Entre marzo de 2003 -fecha de lanzamiento de la tecnología flex- y mayo de 2020, el consumo de etanol combustible impidió la emisión de más de 515 millones de toneladas de CO2eq, de acuerdo con los cálculos de UNICA, una entidad que nuclea a los actores de la cadena sucroalcoholera, en base a datos de la Agencia Nacional de Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles (ANP).
El volumen es equivalente a las emisiones anuales combinadas de Argentina, Venezuela, Chile, Colombia, Uruguay y Paraguay.
RenovaBio, el programa más ambicioso de reducción de emisiones en el transporte, brinda transparencia a la sociedad en relación con la huella de carbono del proceso de producción, garantizando la trazabilidad y la eficacia de la reducción de emisiones, dijo la entidad.
Para llegar a ese valor, el área técnica de UNICA utilizó como base para el cálculo RenovaCalc, una calculadora que determina la eficiencia energética del proceso de producción dentro del alcance de RenovaBio, con los parámetros delimitados por ANP para una planta típica de Brasil.
“La celebración del Día Mundial del Medio Ambiente en medio de la pandemia de COVID-19 se ha convertido en un momento para analizar las acciones humanas y sus efectos en los ecosistemas. Hay mucho debate sobre la revisión de conducta, el cambio de hábitos y la sociedad que queremos cuando todo esto termine. En Brasil, como en ninguna parte del mundo, tenemos la construcción sólida de una industria de combustibles renovables, que puede hacer esta contribución significativa a la reducción de gases de efecto invernadero en el mundo», analiza Evandro Gussi, presidente de UNICA.
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Expandir reducciones
Al evaluar el ciclo de vida completo del combustible, el etanol proporciona una reducción de hasta un 90% en las emisiones de GEI en comparación con la gasolina. Además, en comparación con la gasolina y el diesel, el biocombustible de caña de azúcar prácticamente reduce a cero la dispersión de partículas y reduce significativamente la emisión de diversos contaminantes, como los óxidos de azufre.
“Al planificar una recuperación después de la pandemia, los líderes de los sectores público y privado deben tener en cuenta los desafíos planteados, como la transición energética de las fuentes de energía fósiles a las renovables, la reducción de las emisiones mundiales de GEI y la sostenibilidad de las cadenas de producción, en términos sociales y ambientales», destacó Gussi.
Antes que se desate la pandemia del COVID-19, el 2020 iba representar un hito en la lucha contra el cambio climático, porque según las proyecciones registraría el pico de emisiones globales de GEI para comenzar necesariamente una caída que permita alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. «Brasil ha hecho contribuciones significativas porque, a pesar de tener una matriz energética con el 45% de las fuentes renovables, ya tiene políticas establecidas para expandir esta participación, como RenovaBio», explica Gussi. La caña de azúcar representa el 17,4% de todo el suministro de energía primaria en el país, teniendo en cuenta el etanol y la bioelectricidad.
Contaminación y COVID-19
Además del problema del calentamiento global, la contaminación del aire es uno de los grandes villanos de la salud pública en las megaciudades, relacionada con 4,2 millones de muertes al año en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Un estudio de la Universidad de Harvard concluyó que el aumento de solo el 1% en la concentración de partículas finas (MP 2,5) en el aire da como resultado un aumento del 8% en las muertes por COVID-19.
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Con las medidas de restricción de circulación, hubo una reducción drástica de los contaminantes y una mejora en la calidad del aire de las ciudades notoriamente contaminadas. Nueva Delhi, India, por ejemplo, vio que el PM 2,5 cayó 60%, a 32.8 µg / m³, según iQAir.
En la Región Metropolitana de São Paulo, el promedio de 17 µg / m³ de PM 2,5, registrado en 2019, bajó a 13 µg / m³ en los primeros cinco meses de 2020, según datos de la Compañía Ambiental del Estado de São Paulo (Cetesb). Los índices están dentro de los recomendados por la OMS, de 20 µg / m³ de PM 2,5. Esto se debe a que Brasil cuenta con la combinación de políticas gubernamentales que controlan la emisión de contaminantes de vehículos (PROCONVE) gracias al incentivo de uso de combustibles limpios: el 60% del consumo de combustibles del ciclo Otto en São Paulo es etanol hidratado, que prácticamente reduce a cero la emisión de material partículado (-98% en relación a la gasolina y el diesel).
“A pesar de ser una megalópolis, São Paulo disfruta de una mejor calidad del aire que otras capitales gracias al uso de biocombustibles, lo que tiene un impacto directo en la salud de la población. En el futuro, podemos ampliar estos beneficios a otras capitales y países”, augura Gussi.
El etanol como aliado para el cumplimiento del Acuerdo de París
Según UNICA, el etanol brasileño de caña de azúcar es el biocombustible con la menor huella de carbono del mundo, siendo reconocido como tal por las agencias internacionales gracias al modelo de producción sostenible adoptado por el sector de la energía azucarera.
En la Unión Europea, el etanol de caña de azúcar es reconocido por la directiva de promoción de energía renovable (I y II) como el biocombustible de primera generación que mayor reducción de emisiones alcanza respecto al combustible fósil (70% cuando se coloca en el mercado europeo).
En EE UU., ocurre un hecho similar. El etanol clasifica como combustible avanzado dentro del alcance de la legislación de EEUU., ya que excede el nivel de reducción del 60% en las emisiones de GEI (entre 61% y 90%). Aunque el etanol de caña de azúcar es de primera generación, su desempeño ambiental es equivalente a la reducción de las emisiones esperadas para el etanol de segunda generación.
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El aumento en la mezcla de etanol en la gasolina se ha visto como una forma de mitigar las emisiones de GEI y cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. Actualmente, más de 60 países han estado trabajando para aumentar la mezcla de energías renovables en combustibles fósiles con el objetivo de la descarbonización. “La ventaja de adoptar una política de mezcla es que promueve una reducción instantánea de la huella de carbono de toda la flota, además de reducir la contaminación. Brasil es un excelente campo de pruebas y demuestra la seguridad de la mezcla, ya que toda la gasolina vendida contiene un 27% de etanol anhidro y se usa en automóviles importados”, dice Gussi.
Brasil tiene una Política Nacional de Biocombustibles (RenovaBio) creada para cumplir con los objetivos autodeclarados de la COP21 en virtud del Acuerdo de París, que reducirá la intensidad de carbono de la matriz de transporte, al aumentar la proporción de biocombustibles, incluidos el biodiesel y etanol elaborado de diferentes materias primas, y la creación de un mercado de crédito de carbono (CBio). El objetivo de RenovaBio, que entró en vigor el 24 de diciembre de 2019, es reducir las emisiones de GEI en al menos 100 millones de toneladas en 10 años.
Otra ventaja del etanol es que es un producto de baja toxicidad y biodegradable. Es decir, en caso de derrames o fugas, se produce un pequeño impacto ambiental y se biodegrada en pocos días. Por otro lado, los combustibles derivados del petróleo (gasolina y diesel) tienen una elevada toxicidad ambiental y requieren mucho tiempo para la biodegradación natural, lo que resulta en un alto impacto ambiental, que a menudo requiere medidas para remediar el área contaminada, cuando esto es posible.