No será una cumbre más. Tampoco una vidriera protocolar. La COP30, que se celebrará entre el 10 y el 21 de noviembre en Belém, capital del estado brasileño de Pará, tiene una ambición mayor: convertirse en el punto de inflexión hacia un modelo de desarrollo verdaderamente sustentable para la Amazonía. Y en el centro de esa ambición, no hay una obra, un discurso ni una campaña. Hay un concepto: la bioeconomía.
A 100 días del inicio de la cumbre climática más importante del mundo, el gobierno de Pará acelera la implementación de más de treinta intervenciones estratégicas que van mucho más allá de preparar una ciudad para recibir visitantes. Con una inversión pública superior a R$ 1.000 millones (USD 180 millones), Belém se transforma para dejar una huella estructural: drenajes, movilidad baja en carbono, parques urbanos, alojamiento inteligente, formación laboral, leyes ambientales, restauración forestal, planificación territorial y producción local basada en biodiversidad.
Pero más importante que la magnitud es la dirección: todo se ordena alrededor de una visión. Una narrativa que articula valor económico y conservación, empleo e innovación, patrimonio y futuro. Pará busca demostrar que la bioeconomía amazónica no es solo una alternativa posible, sino una propuesta concreta, funcional y escalable para enfrentar la crisis climática global desde los territorios.
¿Qué es la COP30 y por qué importa dónde se celebra?
La Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP) es el foro multilateral más relevante para negociar medidas globales contra el cambio climático. Este año, se celebra la 30ª edición, diez años después del Acuerdo de París, y su objetivo será definir una nueva hoja de ruta vinculante para limitar el calentamiento global, reducir emisiones y garantizar una transición justa.
Por primera vez en la historia, una COP tendrá lugar en la Amazonía. Y eso cambia todo. No solo porque se reconoce el papel crucial del mayor bosque tropical del planeta como regulador climático, sino porque obliga a poner en escena modelos reales de desarrollo amazónico que combinen conservación, inclusión y prosperidad.
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Pará, de anfitrión a referente: la bioeconomía como propuesta país
En ese marco, el estado de Pará asumió un rol que va más allá del anfitrión logístico. Desde 2022, su gobierno diseñó un conjunto de políticas públicas, planes estratégicos y alianzas internacionales que consolidan un enfoque de transición productiva. En el centro, está el Plan Estatal de Bioeconomía (PlanBio), un programa que promueve cadenas de valor sustentables a partir de la biodiversidad amazónica: productos forestales no maderables, saberes tradicionales, biotecnología, restauración activa, sistemas agroforestales y emprendimientos de base comunitaria.
A ese enfoque se suma la implementación del Sistema Jurisdiccional REDD+, que permite canalizar pagos por servicios ecosistémicos a comunidades y productores rurales, y el Plan de Recuperación de la Vegetación Nativa (PRVN‑PA), orientado a restaurar paisajes degradados con especies locales. Todos estos instrumentos se articulan con una nueva Ley de Responsabilidad Ambiental, que destina recursos de la recaudación minera e hídrica al Fondo Ambiental del Estado.
El epicentro simbólico y funcional de esta apuesta será el Parque de Bioeconomía e Innovación, en el área de Porto Futuro II. Allí, un antiguo complejo portuario será reconvertido en un centro de formación, investigación, incubación y exhibición de iniciativas bioeconómicas, con foco en el valor agregado local y el protagonismo amazónico.
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Infraestructura para un modelo de desarrollo diferente
Toda transformación necesita soporte físico. Y Belém lo está construyendo. Uno de los puntos más visibles es el drenaje urbano: 13 canales están siendo intervenidos en cuencas críticas, muchas de ellas en zonas periféricas históricamente postergadas. Más de 500.000 personas se beneficiarán de sistemas integrados de saneamiento, control de inundaciones y recuperación ambiental.
