico. Es el mismo metanol de siempre, pero con una huella de carbono drásticamente inferior—hasta 97% menos emisiones que su par fósil.
Pero ¿cómo se transforma el sol y los residuos en un líquido químico?
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Un proceso que combina naturaleza, tecnología y economía circular
Todo comienza en los biodigestores. Allí, residuos agrícolas y orgánicos (estiércol, restos de cosechas, efluentes industriales) se fermentan en ausencia de oxígeno. El resultado es biogás, una mezcla rica en metano y dióxido de carbono. En condiciones normales, este CO₂ sería liberado a la atmósfera. Pero en Kassø, se lo captura cuidadosamente, se lo purifica y se lo destina a un nuevo ciclo de vida: convertirse en combustible.
A pocos kilómetros, la planta de Tønder Biogas, una de las más grandes del mundo, suministra alrededor de 45.000 toneladas anuales de CO₂ biogénico. Este gas se trata con tecnología de Ammongas, que lo separa, condensa y lo deja listo para su nuevo destino.
Simultáneamente, la planta de Kassø, alimentada por el parque solar más grande del norte de Europa (304 MW), usa esa energía para accionar un electrolizador de 52 MW, que descompone agua en hidrógeno verde y oxígeno. Cuando ese hidrógeno se combina con el CO₂ biogénico, nace el e-metanol.
El proceso, además, genera calor residual que se aprovecha para calefaccionar a 3.300 hogares locales, cerrando así un circuito de eficiencia energética que pocos modelos industriales pueden igualar.
Un biocombustible discutido, pero con fundamentos sólidos
¿Es el e-metanol un biocombustible? No hay consenso absoluto, pero desde BioEconomía.info sostenemos que sí lo es cuando se produce con CO₂ biogénico. En este caso, la materia prima proviene de un recurso renovable, y por lo tanto, lo ubicamos dentro del espectro de los biocompuestos biobasados sustentables.
No lo llamamos “el biocombustible del futuro” porque sería apresurado. Es apenas la primera planta de su tipo. El tiempo dirá qué rol jugará en un futuro energético sin fósiles. Pero sin duda, representa un paso firme hacia nuevas formas de movilidad e industria con menor huella ambiental.
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Usos múltiples: del mar a los juguetes
El e-metanol producido será usado por empresas con compromisos climáticos ambiciosos:
- A.P. Moller – Maersk lo empleará para abastecer al Laura Mærsk, el primer buque portacontenedores del mundo propulsado por metanol.
- LEGO Group lo integrará en su producción de piezas plásticas como conectores y ejes. Allí, el metanol renovable se utilizará como insumo para sintetizar polímeros, permitiendo reducir la huella de carbono sin sacrificar la calidad ni seguridad del producto.
- Novo Nordisk lo aplicará en sus procesos industriales para reemplazar metanol fósil en la fabricación de productos farmacéuticos.
Además, este compuesto se utilizará en la producción de combustibles de aviación sostenibles (SAF) y como aditivo o mezcla en combustibles para camiones y automóviles.
Exportable, almacenable y adaptable
Una de las ventajas del metanol, fósil o renovable, es su facilidad de transporte. Es líquido a temperatura ambiente, puede almacenarse en tanques convencionales y se exporta usando la infraestructura logística ya existente. Esto lo convierte en un vector energético versátil, con potencial global.
Ya hay más de 160 buques en construcción capaces de operar con metanol, y la demanda internacional se proyecta en 250 millones de toneladas anuales para 2050.
Una chispa de cambio en la matriz energética
La planta de Kassø no promete una revolución inmediata, pero enciende una chispa poderosa en la transformación energética global. Muestra que es posible reutilizar residuos orgánicos, capturar gases de efecto invernadero y transformarlos, con energía solar, en productos químicos esenciales para la economía moderna.
Es, además, una prueba palpable del poder de integración entre lo biológico y las energías renovable. Porque al fin y al cabo, toda la energía involucrada —incluso la que alimenta a los microorganismos en un biodigestor— proviene, de una forma u otra, del sol. La bioeconomía, cuando se combina con la tecnología, es más que una alternativa: es una vía de innovación profunda hacia la sostenibilidad.
Hoy, ese gas que antes escapaba invisible de un biodigestor, tiene destino. Se convierte en molécula útil. En combustible. En parte de un juguete. En energía para un barco.
Es el mismo carbono de siempre, pero con una historia diferente.


