En un escenario global signado por la incertidumbre comercial y los crecientes desafíos climáticos, Brasil parece estar leyendo el caos como quien lee un mapa de oportunidades. Mientras las políticas arancelarias impulsadas por la administración Trump generan tensiones en los mercados internacionales, el país vecino refuerza su posicionamiento como potencia agroindustrial sustentable. Y lo hace con una doble jugada estratégica: fortalecer sus agronegocios y lanzar uno de los mayores complejos de bioeconomía forestal del planeta.
La declaración del ministro de Agricultura de Brasil, Carlos Fávaro, durante una conferencia sobre etanol de maíz en Mato Grosso, no deja lugar a dudas. Para él, las nuevas tarifas impuestas por Estados Unidos pueden convertirse en una verdadera palanca para el agronegocio brasileño: “El Brasil es muy competitivo, principalmente en la agropecuaria. Si sabemos actuar, esto se va a transformar en una oportunidad”.
El análisis del funcionario apunta a una ventaja estructural que Brasil ha cultivado en los últimos años: su capacidad para producir alimentos y energía con una eficiencia cada vez más sustentable. En tiempos donde los mercados globales buscan diversificar proveedores y fortalecer cadenas de valor resilientes, el modelo bioeconómico brasileño, centrado en la valorización de recursos naturales con innovación tecnológica, cobra protagonismo.
La otra cara del plan: innovación forestal y desarrollo regional en la Amazonia
Mientras el plano macroeconómico abre nuevas posibilidades en el comercio exterior, a nivel territorial Brasil también avanza con un proyecto que promete transformar la matriz productiva del norte del país. En Belém, capital del estado de Pará y futura sede de la COP30, se prepara la inauguración del Parque de Bioeconomía e Innovación de la Amazonía, el mayor complejo del país dedicado a la bioeconomía forestal.
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Con el 70% de las obras ya finalizadas y apertura prevista para octubre de 2025, el parque se levanta en los Armazéns 5 y 6 del histórico Porto Futuro 2. Allí confluirán más de 200 startups, negocios comunitarios, investigadores y organizaciones vinculadas al desarrollo sustentable. La iniciativa busca articular saberes tradicionales con inteligencia artificial, big data y ciencia de frontera para crear valor a partir de la biodiversidad amazónica.
El complejo contará con un Centro de Negocios para incubar empresas innovadoras, un Laboratorio-Fábrica orientado al desarrollo de productos derivados del bosque —como alimentos, cosméticos y fármacos—, y una gobernanza mixta que combina inversión pública, patrocinadores privados y prestación de servicios científicos y tecnológicos.
Para Helder Barbalho, gobernador del estado, este proyecto no solo marca un antes y un después para Pará, sino que posiciona a Brasil como líder en el nuevo paradigma económico: “Estamos consolidándonos como referencia global en bioeconomía, valorizando nuestra sociobiodiversidad y creando oportunidades para emprendedores, investigadores y comunidades tradicionales”.
Camille Bemerguy, secretaria adjunta de Bioeconomía del estado, refuerza el objetivo de construir cadenas productivas regenerativas y sostenibles. “Queremos posicionar el Pará como actor global de la bioeconomía, garantizando desarrollo económico sin abrir mano de la conservación de la selva y del bienestar de las poblaciones locales”.
Una narrativa resiliente en clave bioeconómica
Lo que Brasil está construyendo —desde el discurso político hasta la infraestructura productiva— es una narrativa de resiliencia. No niega la existencia de crisis globales, sino que las incorpora como punto de partida para impulsar una nueva forma de hacer negocios: más descentralizada, más inclusiva, más alineada con los límites del planeta.
Mientras muchos países aún debaten cómo adaptarse a los nuevos escenarios geopolíticos y climáticos, Brasil parece haber tomado una decisión estratégica: apostar por la bioeconomía no como plan B, sino como motor principal de su desarrollo.