La imagen es cotidiana en el oeste canadiense: tras la cosecha del trigo, los rastrojos quedan esparcidos por hectáreas interminables. Para muchos productores, esa paja representa poco más que un obstáculo. Retirarla cuesta tiempo, quemarla contamina, reincorporarla sin control al suelo aporta rendimientos decrecientes. Pero para una joven firma canadiense especializada en biocombustibles, ese mismo residuo podría convertirse en el corazón de una nueva industria energética limpia. En Vegreville, una ciudad agrícola a unos 100 kilómetros de Edmonton, el municipio acaba de firmar una carta de intención con Provectus Biofuels para evaluar la instalación de una planta que transformaría la paja de trigo en SAF, un combustible renovable destinado a descarbonizar la aviación.
Detrás del anuncio, sin embargo, hay mucho más que una intención compartida. Hay un modelo tecnológico validado, un desafío logístico por delante y una narrativa que conecta a los productores rurales con las soluciones climáticos globales. En un mundo donde el campo y la ciudad parecen distantes, este proyecto ensaya una reconciliación tangible: convertir los residuos del agro en energía para los cielos.
Un acuerdo para transformar un residuo en oportunidad
La firma de una carta de intención (Letter of Intent) representa un compromiso formal para avanzar en los estudios que permitirían concretar el proyecto. Por eso, la noticia fue recibida con entusiasmo tanto por Provectus Biofuels como por el alcalde de Vegreville, Tim MacPhee, quien la definió como “una oportunidad única para apoyar a los agricultores regionales mediante la creación de un nuevo flujo de ingresos con la venta de paja de trigo, al tiempo que se impulsa el desarrollo económico y se aporta una solución al problema de las emisiones”.
El contexto local es clave. Vegreville no solo cuenta con una vasta producción triguera que genera grandes volúmenes de paja excedente, sino que recientemente fue designada como una “BioDesign Opportunities Zone”, una categoría que identifica regiones estratégicas para el desarrollo de industrias bioeconómicas. La ciudad también dispone de buena conectividad terrestre y está desarrollando un parque industrial orientado a inversiones limpias. Para una empresa como Provectus, que busca escalar su tecnología, es el lugar ideal para dar el primer paso industrial.
La paja de trigo: un problema productivo que puede volverse una solución energética
A diferencia de lo que ocurre en buena parte de Sudamérica, donde el sistema de siembra directa permite reincorporar la paja al suelo como cobertura protectora y fuente de carbono, en Canadá ese modelo no siempre es aplicable. El clima frío y la corta temporada de crecimiento hacen que muchos agricultores opten por remover o destruir la paja tras la cosecha. En algunos casos se quema, generando emisiones y riesgo de incendios; en otros se entierra mediante laboreo, con un costo energético y operativo significativo.
Además, la abundancia del residuo complica su manejo: no existe un mercado desarrollado para la paja y su logística es costosa. El resultado es un subproducto que, aunque técnicamente útil, termina siendo una molestia agronómica más que un recurso. Por eso, el proyecto de Provectus despierta interés: porque propone darle valor comercial a ese sobrante sin competir con la función agronómica esencial del rastrojo, que seguirá siendo parcialmente reincorporado al suelo.
Una tecnología probada, integrada y lista para escalar
La tecnología que utilizaría Provectus combina tres etapas comerciales ya validadas por terceros. La innovación de la empresa está en cómo diseñó el proceso completo, eligiendo y acoplando tecnologías maduras de distintos proveedores sin depender de una sola fuente.
El proceso comienza por la recolección a campo de la paja. Una vez que llega a las instalaciones, comienza la etapa de preparación de la paja, donde se ajustao su humedad y tamaño para optimizar la conversión posterior. Luego, el material se gasifica a alta temperatura para producir gas de síntesis —syngas—, una mezcla rica en hidrógeno y monóxido de carbono. Esa mezcla se transforma catalíticamente en metanol, que a su vez se convierte en combustible líquido mediante otra reacción catalítica. El producto final, ya refinado, puede enviarse directamente a los productores de combustibles para su mezcla sin necesidad de procesamiento adicional.
Según la empresa, el sistema alcanzó el máximo nivel de madurez tecnológica (TRL 9), lo que significa que puede operar a escala industrial con seguridad y eficiencia. Entre los productos posibles se encuentra un jet fuel renovable que cumple con los estándares más exigentes, como los establecidos por las regulaciones Low Carbon Fuel Standard de California y British Columbia, y las Clean Fuel Regulations federales de Canadá.
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Biojet y gasolina limpia: una nueva frontera para la aviación y el transporte
Uno de los aspectos más relevantes del proyecto es que no apunta solo a la producción de jet fuel, sino también de gasolina renovable. Esta última tiene una intensidad de carbono de apenas 28, un valor muy inferior al de la gasolina convencional en Canadá, que ronda los 88. Eso significa que mezclando una parte de gasolina renovable con dos partes de gasolina fósil, se puede obtener un combustible que cumple con la meta de intensidad de carbono establecida para 2030.
Además, la gasolina de Provectus no contiene azufre y tiene ultra bajos niveles de benceno, lo que la vuelve más segura y eficiente. Esto podría abrir mercados adicionales en sectores del transporte que requieren combustibles líquidos compatibles con motores existentes, pero que buscan alternativas más limpias.
Biochar: cerrar el círculo con carbono positivo
Como subproducto del proceso, la planta también generaría biochar, una forma de carbón vegetal que puede aplicarse a los suelos como enmienda permanente. Lejos de ser un simple residuo, el biochar mejora la estructura del suelo, retiene agua y nutrientes y actúa como un sumidero estable de carbono atmosférico. Esto significa que, además de evitar emisiones al reemplazar combustibles fósiles, el sistema completo podría capturar carbono de manera efectiva, contribuyendo a la mitigación del cambio climático.
En ese sentido, el proyecto no solo transforma un residuo en energía, sino que reconstituye el valor del carbono en todo el ciclo productivo: del campo al combustible, del combustible al suelo, del suelo al futuro.
Una transición desde el agro
La innovación en bioeconomía no siempre nace en laboratorios futuristas ni en capitales globales. A veces, emerge del campo, de las decisiones agronómicas diarias y de los desafíos logísticos que enfrentan los productores. En Vegreville, lo que podría comenzar como un acuerdo entre una startup energética y una ciudad agrícola, bien podría convertirse en el modelo industrial de una transición energética rural que no renuncia ni al campo ni al clima.