En Francia, donde los perfumes son casi un símbolo patrio y las bromas sobre duchas escasas circulan tan libremente como las baguettes, la mugre encontró una forma inesperada de redimirse: producir energía. Cada vez que un parisino enfrenta al jabón —aunque sea de vez en cuando—, el agua cargada de suciedad viaja por las cañerías hasta Seine Aval, la mayor planta de tratamiento de aguas residuales de Europa, que ahora también lidera la producción de biogás en Francia. Allí once digestores gigantes ahora transforman lo que antes flotaba en las cloacas en algo mucho más útil: 350 GWh de energía renovable al año, suficiente para cubrir más de la mitad del consumo de la propia planta y darle a la región un nuevo impulso de soberanía energética.
La mayor planta de biogás en Francia: de la cloaca a la red eléctrica
Seine Aval es operada por SIAAP, la Autoridad de Saneamiento del Gran París, un organismo público que gestiona el tratamiento de las aguas residuales de toda la región metropolitana. En alianza con SUEZ, una de las mayores compañías de servicios ambientales del mundo, reconstruyeron por completo la unidad de producción de biogás de este complejo. ¿El resultado? Una instalación que procesa 130.000 toneladas de lodo al año, convirtiéndolas en fertilizante para uso agrícola y en energía limpia que abastece sus operaciones.
Gracias a esta nueva infraestructura, Seine Aval puede cubrir el 56% de sus necesidades energéticas y operar casi como un sistema autosuficiente, reduciendo además su huella de carbono. Ubicada entre siete municipios de los departamentos de Yvelines y Val d’Oise, la planta trata diariamente los desechos de seis millones de personas, lo que la convierte en una pieza esencial para la vida urbana de París.
El mayor productor de leche de Europa apuesta fuerte por la energía verde
La tecnología que convierte mugre en poder
El corazón del proyecto es la tecnología Digelis® Fast, desarrollada por SUEZ. Este sistema de digestión termofílica utiliza bacterias que trabajan a altas temperaturas para acelerar la descomposición del lodo, generando más biogás con menos infraestructura. Gracias a esta innovación, la planta redujo de 26 a 11 sus digestores, liberando 70.000 metros cuadrados de terreno —el equivalente a casi diez canchas de fútbol— y logrando un 10% de ahorro energético respecto al proceso anterior.
Cada uno de los nuevos digestores tiene una capacidad de 12.000 m³, conectados por 34 kilómetros de tuberías, con un diseño compacto y sistemas centralizados de desodorización para evitar molestias en la zona. Además, el proyecto incorporó criterios ambientales desde la construcción: se utilizó un 35% menos de hormigón que en plantas convencionales, y del total empleado, un 45% fue de muy bajo carbono y un 5% de bajo carbono.
Más allá del metano: la nueva tecnología que redefine el negocio del biogás
Una inversión monumental para una revolución silenciosa
El proyecto, iniciado en 2016 y completado tras nueve años de trabajo, demandó una inversión de 401 millones de euros (sin IVA). La Agencia del Agua Sena-Normandía aportó 32 millones en subsidios y 16 millones en préstamos a tasa cero, convencida del impacto estratégico de la obra. Durante su ejecución, participaron 350 trabajadores de manera simultánea, sumando 2 millones de horas-hombre, incluidas 46.000 horas destinadas a programas de inserción laboral.
Para François-Marie Didier, presidente de SIAAP, esta planta “es una respuesta concreta a los desafíos de seguridad industrial, eficiencia operativa y protección ambiental”, y consolida a la entidad como el mayor productor de biogás de Francia. Por su parte, Xavier Girre, CEO de SUEZ, destacó que “Seine Aval es un símbolo de soberanía energética para el Gran París y una muestra de cómo aprovechar cada recurso disponible”.
De estereotipos a kilovatios
Más allá de las bromas sobre el jabón y el perfume, esta planta marca un hito: demuestra que incluso los residuos más desagradables pueden convertirse en energía, reduciendo emisiones, impulsando la economía circular y mejorando la resiliencia energética de las ciudades.
Y si alguien vuelve a bromear sobre los franceses y sus costumbres de higiene, tendrán una respuesta lista: “Puede que nos bañemos poco, pero cuando lo hacemos, nuestra mugre mantiene encendida la Ciudad de la Luz”.


