jueves, septiembre 25, 2025
 

La revolución bioenergética de la India incluye también al hidrógeno

Una nueva tecnología convierte residuos agrícolas mixtos en BioCNG, hidrógeno verde y fertilizantes de liberación controlada, sin emisiones y con aplicaciones concretas para el agro y la industria.

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En los márgenes del sistema agrícola, cada ciclo de cultivo deja una huella visible: fragmentos de plantas, raíces, tallos, hojas, restos de cosecha. En muchos modelos productivos, estos rastrojos cumplen funciones clave para el suelo: lo protegen, conservan humedad, aportan carbono y permiten prácticas como la siembra directa. Pero en otros contextos —por ejemplo, en regiones donde el volumen de residuos es elevado, la capacidad de manejo limitada o el intervalo entre campañas demasiado corto— esa biomasa puede acumularse en superficie y volverse un obstáculo operativo.

Cuando no hay herramientas agronómicas, tiempo o recursos para reincorporarla correctamente, su permanencia puede interferir con la siembra o el desarrollo del cultivo siguiente. En esos escenarios, algunos productores recurren a la quema como método de remoción rápida. Aunque efectiva desde lo práctico, esta práctica implica una pérdida de nutrientes, deteriora la calidad del aire y contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero. Su persistencia en determinadas regiones no responde a una falta de conciencia ambiental, sino a la ausencia de soluciones viables adaptadas al territorio.

Fue a partir de esa situación concreta que un equipo del Green Hydrogen Research Centre de la MIT World Peace University (MIT-WPU), en Pune, India, decidió intervenir. Bajo la dirección del Dr. Ratnadip Joshi, desarrollaron una tecnología carbono-negativa capaz de procesar residuos agrícolas mixtos y convertirlos en BioCNG, hidrógeno verde, biofertilizantes y biochar. El sistema ya funciona en una planta piloto de 500 kg diarios, cuenta con cuatro patentes otorgadas y ofrece una vía alternativa para valorizar la biomasa excedente en contextos donde no puede reincorporarse fácilmente al suelo.

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Tecnología pensada para la variabilidad del campo

Una de las particularidades clave del desarrollo es que no requiere un tipo específico de biomasa, como suele ocurrir en procesos industriales. En lugar de depender de cultivos únicos o homogéneos, el sistema de MIT-WPU puede trabajar con mezclas de residuos agrícolas variados —desde paja de arroz hasta restos de mijo o pasturas como napier— sin que eso comprometa su eficiencia. Esta flexibilidad lo vuelve especialmente útil para regiones donde la oferta de residuos cambia de una campaña a otra, o depende de sistemas de cultivo diversificados.

Para alcanzar ese objetivo, el equipo desarrolló una bio-cultura específica que permite una conversión de biomasa a gas del 12%, más del doble que otras tecnologías comparables, que apenas alcanzan entre el 5 y el 7%. Ese gas, con alto contenido de metano, se utiliza luego para producir hidrógeno verde mediante un proceso de pirólisis catalítica sin emisiones.

Catalizadores vegetales, sin captura de carbono

Uno de los puntos más innovadores del sistema es el uso de un catalizador derivado de plantas, desarrollado por el propio equipo. Este componente permite evitar la generación de dióxido de carbono durante la conversión a hidrógeno, lo que elimina la necesidad de incorporar sistemas de captura y almacenamiento, y simplifica el diseño general del proceso. Según los investigadores, esto contribuye a reducir los costos, aumentar la eficiencia y mantener la huella ambiental del sistema por debajo de cero.

El resultado es un hidrógeno verdaderamente verde, sin electricidad, sin uso intensivo de agua, sin residuos peligrosos y sin emisiones contaminantes.

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Biofertilizantes y biochar: productos con destino asegurado

A diferencia de otros sistemas energéticos que generan residuos secundarios sin aplicación clara, la tecnología desarrollada en MIT-WPU produce subproductos con utilidad directa. Uno de ellos es el biochar, un material carbonoso que puede utilizarse como fertilizante, como enmienda para suelos degradados, o como insumo en cosmética, farmacéutica y construcción.

Además, el proceso genera dos tipos de biofertilizantes de liberación controlada, ya patentados por el equipo, que podrían reemplazar parcialmente el uso de urea en cultivos exigentes. Estos insumos no solo reducen la dependencia de fertilizantes sintéticos, sino que también ayudan a prevenir la salinización excesiva de los suelos, un problema creciente en varias regiones agrícolas de India.

Un costo competitivo para el hidrógeno verde

Uno de los obstáculos más importantes que enfrenta hoy la expansión del hidrógeno como vector energético es su costo de producción. Las tecnologías de electrólisis, si bien limpias, suelen superar los 2 dólares por kilogramo de hidrógeno generado. Según los desarrolladores del sistema de MIT-WPU, su proceso podría reducir ese valor a menos de 1 dólar por kilo, sin subsidios y utilizando únicamente insumos disponibles localmente.

Este diferencial ya atrajo el interés de empresas energéticas y actores del sector agroindustrial, que están evaluando posibilidades de transferencia tecnológica para llevar el sistema a escala comercial. Desde la universidad también destacaron el potencial del modelo para fortalecer esquemas de formación dual, con estudiantes trabajando en procesos reales y aplicables en el territorio.

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Un ecosistema tecnológico que se expande

Mientras tanto, en otras regiones del mundo, el hidrógeno sigue consolidando su protagonismo en las agendas energéticas. Francia y Alemania reafirmaron su compromiso con el Corredor Suroccidental del Hidrógeno —incluyendo los proyectos H2Med y HY-FEN— y empresas como Lhyfe, Bondalti, Thyssenkrupp Nucera y Everfuel siguen expandiendo sus capacidades tecnológicas y logísticas.

En Estados Unidos, la Universidad de Missouri presentó un nuevo sensor ultra sensible para detectar fugas de hidrógeno en segundos, con base en nanocristales de platino y níquel. Y en los Países Bajos, la compañía francesa Lhyfe comenzó a entregar hidrógeno renovable a Essent para el proyecto GROHW, orientado a calefacción domiciliaria con calderas H₂ Ready.

En ese contexto, la propuesta de MIT-WPU aparece como una vía complementaria, diseñada desde otra escala, con otro tipo de lógica territorial y para responder a desafíos muy distintos de los que enfrentan los grandes corredores energéticos globales.

Tecnología situada para desafíos reales

El sistema desarrollado por el equipo de Pune no busca reemplazar el uso agronómico de los rastrojos ni intervenir en regiones donde estos ya están correctamente gestionados. Su objetivo es ofrecer una opción concreta para contextos donde los residuos agrícolas no pueden reincorporarse al sistema productivo, y su acumulación representa un desafío operativo o ambiental.

Allí, convertir la biomasa excedente en energía, fertilizantes y materiales industriales no solo evita la quema: también permite cerrar ciclos, reducir emisiones y generar valor a partir de lo que, de otro modo, quedaría sin destino. Con tecnologías pensadas desde el campo y no desde el laboratorio, esa posibilidad ya dejó de ser una hipótesis.

 
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