La alarma se encendió en los campos de trigo y canola, pero el eco llegó hasta los pasillos del parlamento en Canberra. Con apenas 24 días de reservas internas de diésel y más del 90% del combustible líquido importado desde Asia, Australia se enfrentaba a una paradoja: un país con vastos recursos agrícolas, atrapado en una vulnerabilidad energética crónica. La solución, esta vez, brotó desde el surco.
GrainGrowers, la entidad que representa a los productores de granos y oleaginosas del país, puso sobre la mesa un informe contundente: si Australia quiere garantizar su seguridad energética y cumplir con sus metas de descarbonización, debe construir una industria nacional de combustibles sostenibles basada en su agroindustria. El mensaje caló hondo. Menos de un mes después, el gobierno de Anthony Albanese anunció una inversión de A$1.100 millones (U$S 725 millones) para dar el puntapié inicial a esa visión, y acaba de lanzar una consulta pública para diseñar una Estrategia Nacional de Materias Primas para Bioenergía.
La estrategia: consulta abierta y enfoque federal
La iniciativa fue presentada por la ministra de Agricultura, Pesca y Silvicultura, Julie Collins, quien subrayó que la estrategia busca establecer una dirección coordinada y sostenible para el desarrollo de materias primas destinadas a la producción de bioenergía. La consulta —abierta hasta el 7 de noviembre de 2025— apunta a recabar aportes de todos los eslabones de la cadena: desde productores rurales hasta investigadores, pasando por gobiernos subnacionales, actores industriales y comunidades regionales.
“La cadena de valor nos pidió dirección y estamos respondiendo”, afirmó Collins. “Esto no solo reducirá nuestras emisiones, sino que también mejorará la seguridad del suministro energético y abrirá nuevas oportunidades comerciales para agricultores, silvicultores y nuestras comunidades regionales”.
El documento base para el debate incluye aspectos clave como las necesidades de infraestructura, la sostenibilidad, la licencia social, la coordinación entre jurisdicciones y los desafíos en I+D.
Vuelos, emisiones y una paradoja climática: así es cómo la COP30 limpiará su huella aérea
Biodiésel, SAF y una nueva industria en construcción
La Estrategia de Materias Primas estará íntimamente ligada al Cleaner Fuels Program, un plan de diez años dotado de A$1.100 millones para estimular la inversión privada en producción nacional de combustibles líquidos bajos en carbono. El foco estará puesto en dos tecnologías ya probadas: HEFA (procesamiento de aceites vegetales y grasas animales) y AtJ (Alcohol-to-Jet, que convierte alcoholes derivados de cultivos como sorgo, caña y trigo en combustibles).
Ambas rutas son clave para producir biocombustibles avanzados como biodiésel renovable y SAF (sustainable aviation fuel), compatibles con la infraestructura existente y de alta demanda en sectores difíciles de electrificar como aviación, transporte pesado y defensa.
El informe “Refined Ambitions”, encargado por la Clean Energy Finance Corporation (CEFC) y elaborado por Deloitte, cuantificó el potencial: la agricultura australiana podría abastecer más de 12.800 millones de litros de combustibles sostenibles para 2050, equivalente al 20% del consumo actual, generando un mercado de US$36.000 millones y evitando la emisión de 230 millones de toneladas de CO₂.
Canola y sorgo: los pilares bioenergéticos del agro australiano
La propuesta de GrainGrowers no parte de cero. Australia ya produce masivamente cultivos como canola y sorgo, utilizados tanto para alimentación como para exportación energética. La canola, en particular, ofrece ventajas agronómicas significativas: se integra en rotaciones que elevan la productividad, permite esquemas de doble propósito (grano y forraje) y tiene mercados internacionales consolidados. Bajo una estrategia adecuada de procesamiento en origen, podría transformarse en una fuente competitiva de materia prima para biodiésel.
GrainGrowers propuso además instalar plantas de crushing y biorrefinado en suelo australiano, cortando con la lógica exportadora de commodities para reconvertirlos localmente en productos de alto valor. La CEFC coincide: la materia prima representa hasta el 70% del costo de producción de biocombustibles, por lo que garantizar su disponibilidad interna es clave para la viabilidad del modelo.
La industria sucronergética de Australia sueña volar alto con combustible para aviones
Energía soberana con raíces rurales
Más allá de los números y las tecnologías, lo que está en juego es un modelo de país. La apuesta del gobierno australiano —alentada por el agro, respaldada por la ciencia y enmarcada por la urgencia climática— implica construir una nueva industria energética desde el interior. “Esto es una inversión inicial para desarrollar una industria completamente nueva”, sostuvo el ministro de Finanzas, Jim Chalmers. “Se trata de hacer que Australia y su economía sean grandes beneficiarios de la transformación global hacia el cero neto”.
En un mundo donde los shocks geopolíticos pueden bloquear el acceso al petróleo en cuestión de días, sembrar energía en los campos puede ser más que una metáfora: puede ser la clave para asegurar el futuro energético del país. La consulta pública ya está en marcha. El agro ya dio el primer paso. Ahora, es el turno de diseñar la estrategia que convertirá ese potencial en realidad.