miércoles, octubre 8, 2025
 

Fitominería: startup francesa utiliza margaritas para abastecer de minerales la transición energética

Aunque las automotrices retroceden con sus planes de vehículos eléctricos, los híbridos continúan ganando terreno. Las baterías seguirán siendo clave y la demanda de minerales obtenidos de forma sostenible se vuelve tan necesaria como urgente.

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En mayo de este año, desde BioEconomía.info advertimos sobre los riesgos de abandonar los biocombustibles en favor de una electrificación total. Hoy, cuatro meses después, esa alerta resuena con más fuerza. La cascada de retrocesos en los planes eléctricos de fabricantes como Porsche, Mercedes-Benz, Ford o Stellantis, revelada esta semana por El País, confirma que la movilidad necesita soluciones reales, no dogmas.

El modelo centrado en autos 100% eléctricos (EV) no está dando abasto: la infraestructura de carga avanza con lentitud, los costos no bajan al ritmo esperado y la presión sobre los minerales críticos se intensifica.

Este viraje no implica un regreso a los combustibles fósiles, sino un ajuste pragmático. Los vehículos híbridos, cuando se combinan con biocombustibles, han demostrado ser los más eficientes en términos de emisiones si se considera todo el ciclo, desde el pozo hasta la rueda. Pero incluso en ese modelo más realista y sostenible, las baterías siguen siendo un componente clave. Y con ellas, la necesidad urgente de abastecer de manera masiva y limpia la cadena de metales estratégicos.

En este nuevo escenario, una start-up francesa irrumpió con una solución tan audaz como simbólica: margaritas bioingenierizadas que extraen níquel del suelo. Genomines impulsa un modelo de fitominería capaz de transformar suelos improductivos en granjas de metales, sin devastar ecosistemas ni depender de procesos extractivos lentos, contaminantes y socialmente conflictivos.

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Una nueva minería que florece desde las raíces

La tecnología que desarrolla Genomines se basa en la fitominería, un proceso por el cual ciertas plantas absorben metales pesados a través de sus raíces y los almacenan en hojas y tallos. Aunque este fenómeno es conocido desde hace décadas, su aplicación industrial siempre estuvo limitada por el bajo rendimiento de las especies naturales. La diferencia, en este caso, está en la biotecnología.

A través de edición genética y selección intensiva, Genomines logró convertir a las margaritas en “hiperacumuladoras”, capaces de duplicar la tasa de absorción de níquel respecto a las plantas silvestres. En vez de excavar la tierra, basta con sembrar. Al cabo de una o dos temporadas, las flores se cosechan, se procesan y se recupera el metal acumulado. El ciclo se repite sin destruir el suelo y, al contrario, capturando carbono durante el crecimiento vegetal.

“Necesitamos mucho metal para las baterías de vehículos eléctricos y para el acero inoxidable en infraestructuras. Con los métodos actuales no podremos producir suficiente”, explica Fabien Koutchekian, cofundador y CEO de Genomines. Según datos de la empresa, cumplir los objetivos climáticos del Acuerdo de París requerirá multiplicar por seis la producción global de metales críticos hacia 2040. Para ello, no basta con abrir más minas: hay que repensar por completo cómo y dónde se obtienen esos recursos.

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Velocidad, trazabilidad y carbono negativo

Más allá del carácter simbólico —cultivar margaritas para alimentar la transición energética—, la propuesta de Genomines apunta a resolver cuellos de botella concretos. Una mina tradicional de níquel puede tardar entre 12 y 17 años en entrar en funcionamiento. Las granjas bioindustriales, en cambio, pueden desplegarse en apenas uno o dos años. Además, el proceso tiene costos operativos entre un 40% y un 50% más bajos y permite una trazabilidad total desde la semilla hasta el metal recuperado.

La compañía, que ya opera un centro piloto en Sudáfrica con 23 empleados, remarca otro aspecto fundamental: durante el crecimiento, las plantas capturan dióxido de carbono. Eso no solo compensa las emisiones del procesamiento, sino que podría convertir la operación en negativa en carbono. Es decir, en vez de emitir gases de efecto invernadero para obtener metales, esta tecnología permitiría reducirlos.

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De los márgenes del sistema a una nueva centralidad bioindustrial

El potencial de esta alternativa no ha pasado desapercibido. Genomines ha recaudado más de 45 millones de dólares en financiación, con la participación de gigantes industriales como Hyundai y Tata, esta última propietaria de Jaguar Land Rover. Para ellos, no se trata de una excentricidad verde, sino de una vía concreta para diversificar el aprovisionamiento de metales en un contexto geopolítico y ambiental cada vez más incierto.

Uno de los grandes atractivos del modelo es su capacidad de operar en suelos marginales: tierras demasiado ricas en metales para la agricultura convencional, pero no lo suficiente como para justificar una explotación minera a gran escala. Así, regiones hasta ahora excluidas del desarrollo pueden convertirse en nodos productivos estratégicos, generando empleo, capturando carbono y abasteciendo industrias clave de forma limpia y regenerativa.

 
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