La semana pasada, la columna que publicamos sobre la bioeconomía del maíz sorprendió a más de uno. Mucha gente —incluso del sector— no sabía que ese grano estaba en tantos rincones de nuestra vida: en la ropa, en los limpiadores, en los autos, en los juguetes íntimos, en el whisky… y hasta en los misiles. La bioeconomía del maíz, silenciosa pero omnipresente, se reveló con toda su potencia.
Ese impacto me dejó pensando. Porque el maíz no es una excepción: es un ejemplo. Una muestra concreta de lo que puede la bioeconomía cuando se la deja actuar. Y por eso, hoy quiero ir un paso más allá. Quiero volver a una idea fundamental: ¿qué es, en el fondo, la bioeconomía como modelo de desarrollo?
Spoiler: no es una teoría económica. Tampoco una ciencia. Es una forma de entender la producción. Una lógica distinta que nos invita a vivir —y producir— sin tener que esperar millones de años, como ocurre con los fósiles, para acceder a lo que la naturaleza ya nos ofrece hoy.
La trampa fósil
Durante buena parte del siglo XX, crecimos al calor del petróleo. Y sí, hubo excesos, malas prácticas, incluso desastres: desde represiones violentas y guerras, hasta el derrame de la plataforma Deepwater Horizon en 2010, cuyas secuelas ambientales aún persisten. Pero también hay que decirlo: muchos de esos daños no eran tan conocidos en sus inicios. Al menos los relacionados al cambio climático. Se priorizaba el desarrollo, la seguridad energética, el acceso a bienes que hasta entonces eran impensados. El problema no fue no saber. El problema es seguir igual ahora que sí sabemos.
Sabemos que el cambio climático es consecuencia del uso masivo de combustibles fósiles. Sabemos de los impactos sobre la pérdida de biodiversidad. Sabemos que hay límites ecológicos que ya no podemos cruzar sin consecuencias. Entonces, ¿qué hacemos con ese conocimiento?
El costo ambiental de haber discriminado a los biocombustibles
Saltar el paso de los millones de años
El petróleo no es magia. Es biomasa antigua que la Tierra fue transformando durante siglos, milenios, eras. Lo que hacemos al usarlo es aprovechar el trabajo que la naturaleza ya hizo comprimiendo materia viva en forma de hidrocarburos. Una maravilla geológica, sin dudas. Pero, al mismo tiempo, un legado que usamos sin medir consecuencias.
¿Y si pudiéramos saltearnos ese paso? ¿Y si en lugar de extraer lo que tardó millones de años en formarse, usáramos directamente lo que el planeta produce hoy?
Eso es lo que propone la bioeconomía. Aprovechar los recursos biológicos actuales —cultivos, residuos, microorganismos, biomasa forestal— para producir energía, materiales, alimentos, químicos, fibras. No desde lo fósil, sino desde lo vivo. Con tecnologías modernas, con inteligencia territorial, con mirada sistémica.
El dato que muchos olvidan: nacimos biológicos
Este enfoque no es una utopía. De hecho, los motores que hoy asociamos al petróleo nacieron pensados para biocombustibles. Rudolf Diesel diseñó su motor para funcionar con aceite vegetal. El ciclo Otto, que da vida a millones de autos, fue concebido con etanol en mente. El desvío hacia lo fósil fue una decisión económica, no técnica.
¿Y ahora? Ahora tenemos biotecnología, ingeniería de procesos, biorrefinerías, química verde. Es decir: hoy podríamos volver a ese origen biológico con un nivel de eficiencia y escala impensado hace décadas. El caso del maíz, que ya vimos, es prueba de eso: una biorrefinería puede transformar un grano en decenas de productos con eficiencia ambiental y valor agregado.
La bioeconomía como modelo de desarrollo
La bioeconomía es una forma de entender la producción. Pero su adopción no es instantánea: se construye paso a paso. Cada avance hacia procesos más regenerativos, más descentralizados y más biológicos forma parte de esa transición. Y con cada avance vienen externalidades positivas: empleo local, mayor resiliencia territorial, menos dependencia de insumos fósiles, más soberanía productiva.
Ahmed Zaki Yamani, ministro de Petróleo saudita por más de 20 años, anticipó que: “La Edad de Piedra no terminó por falta de piedras, y la era del petróleo no terminará por falta de petróleo”. Lo que termina una era no es la escasez, es la aparición de algo mejor. La bioeconomía es ese algo mejor.
En BioEconomía.info trabajamos para mostrarlo. Para contar estas historias, hacer visibles estos caminos, conectar los puntos. Porque creemos que se puede vivir bien —y mejor— sin esperar millones de años. Solo hay que animarse a transicionar hacia una producción basada en lo vivo, en los recursos que el planeta genera hoy, sin hipotecar el mañana.