A ello se suma el Parque da Cidade, un espacio de 500.000 m² que reemplazó un antiguo aeropuerto con senderos, lagos, árboles nativos, espacios culturales y deportivos, y equipamiento urbano. Será sede de las zonas diplomáticas de la COP30: la Blue Zone, donde se desarrollarán las negociaciones formales entre países, y la Green Zone, donde participarán empresas, ONG, universidades y organizaciones sociales.
El transporte también se rediseña: el sistema BRT Metropolitano ya está al 85 % de ejecución e incluirá buses eléctricos y unidades con estándar Euro 6, reduciendo drásticamente las emisiones de carbono. Además, se están construyendo viaductos, avenidas, ciclovías y conexiones metropolitanas que mejoran la accesibilidad sin expandir la huella urbana.
Formación, inclusión y empleo: una transición justa en marcha
Un modelo sustentable no es solo una cuestión técnica. Requiere inclusión, capacitación y redistribución. Por eso, el programa Capacita COP30 ya formó a más de 22.000 personas en áreas clave como turismo, servicios, infraestructura y hospitalidad. Más de 100 cursos gratuitos se ofrecen con apoyo de instituciones como Sebrae, Sest, Senat, Coca‑Cola y universidades locales. El objetivo no es solo preparar personal para el evento, sino crear capacidades para una nueva economía.
La estrategia de alojamiento, por su parte, combina eficiencia e innovación social. La Vila COP30, actualmente al 57 % de ejecución, es un complejo modular de rápida construcción que luego será reconvertido en centro administrativo. Escuelas públicas fueron adaptadas como albergues temporales, se ofrecieron incentivos fiscales para modernizar hoteles, y se firmaron acuerdos con plataformas de alojamiento digital. Incluso se contrataron dos cruceros como hoteles flotantes para delegaciones internacionales.
Seguridad, diplomacia y logística de alto nivel
Garantizar un evento de estas dimensiones exige coordinación interinstitucional. El Ministerio de Defensa de Brasil creó el Comando Operacional Conjunto Marajoara, que integrará a las tres fuerzas armadas con unas 12.000 personas para asegurar el orden público, la protección de autoridades y la defensa de infraestructuras estratégicas. El esquema incluye operaciones aéreas, navales y terrestres, ciberdefensa, inteligencia y protección química y biológica.
La logística también contempla zonas especiales de embarque, accesos diplomáticos, protocolos multilaterales y control ambiental. La experiencia de Brasil en eventos globales recientes como el G20 o la Cumbre BRICS 2024 aporta precedentes técnicos que ahora se aplican a escala amazónica.
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Pará y la Amazonía como referencia global
Los datos respaldan la narrativa. Pará redujo su deforestación en 28,4 % en 2024, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), consolidando tres años consecutivos de caída. Esta tendencia no responde solo a controles, sino a una reconfiguración del modelo territorial: producir conservando, conservar produciendo, incluir sin destruir.
La educación ambiental ya es obligatoria en todos los niveles, y el programa Dinero en la Escuela Paraense transfiere recursos para que cada institución pueda implementar políticas de sustentabilidad propias. La restauración ecológica, el monitoreo satelital y los incentivos bioeconómicos completan un ecosistema de políticas públicas que convierten a Pará en un laboratorio de transición ecológica.
La COP como punto de partida, no de llegada
El gobernador Helder Barbalho lo sintetizó con claridad: “La COP30 es la vitrina, pero el verdadero legado está en el futuro que estamos construyendo desde hoy”. Pará no quiere organizar un evento. Quiere demostrar que otro modelo amazónico es posible. Uno que no exporte solo commodities, sino conocimiento; que no destruya, sino que regenere; que no dependa del pasado, sino que diseñe el futuro.
A 100 días de la cumbre, lo que está en marcha no es una ciudad maquillada para recibir delegaciones. Es una estrategia integral de desarrollo basada en la bioeconomía, en la inclusión, en la infraestructura con sentido, y en políticas que articulan territorio, saberes y visión de largo plazo.
Si la COP30 marca una bisagra en el camino climático global, entonces Belém, y con ella toda la Amazonía brasileña, puede convertirse en su símbolo más potente.