El mundo consume toneladas de chocolate, pero la riqueza real del cacao rara vez se queda en la tierra donde nace. Esta es la paradoja a la que se enfrenta Costa de Marfil, el principal productor de cacao del planeta. Durante décadas, la nación ha dependido de la exportación del grano como commodity, quedando expuesta a la volatilidad de los precios internacionales y al incremento constante de los costos de los insumosis agrícolas. Esta presión económica y la necesidad de asegurar la subsistencia de miles de agricultores han impulsado al gobierno a tomar una decisión estratégica de impacto global: cambiar el modelo de negocio.
La nueva visión es drástica: para 2030, Costa de Marfil se propone procesar la totalidad de sus granos de cacao antes de que salgan del país. Este objetivo monumental no es solo un plan de industrialización, sino la punta de lanza de una transformación económica profunda basada en el uso inteligente de sus recursos naturales: la bioeconomía.
Este modelo económico, que se centra en el uso sostenible de los recursos biológicos renovables, es crucial para que las naciones de África Occidental alcancen una verdadera independencia y autosuficiencia. El Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2021–2025 ya sentó las bases al poner énfasis en la valorización de los recursos y en el aprovechamiento de los flujos de lo que antes se consideraba desecho. La dirección es clara: asegurar una valorización sostenible de las potencialidades territoriales.
De cara al futuro, el PND 2025–2029 redoblará su apuesta, centrándose en el aumento de la productividad agrícola y la industrialización, manteniendo la reutilización de las fuentes orgánicas en el centro de su agenda, lo que refuerza la resiliencia económica del país frente a shocks externos.
La alianza que convierte el residuo en valor
Para acelerar esta transición hacia la bioeconomía del cacao, Costa de Marfil ha encontrado en los Países Bajos un socio estratégico. La nación europea, reconocida por su liderazgo en agroalimentos y economía circular, ha colaborado con actores marfileños para co-crear un nuevo ecosistema que maximiza el uso de los granos de cacao y sus tejidos circundantes.
Esta cooperación se consolidó en el programa Orange CocoaPro y en la creación de tres alianzas bilaterales centradas en la producción de masa de cacao, jugo de pulpa y biocarbón. La lógica es simple pero transformadora: cada parte del fruto puede convertirse en ingreso, innovación y sostenibilidad.
El dulce que antes se desperdiciaba
Uno de los subproductos más prometedores es la pulpa blanca que envuelve al grano dentro de la vaina. Históricamente, este tejido gelatinoso se descartaba como residuo de la fermentación. Algunas cooperativas locales, como Covima, cerca de la ciudad de Bouaflé, en la región de Marahoué, conocían su potencial como jugo de fruta, pero hasta ahora no se había logrado escalarlo industrialmente.
La inversión de la empresa neerlandesa Kumasi, que ya opera con éxito en Ghana, marcó un punto de inflexión. En colaboración con ETG, Beyond Beans Foundation y la marca Tony’s Chocolonely, se inauguró la primera planta industrial de jugo de cacao en Daloa.
El producto, cuyo sabor recuerda al lichi, está por llegar a los mercados neerlandeses, abriendo una nueva fuente de ingresos para los agricultores, que ahora pueden monetizar un subproducto antes desaprovechado.
De las cáscaras al biocarbón: química fina y captura de carbono
El desafío ambiental más grande —y la mayor oportunidad circular— lo representan las cáscaras del cacao, que constituyen cerca de dos tercios del fruto y hasta diez veces la masa del grano seco. Cuando se pudren en el campo, liberan metano, un gas de efecto invernadero veinte veces más potente que el dióxido de carbono.
La solución está en la carbonización, un proceso que transforma el material orgánico en biocarbón, “fosilizando” el carbono y devolviéndolo al suelo como fertilizante. La empresa LONO, en alianza con Beyond Beans y BioYam, convierte un pasivo ambiental en un activo para la salud del suelo y la mitigación climática.
La compañía SPAAK, dentro del mismo proyecto financiado por la Agencia Empresarial de los Países Bajos (RVO), explora la extracción de compuestos naturales antes de la carbonización: edulcorantes, pigmentos y fibras. Esta valorización en cascada acerca al país al ideal de una producción sin residuos, rentable y sostenible.
Hongos, insectos y nuevas fronteras bioeconómicas
La estrategia de economía circular marfileña no se limita al cacao. La Cellule Économie Circulaire, dependiente de la Oficina del Primer Ministro, coordina la expansión de nuevos sectores. Uno de ellos es la producción de hongos comestibles, un mercado en pleno crecimiento impulsado por la demanda local de setas de ostra.
Empresas emergentes como YEYOLA, apoyada por el programa neerlandés Orange Corners, cultivan hongos en la región de Abiyán. La dependencia de esporas importadas desde Ghana limita su expansión, abriendo una oportunidad para compañías neerlandesas con experiencia en biotecnología.
Otra línea de innovación proviene del uso de la mosca soldado negra. Sus larvas, ricas en proteínas, sirven como alimento alternativo para aves y peces, mientras que su frass —el excremento— es un fertilizante natural de alto valor. Start-ups como Bioani y Living Soils expanden su red de plantas descentralizadas, integrando agricultura, ganadería y gestión de residuos en una sola cadena productiva.
Diplomacia verde y agenda de insumos orgánicos
El desarrollo de una bioeconomía del cacao sostenible es un proyecto de largo plazo destinado a reforzar la resiliencia económica de Costa de Marfil. El Netherlands Agricultural Network (LAN), desde la embajada neerlandesa en Abiyán, cumple un papel diplomático y comercial clave al facilitar alianzas y promover soluciones circulares.
En septiembre de 2025, junto a la Netherlands Food Partnership, el LAN presentó un catálogo de empresas neerlandesas que ofrecen insumos agrícolas sostenibles para África Occidental durante el Africa Food Systems Forum 2025. La versión oficial y ampliada será lanzada en À la Ferme Orange, el 20 de noviembre en Dakar, Senegal.
El equipo LAN continuará impulsando el uso de fertilizantes biológicos, colaborando con el programa Soil Values, identificando barreras regulatorias y proponiendo soluciones para acelerar la aprobación de bioinsumos, inspirándose en modelos como el de Brasil.
Así, la alianza entre innovación neerlandesa y potencial biológico marfileño avanza con paso firme hacia un futuro agrícola circular, soberano y resiliente para toda África Occidental.



