En vastas regiones agrícolas de la Argentina, durante años el invierno fue sinónimo de pausa. Los barbechos invernales, si bien necesarios para algunos manejos, representaban tiempos muertos para la fotosíntesis, la captura de carbono y la rentabilidad. Pero el paradigma empieza a cambiar. Lo que antes era superficie ociosa, hoy se convierte en la cuna de una nueva agricultura: una que mira hacia la energía, la rotación inteligente y la salud del suelo.
Intensificar sin agotar: la lógica de los “puentes verdes con cosecha”
La intensificación agrícola, entendida como la incorporación de más cultivos en un mismo ciclo anual, es una de las grandes herramientas disponibles para elevar la productividad sin ampliar la frontera agrícola. Y cuando esa intensificación se realiza con cultivos de cobertura que además generan ingresos —porque no solo protegen el suelo sino que producen aceite para biocombustibles—, la ecuación se vuelve aún más poderosa.
Ese es el camino que eligió Bunge, una de las principales compañías agroindustriales del mundo, con fuerte presencia en Argentina. Su programa de cultivos de cobertura invernales propone transformar los barbechos en verdaderas fábricas de sostenibilidad. Y lo hace apostando por tres especies versátiles y poco tradicionales: colza, cártamo y camelina.
De la semilla al combustible: una cadena trazable y circular
La propuesta de Bunge va mucho más allá de una simple diversificación. Se trata de un sistema productivo pensado de punta a punta: desde el campo hasta la industria energética. Los cultivos no solo se siembran, se controlan y se cosechan. También se certifican, se trazan y se transforman en aceites aptos para biocombustibles de segunda generación, cumpliendo con exigentes estándares de sustentabilidad global.
Para garantizar esa trazabilidad, Bunge trabaja mediante contratos de producción que permiten certificar cada etapa del proceso. La colza y el cártamo se desarrollan directamente bajo su gestión, mientras que la camelina se cultiva a través de Chacraservicios, una empresa de mejoramiento vegetal en la que Bunge es socio junto a Chevron, el gigante energético global. Esta asociación no solo aporta tecnología agrícola, sino también una proyección estratégica en el mercado de los combustibles renovables.
Camelina: la aliada de los inviernos breves y fríos
De ciclo corto, con una notable resistencia a las heladas en etapas clave como la emergencia y la floración, la camelina es ideal para transformar barbechos de invierno sin competir con los cultivos principales. Puede sembrarse entre junio y julio y cosecharse en noviembre, liberando el lote para una nueva campaña. Se trata de una brassica que, además de ser eficiente en el uso de recursos, tiene un perfil oleico atractivo para la industria energética. Chacraservicios ha desarrollado e inscripto variedades adaptadas a la Argentina, combinando genética de punta con conocimiento local.
Colza: una oleaginosa global con múltiples ciclos
La colza —también conocida como canola— es una de las grandes protagonistas de los sistemas agrícolas sostenibles del hemisferio norte, y comienza a ganar espacio en el cono sur. En el marco del programa de Bunge, se promueve el uso de híbridos de alta productividad, con ciclos que pueden adaptarse desde el invierno hasta la primavera. Entre sus atributos más destacados figuran la tolerancia a herbicidas, la resistencia a enfermedades y la capacidad de retener silicuas en madurez, reduciendo las pérdidas de cosecha. Su ciclo va de marzo/mayo a noviembre, y puede insertarse en diversas regiones del país.
Cártamo: rusticidad y rendimiento en ambientes áridos
El cártamo es un cultivo rústico, bien adaptado a suelos secos y drenados, ideal para zonas del norte argentino. Su capacidad de aprovechar recursos limitados lo convierte en una opción atractiva en tiempos de cambio climático. Se siembra en mayo y se cosecha en noviembre, generando aceite con buen rendimiento industrial. Bunge trabaja en un plan de selección de nuevas variedades para mejorar aún más su adaptabilidad y respuesta productiva.
Más allá del grano: fertilizantes y biológicos para una nutrición inteligente
La visión de Bunge sobre sostenibilidad no se limita a la elección de cultivos. La compañía también trabaja en soluciones de menor impacto ambiental para la nutrición vegetal. En esa línea, destaca el desarrollo de SolMIX Eco Power, un fertilizante potenciado con inhibidores de la nitrificación, que reduce pérdidas por lixiviación y desnitrificación, mejorando la eficiencia del uso del nitrógeno. A eso se suma la incorporación de PowerCoat, una línea exclusiva de biológicos aplicados a fertilizantes granulados, que libera nutrientes bloqueados en el suelo y potencia la respuesta de los cultivos.
Bioeconomía con raíces y alas
El programa de cultivos de cobertura de Bunge representa una síntesis virtuosa entre agronomía, energía, ambiente y mercado. Permite aumentar la captura de carbono, mejorar la salud del suelo, controlar malezas sin recurrir a insumos adicionales, y generar ingresos con aceites certificados. Además, integra a los productores en cadenas de valor trazables, vinculadas a industrias de futuro como los biocombustibles avanzados.
En tiempos donde la transición energética demanda innovación a escala global, y los sistemas productivos deben redefinir su papel en el futuro del planeta, iniciativas como esta demuestran que es posible producir más, mejor y con menor huella. Donde antes había barbechos, ahora crecen biocombustibles. Y si durante años el campo fue visto como parte del problema, hoy empieza a demostrar que es parte de la solución.


