Brasil, históricamente asociado al liderazgo global en la producción de etanol a base de caña de azúcar, está atravesando una nueva etapa en su evolución bioenergética. A medida que la demanda por combustibles más limpios crece, el país está atrayendo inversiones multimillonarias en alternativas como el etanol de maíz y el etanol de segunda generación (E2G). Sin desplazar a la caña de azúcar, que sigue siendo un pilar fundamental, esta diversificación refuerza la posición estratégica de Brasil como potencia en bioeconomía.
La revolución del etanol de maíz
En los últimos cinco años, el etanol de maíz ha experimentado un crecimiento sin precedentes en Brasil. Según datos recientes del Itaú BBA, este biocombustible pasó de representar apenas el 2% de la oferta nacional a alcanzar el 19%. Este avance responde a una oleada de 22 proyectos de construcción y ampliación de plantas, que requerirán inversiones de R$ 20 mil millones (U$S 3.500 millones) y añadirán 6 mil millones de litros anuales de capacidad de producción.
El impacto no se limita al sector energético. La expansión del etanol de maíz incrementará la demanda de este cereal en 14 millones de toneladas por año, lo que supondrá un crecimiento del 80% respecto al volumen procesado actualmente. Además, regiones como Mato Grosso y Matopiba se consolidarán como nuevos polos de esta industria, con inversiones en plantas que, además de producir etanol, maximizarán el uso de subproductos como la burlanda, fundamentales para la nutrición animal.
Uno de los proyectos más destacados es el de Tocantins Bioenergia, que se instalará en Miranorte (Tocantins). Con una ubicación estratégica para abastecer al noreste brasileño, esta planta promete dinamizar la economía local y fomentar el cultivo de maíz en la región.
El auge del etanol de segunda generación
Paralelamente, el etanol de segunda generación (E2G), producido a partir de residuos de biomasa como el bagazo de caña, está ganando protagonismo. Empresas como Raízen están liderando esta transformación. La compañía acaba de anunciar inversiones de R$ 1.200 mil millones (U$S 206 millones) por planta para la construcción de dos nuevas unidades en São Paulo. Estas instalaciones, anexas a sus usinas en Valparaíso y Barra Bonita, tendrán una capacidad combinada de 278 millones de litros anuales.
El E2G no solo complementa la oferta energética, sino que maximiza el aprovechamiento de los recursos agrícolas. Al utilizar residuos que tradicionalmente no se procesaban, este biocombustible representa una solución sostenible y alineada con los objetivos de economía circular.
Complementariedad, no reemplazo
Aunque el etanol de maíz y el E2G están acaparando titulares, el etanol de caña de azúcar sigue siendo el corazón de la matriz energética de Brasil. La tecnología y la infraestructura desarrolladas en torno a la caña continúan abriendo oportunidades, tanto para la exportación como para la producción interna.
Más bien, estas nuevas inversiones apuntan a una complementariedad que fortalece al sector. El etanol de maíz se posiciona como una solución eficiente en regiones con alta disponibilidad de este cereal, mientras que el E2G expande el alcance de las usinas azucareras al incorporar una segunda etapa productiva.
Un futuro diversificado y prometedor
La diversificación del portafolio bioenergético de Brasil no solo refuerza su liderazgo global en biocombustibles, sino que también lo posiciona como un modelo a seguir en innovación y sostenibilidad, al demostrar al mundo que la transición energética no es un camino único, sino un abanico de posibilidades que combinan tradición y vanguardia.
El desafío ahora será coordinar esta expansión con la demanda interna y las oportunidades de exportación, especialmente en un contexto donde el mercado global está ávido de soluciones más limpias. Brasil, una vez más, parece estar a la altura de las circunstancias, consolidándose como un actor clave en el futuro energético mundial.