sábado, diciembre 6, 2025
 

Cuando el monte previene incendios y enciende aulas: así late Valencia BioValoriza

La iniciativa valenciana extraerá más de mil toneladas de biomasa en 200 hectáreas para alimentar calderas y reducir la amenaza de fuego en la Comunidad.

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Valencia BioValoriza: energía que cuida nuestros bosques

El crepitar de un pinar en llamas se ha convertido en un sonido demasiado familiar cada verano en la Comunitat Valenciana. Valencia BioValoriza quiere cambiar esa banda sonora por otra mucho más amable: la del crujido de las astillas que alimentan calderas y mantienen las aulas en invierno. Financiado en un 95 % con fondos europeos NextGenerationEU a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia y coordinado por la Diputación de Valencia con el apoyo de la Fundación Biodiversidad, el proyecto reúne a la Universidad Politécnica de Valencia, las mancomunidades de Camp de Túria e Interior Tierra del Vino y los ayuntamientos de Llíria, Serra y Requena.

De residuos a kilovatios, paso a paso

La hoja de ruta es tan sencilla de enunciar como exigente de ejecutar. Primero, las brigadas forestales clarearán 200 hectáreas donde la densidad de pino carrasco y matorral ha alcanzado niveles críticos tras décadas de abandono rural. La empresa pública Tragsa dirigirá unas labores silvícolas que extraerán más de mil toneladas de biomasa —ramas, leña muerta y matorral— y las trasladarán a apenas unos kilómetros de distancia. Allí, en la planta de Serra y en la futura astilladora de Llíria, el material se convertirá en chips de madera listos para alimentar calderas municipales que sustituyen gasóleo por calor de kilómetro cero. El círculo se cierra cuando la ceniza vuelve al monte como enmienda orgánica y la reducción de combustible vegetal rebaja el riesgo de megaincendio.

Silvicultura preventiva: desmontar la mecha antes del verano

Los grandes incendios de Bejís (2022) y Vall d’Ebo (2023) demostraron que un bosque saturado de biomasa actúa como polvorín cuando las olas de calor se alían con el viento. BioValoriza funciona como una escoba a gran escala; retira parte de esa leña y, al hacerlo, abre claros por los que se cuela la luz. El resultado es doble: la carga de combustible se reduce de forma drástica y especies mediterráneas como el enebro o la carrasca, relegadas bajo la sombra densa de los pinos, vuelven a prosperar. El monte se hace más diverso y, sobre todo, más resiliente a la sequía y a las altas temperaturas que llegan para quedarse.

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Cuando la economía circular prende empleo rural

La transformación de restos forestales en energía no solo cambia la factura térmica de escuelas, piscinas climatizadas o centros de salud; también engancha a la población local a una cadena de valor que genera trabajo in situ. Operarios forestales, transportistas, técnicos de planta y mantenedores de calderas conforman un nuevo mercado laboral verde. Además, sustituir una tonelada de gasóleo por astilla evita alrededor de 400 kg de CO₂, un ahorro que los municipios ya planean certificar para integrarlo en sus estrategias de clima y energía.

Un quiosco de madera que cuenta el proyecto

Para que la ciudadanía vea, toque y comprenda, el proyecto levantará un pequeño quiosco interpretativo construido íntegramente con madera procedente de las mismas actuaciones silvícolas. Será aula al aire libre, punto de información para excursionistas y escaparate de una bioeconomía que se cuece puerta con puerta con el bosque.

Sembrar prevención en las aulas

La vocación divulgativa de BioValoriza se cuela también en los institutos de Camp de Túria y Tierra del Vino. Charlas participativas y talleres de “ocio responsable en el monte” retan a los adolescentes a imaginar qué pasaría si cada móvil, cada casa y cada polideportivo se calentara con la leña que hoy supone un problema. Entender que los incendios se combaten en invierno y no solo con aviones en agosto es la semilla que el proyecto quiere plantar en la próxima generación.

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Alianzas que multiplican impacto

El engranaje funciona gracias a una coreografía coral: la Diputación financia y coordina; la Universidad Politécnica aporta modelos de cálculo de carga de combustible y validación energética; las mancomunidades gestionan brigadas y programas de sensibilización; los municipios ceden parcelas y demandan calor limpio; Tragsa ejecuta los trabajos; y la Fundación Biodiversidad monitoriza resultados para replicarlos en otras sierras mediterráneas. Si todo marcha según lo previsto, en diciembre de 2025 estarán publicadas las métricas de ahorro de CO₂, coste térmico y mejora de biodiversidad, listas para inspirar a otros territorios.

Del monte al futuro: la llama que ilumina sin quemar

“Cuidar el bosque es energía para el futuro” se lee en los carteles que flanquean los caminos forestales donde ya trabajan las motosierras. Tal vez dentro de unos años las sirenas de los hidroaviones dejen de inundar los veranos valencianos y, en su lugar, el olor a astilla recién cortada recuerde que un fuego puede ser enemigo o aliado. Con proyectos como Valencia BioValoriza, la decisión se toma antes de que la chispa exista, árbol a árbol, astilla a astilla.

 
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